La celebración de un nuevo aniversario de la desmovilización del grupo terrorista no es un asunto pacífico en toda la nación. Aunque abandonaron las armas y sus delitos de lesa humanidad, la verdadera paz social y política solamente se alcanzará cuando se sublime la verdad, para poder hacer el duelo de lo que se vivió, y haya una justicia efectiva.
En este aniversario el país hace memoria de la gravedad de los delitos en que incurrieron los miembros del grupo ilegal y que pretendieron justificar como una lucha política. Fueron miles los muertos y heridos producto de sus actos terroristas, hicieron del secuestro una práctica repudiable que traspasó todas las fronteras de un conflicto interno, asesinaron a un grupo importante de los ciudadanos plagiados en medio de su cautiverio y aún se recuerda su barbarie por el uso de bombas y explosivos de alto poder contra la población civil.
Pasados los años, unos y otros concluyen que la desmovilización terrorista no ha logrado la reconciliación absoluta de la nación. A juicio de académicos, historiadores, políticos y editorialistas, falta camino por recorrer, para alcanzar una paz plena.
Políticamente existe una gran fractura alrededor del alcance y los resultados de la desmovilización. Los partidos se confrontan en la plaza pública, en los medios y en el Congreso. La pelotera se hace mucho más aguda con ocasión del aniversario. Mientras la izquierda abriga políticamente a los desmovilizados y hace acuerdos con ellos, con milimétrico interés por el poder, la derecha denuncia que lo que se pretende es estimular el olvido, remontando los valores democráticos y la ética social, sin que brille la justicia, sin que las víctimas hayan sido reparadas y sin que exista una memoria compartida que permita hablar de una normalización social plena.
Pero, hay que rescatarlo, aun en medio de estas profundas diferencias, logran consensos mínimos de gran calado axiológico, como cuando todos condenan y censuran los homenajes a los antiguos terroristas, porque “revictimizan a los que sufrieron el terrorismo”.
Mientras los líderes y jefes terroristas “lamentan” lo ocurrido y “sienten el dolor” que ocasionaron, protegidos por el escudo de su personería partidista, obtenida como una concesión democrática por hacer tránsito a la legalidad, las víctimas y sus familiares exigen mucho más: que pidan perdón, a lo menos, con sinceridad genuina. Lo demás es cinismo, apuntan sus contradictores en el Congreso. Allí se ha dicho que son hipócritas porque “no piden perdón ni se arrepienten”. Lo cierto es que las víctimas aún no han sido reparadas, en especial porque no conocen toda la verdad y porque la memoria empieza a desvanecerse en medio del paso del tiempo, que conduce a una impunidad social y judicial.
Las páginas editoriales de los periódicos más importantes se han pronunciado duramente con ocasión de este aniversario. Y reclaman que la política de hoy no legitime la barbarie del pasado. A su juicio, debería constituir una “línea roja (…) para cualquier político con memoria y respeto por las víctimas”, reivindicar o blanquear a los terroristas de ayer.
En medio de este aniversario, todas las partes recuerdan que la justicia tiene un gran desafío porque “las investigaciones sobre las actividades terroristas no están cerradas”. Inclusive, en esta opaca conmemoración, desde la Fiscalía se ha sostenido públicamente que “el derecho a la verdad no prescribe”.
TAPONAZO: Esta columna registra cómo se vivió en España, esta semana, el décimo aniversario de la desmovilización de la Eta. Inclusive, el expresidente Felipe González, tan cercano a nuestro proceso de paz, ha dicho que es “inaceptable” que los victimarios ni siquiera pidan perdón y que se vincule una coalición política a la suerte judicial de los terroristas. Moraleja: sin verdad, sin reparación y sin justicia no hay paz.
https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 23 de octubre de 2021.