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Alberto Velásquez Martínez

Ya entró el populismo a Colombia. No es ninguna ficción sino una realidad. Entró por las alcaldías de las tres grandes ciudades colombianas. Está en Bogotá, Medellín y Cali. Lo importante ahora es que no se apodere de la Jefatura del Estado en las próximas elecciones presidenciales. Si lo logra, que el diablo nos coja confesados.

En Bogotá hacía buen tiempo se había residenciado a través de las alcaldías del nieto del dictador Rojas Pinilla, de Lucho Garzón y de Petro. Ahora se prolonga con Claudia López. Ésta sigue al pie de la letra la sinfonía del caos. En Cali, que también había demostrado síntomas populistas en anteriores administraciones, llegó con el señor Ospina, hijo del líder del M-19, Iván Marino Ospina. Y Medellín que se creía inmune a esta enfermedad terminal, el lugar que era tierra estéril para la demagogia y la picardía, protegida por la probidad administrativa por el funcionamiento del eje Gobierno, Universidad y empresarios con responsabilidad social, padece ahora del cáncer populista. Su alcalde no sale de una denuncia que lo vincula con actos escandalosos en carruseles de contratos.

Tiene toda esta orquesta populista de músicos ególatras, la misma partitura. Está unida por el cordón umbilical del discurso revanchista. Sus intérpretes practican la misma sinfonía del engaño. Obedecen a los mismos maestros promotores de la lucha de clases y de rencores. Y ese terceto -que ojalá no pase a partir del 2022 a formar con Petro un cuarteto-, es afinado por capataces expertos en manejar los hilos del poder, que se tejen y entretejen en Bogotá. Espíritus burlones que detrás de los telones se ríen y se ríen moviendo marionetas. Hábiles titiriteros que llevan años manejando el poder detrás del escenario en donde el dinero caliente no es esquivo.

Al presidente Iván Duque tuvimos oportunidad de manifestarle lo que iba a ocurrir en Medellín, quince días antes de las elecciones de alcaldes. Vaticinamos la debacle, sin ser profetas de desastres, delante de un grupo de amigos empresarios. Le advertimos que si las vanidades, los egoísmos, las intransigencias, las contemporizaciones de quienes podían detener el tsunami de lo que se venía, estaban por encima de la sensatez y la responsabilidad, la derrota era inevitable. Y lo fue. Hay testigos de personas presentes en la reunión que sí creyeron en nuestra premonición que en las urnas se hizo realidad. Aquella intransigencia de quienes pudieron evitarlo y no lo hicieron por su arrogancia, la paga como adversidad, la ciudadanía medellinense. Los resultados perniciosos de la división electoral, están a la vista en uno de los bloques del edificio de La Alpujarra.

Hoy las tres grandes ciudades capitales colombianas sufren inocultables retrasos y tropiezos en su progreso y en el manejo transparente de sus finanzas. Es uno de los signos del populismo. Pagan con sangre sus ingenuidades, torpezas o mañas electorales. Recuperar la transparencia es tarea de titanes. Sabe el te.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 27 de octubre de 2021.

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