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José Manuel Acevedo 

No todos los jóvenes andan en el plan de estirar la mano para pedirlo todo gratis sin esforzarse.

Es probable que después de los meses de abril y mayo muchos se hayan quedado con la imagen de una generación que no quiere ni estudiar ni trabajar, que salió a las calles a bloquear y tirar piedra y que está siendo instrumentalizada por los políticos más radicales. Vagos así seguro abundan, pero la buena noticia es que la juventud colombiana es mucho más que eso, y algunos hechos recientes lo demuestran.

El ‘Pacto Colombia con las juventudes’, que firmó el presidente Iván Duque la semana pasada, se alimentó de más de mil propuestas de jóvenes que levantaron su voz para formular reclamos concretos con soluciones alcanzables después de haber ido sin capuchas ni resentimientos a exigir lo que les corresponde por vías pacíficas y razonadas en 470 mesas de trabajo. Otros tantos lo hicieron a través de algunos congresistas jóvenes que se unieron para visitar varias regiones olvidadas del país y encontrarse con sus pares para oír sus dolores y sus proyectos. Tampoco allí hubo cohetes hechizos para herir a la policía, ni cascos ni escudos, sino ideas específicas que hoy están en la Cámara y el Senado y a las que vale la pena hacerles un minucioso seguimiento.

Así mismo, en la Asamblea de la Andi, los jóvenes tuvieron la palabra y, en particular, dos llamaron la atención: Candelo, un artista de Medellín que a través del rap y de las redes insiste en que es mejor tener más empresas y menos odio y que promueve la fuerza del emprendimiento en las comunas y barrios de su ciudad, y Pedro Lopera, un jovencito de 21 años que también en redes difunde, con el poder del lenguaje simple, la defensa del sector productivo del país, reconociendo que cada negocio, por pequeño que parezca, es la posibilidad de que la sociedad crezca a punta de generación de empleo y de utilidades lícitas para disminuir los niveles de pobreza y exclusión.

En uno de sus videos, Pedro, por ejemplo, resalta que en este momento de la historia los pobres ya no son la mayoría, que a pesar de los problemas del cambio climático, a los que hay que pararles muchas bolas, las muertes relacionadas con catástrofes naturales han disminuido un 97 por ciento y que, con empeño, en 2030 podemos ser la primera generación que va a ver erradicada el hambre, según las proyecciones del Banco Mundial.

Oírlos consuela. Algunos quisieron asustarnos con el discurso de la desesperanza. Nos dieron a probar en dos meses lo que Venezuela ha vivido en los últimos 20 años, pero esta sociedad y esta juventud –insisto– son mucho más fuertes que el discurso populista que se quiere instalar a la fuerza en nuestro país.

En la última encuesta de Invamer, del mes de agosto, los empresarios suben con respecto a la medición de abril y su imagen favorable se ubica en 48,7 por ciento, todavía muy poco para todo el esfuerzo que han tenido que hacer en medio de la pandemia y de los paros. Sin embargo, que ellos ganen mientras algunos políticos bajan con sus discursos de odio y destrucción de las empresas indica que la gente está reaccionando y que no es boba, como esos dirigentes creen.

“Hay que mantener el trabajo de la gente como única forma de sobrevivir dignamente”, decía Carlos Ardila Lülle, tal vez uno de los primeros y más berracos emprendedores que haya tenido Colombia y cuyo legado ha sido inspiración para muchos y se mantendrá, pese a su lamentable partida.

Más empresas, menos odio es lo que necesita Colombia y, ojo pues, a esto que les dice María José Bernal, la joven directora de Fenalco, Antioquia, a los demás de su generación: “Que entiendan que no estamos llamados a ser merecedores, sino trabajadores. Que se exijan y se dejen exigir. Que le pongan pasión a todo lo que hagan. Y que tiendan la cama primero, luego salven el mundo”. Más empresas, por favor.

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 17 de agosto 2021.

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