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El Colombiano (Editorial)

El dictador ruso Vladímir Putin cree que esta es una guerra que no puede darse el lujo de perder, pero también parece que no puede ganarla.

Dicen que la primera fatalidad en una guerra es la verdad. Hay una multiplicación de hechos que hace imposible distinguir los falsos y los verdaderos. La invasión de Ucrania por Rusia, que cumple un mes, es una prueba fehaciente. En teoría, Rusia iba a fabricar un pretexto, un ataque falso, en el territorio ucraniano para justificar su intervención. No funcionó. Estados Unidos hizo pública su información de inteligencia con el fin de evitar la jugada de Vladímir Putin. Esta vez no fue posible sorprender y le ha costado. Rusia se quedó sin su capacidad de engaño, la base de sus anteriores conflictos.

En las redes sociales se nota. Así le ven también muchos en Twitter, a juzgar por el impacto de sus discursos, que se comparten, subtitulados, miles de veces, o de sus vídeos desde Kiev. La publicación comparaba imágenes del presidente ucraniano (en familia, con su ministro de Defensa y en Kiev) con la soledad del presidente ruso, que se está ganando la imagen de un autócrata aislado de la realidad y alejado de sus ministros, generales y asesores, en este caso también literalmente.

El papel de Ucrania como víctima de una agresión por parte de un Ejército mucho más poderoso ha dejado escenas de resistencia y heroísmo. Muestra a un Ejército ruso peor preparado de lo que se creía y una operación militar que se encontraba con más problemas de los previstos, lo que también da ánimos a los combatientes ucranianos y a sus aliados.

El Pentágono estima que las capacidades militares rusas en Ucrania están por debajo del 90 % de su fuerza inicial, cuando Vladímir Putin desplegó unos 150.000 soldados. Las estimaciones de la inteligencia estadounidense sugieren que ha habido más de 7.000 militares rusos muertos, según el New York Times.

Los ucranianos han sufrido aproximadamente la mitad de las pérdidas militares, de acuerdo con múltiples fuentes, y 902 muertes de civiles.

Este es el dilema central de la invasión a Ucrania: el dictador ruso Vladímir Putin cree que esta es una guerra que “no puede darse el lujo de perder” —en palabras de la directora de Inteligencia de Estados Unidos, Avril Haines—, pero también parece que no puede ganarla. A las tropas estadounidenses les tomó solo tres semanas ocupar Bagdad en 2003.

El Ejército ruso está tratando de compensar su falta de habilidad militar con salvajismo puro. Está reduciendo a escombros a Mariúpol y Járkov y ataca de forma deliberada a civiles como lo hizo en el pasado en Alepo, Siria, y en Grozni, la capital de Chechenia. Lo más probable es que Kiev sea la siguiente en la lista. Putin podría incluso usar armas químicas. Sin embargo, ese tipo de brutalidad suele generar una resistencia más dura.

En última instancia, Rusia no puede ganar, según la máxima de Napoleón: “En la guerra, el poder moral constituye tres cuartas partes del éxito, y el físico solo es el cuarto restante”. Los rusos podrán tener más materiales bélicos, pero los ucranianos tienen una ventaja moral —y una motivación— crucial. Mientras los ucranianos luchan desesperadamente por su patria, a muchos soldados rusos ni se les informó adónde iban y se están rindiendo a la primera oportunidad.

Es probable que Putin tenga tres objetivos centrales en este momento. Uno es formalizar la incorporación de Crimea a Rusia, un logro triunfal de su presidencia a ojos suyos. Quizás se incorpore a esta demanda la anexión de las regiones de Donetsk y Lugansk, de las cuales solo una parte estaba ocupada antes de la invasión de 2022. En relación con esto, Rusia también puede impulsar un puente terrestre desde Moldavia a Mariúpol, dependiendo de cómo vaya la guerra.

Un segundo objetivo es establecer la neutralidad de Ucrania, lo que podría significar inhabilitarla para unirse a la Otan y hacerla entrar en las alianzas de tratados de su elección o su “desmilitarización”, como ha dicho Putin. De hecho, Putin podría buscar ambos resultados. En un escenario menos drástico, la neutralidad también podría significar limitaciones en ciertos sistemas de armas y la prohibición de bases extranjeras en Ucrania.

Finalmente, Putin querrá restringir o bloquear la integración de Ucrania en las instituciones europeas, especialmente aquellas vinculadas a la Unión Europea.

Para Kiev, las garantías de seguridad legalmente vinculantes, que involucran a Estados Unidos, Rusia, los países europeos y, potencialmente, también a Turquía, son una carta crucial que tiene bajo la manga. Tales garantías serían el equivalente a extender el artículo 5 de la Otan a Ucrania: comprometerse a ir a la guerra si se viola la soberanía de Ucrania o los términos de cualquier posible acuerdo entre Ucrania y Rusia.

En últimas, la guerra ha vuelto insostenible la política exterior de Rusia. Putin persigue ambiciones que la economía y la política rusas no podrán realizar.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 24 de marzo de 2022.

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