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El Colombiano (Editorial)

La mayoría de los analistas cree que el barranquillero terminará negociando y que podrían quedar salpicados los líderes de la Revolución Bolivariana. El desespero de Caracas es evidente.

El llanto de Camila Fabri, la esposa de Alex Saab, tiene un extraño parecido con el llanto del año pasado de Aida Merlano. Los dos se dieron en Caracas, los dos ante medios de comunicación y los dos terminan favoreciendo al régimen de Nicolás Maduro.

Si poner a llorar a mujeres para tocar el corazón de la opinión pública es una estrategia, al parecer el gobierno de Venezuela la está aplicando. En este caso, el llanto de la modelo italiana, en un acto público, por momentos parece un mensaje a Alex Saab, en el que le dicen desde Caracas que más le vale que mantenga su silencio.

El barranquillero Saab, pieza clave en operaciones turbias del gobierno revolucionario, se encuentra en una prisión de máxima seguridad en Florida. Y si le da por prender su ventilador, hay quienes creen que podría convertirse en un huracán, con destrozos incalculables para el gobierno de Maduro.

Saab está cada vez más atrapado en su propio laberinto.

Puso al servicio del régimen sus destrezas de comercio y negociaciones internacionales y encajó a la perfección. Sus capacidades fueron clave para materializar todo tipo de operaciones en las que podían salir beneficiados muchos en el entorno presidencial y en la alta jerarquía revolucionaria. Muy rápidamente se contagió del sentimiento de invulnerabilidad y de ostentación que prima en este tipo de administraciones irregulares. Pero aquello que lo convirtió en un eslabón externo de especial utilidad se revierte ahora en contra de él. Saab es hoy víctima de la falta de escrúpulos de quien le tendió la mano para enriquecerlo y enriquecerse.

Pocos analistas dudan de que terminará por negociar una menor pena con la justicia de Estados Unidos. Incluso, de que negociará la concesión de casa por cárcel en esta etapa inicial a cambio de develar informaciones útiles para que la Fiscalía termine de sustentar su propio caso y el de sus cómplices en el lavado de dineros ilegales. Allí podrían quedar salpicados los más altos jerarcas del partido de gobierno, los líderes de la Revolución Bolivariana que ocupan o han ocupado cargos de relevancia, la familia del propio Nicolás Maduro y la alta jefatura de las Fuerzas Armadas. Los cargos de la Justicia abarcan actividades muy variadas en las que estuvo el barranquillero y que van desde adjudicación de contratos de construcción de casas de interés social que nunca se construyeron hasta la compra milmillonaria de alimentos que incluir dentro de las cajas Clap, que no son otra cosa que dádivas y subsidios sociales de la Revolución a los venezolanos más desposeídos, a cambio de fidelidad con el régimen madurista.

Pero, en el momento actual, la familia de Saab es rehén del gobierno de Maduro. El barranquillero deberá avanzar con pies de plomo. La justicia norteamericana lo amenaza con una larguísima reclusión carcelaria lejos de los suyos y sin poder utilizar el capital que amasó a la sombra del chavismo. El pulso de este hombre con el Palacio de Miraflores va a ser arriesgado y complejo. Su soledad no lo ayuda. Mientras tanto, el entorno del presidente Maduro intenta quitarle decibeles a la crisis y a su propia desesperación enviándole a Saab mensajes de solidaridad. Diosdado Cabello, presidente del Partido Socialista Unido de Venezuela, hace horas lo calificó de un “verdadero patriota” y el dictador Nicolas Maduro, en cadena nacional, lo encomendó a la sabia voluntad divina.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 22 de octubre de 2021.

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