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Marco Tulio Gutiérrez Morad

El esfuerzo desde el Ministerio de la Defensa en pro de la seguridad de Bogotá es una iniciativa sin precedentes que nos genera muy buenos augurios y nos da esperanza ante las difíciles circunstancias de orden público por las que atraviesa la ciudad.

Al equivocado concepto de las marchas pacíficas (que de pacificas nada tienen) le salió un ministro de la Defensa con grado de general y la ciudadanía advirtió que sí es posible mejorar la seguridad de la urbe. El ministro, con determinación y verticalidad, ordenó la división de la ciudad en cinco zonas, cada una a cargo de un general, a quienes les pidió resultados definitivos en un término perentorio de un mes. Sin duda, se trata de una estrategia sin precedentes desde el gobierno central que busca a toda luz darles a los bogotanos un mensaje de confianza en estos momentos, en los que la escalada delincuencial ha arremetido con tanto impacto a todos los sectores de la capital de la república, celebramos estas iniciativas gubernamentales, que además deben incluir esfuerzos del mismo Ministerio de la Cultura para que desde el gobierno se impulse una política estatal para que nos devuelvan los monumentos y poder comenzar a tener los bogotanos los aspectos hoy desaparecidos de toda la órbita territorial de la capital; el monumento de los héroes se convirtió en un altar a la grosería y la anarquía, y muestra inequívoca de la total desconexión de las calidades supuestamente pacificas de unas marchas que de ello nada tuvieron y que lo único que dejaron fue daños y destrucción.

Bogotá vive hoy la peor crisis de su historia y solo nos queda la esperanza de encontrar un respiro de jornada destructiva y recuperar para la urbe su mote de otra época de Atenas suramericana, de ahí que es necesario formular políticas desde el Gobierno nacional, para lograr la nueva adecuación del mobiliario de la ciudad y de sus monumentos que yacen en un absoluto descuido y abandono, y que aparentemente desde la administración distrital pareciera que fueran más importantes las expresiones de grafitis y de protesta que la salvaguarda de la historia y la identidad bogotana, que en alguna época marcó la grandeza de la ciudad.

El ministro Molano, exconcejal de la ciudad, nos permitió recuperar en una semana la ilusión de control que teníamos ya perdida del mapa capitalino, pues al solicitar resultados definitivos en aras de lograr disminuir los indicadores de criminalidad que por estos días ubican a nuestra ciudad en el peor momento de su historia reciente. Las medidas adoptadas desde el gobierno central tienen que mostrar su eficiencia porque el control de la capital en manos de generales, los mejores y más experimentados hombres de la fuerza pública a cargo de la seguridad de la ciudad se torna en un bálsamo para momentos de tan compleja dificultad, por ello estamos convencidos de que esta apuesta tiene que salir bien y estaremos a la expectativa de ello.

Sería fundamental que el ministro Molano hablara con su colega, el ministro de Justicia, Wilson Ruiz, y que ambos con carácter de emergencia lograran la construcción de sendos centros penitenciarios de reclusión y aún de confinamiento que permitan en la rural localidad de Sumapaz poder sostener allí a los capturados de la delincuencia de la ciudad, la implementación de una especie de colonia penal que permita lejos de la ciudad confinar a los más peligros delincuentes y que desde ese lugar se dediquen a realizar actividades que permitan generar beneficios para la sociedad, y de esa manera intentar lograr materializar los fines de resocialización previstos en la norma penal y punitiva.

El ministro de la Defensa jugó en serio a cumplir la función constitucional de la defensa de la vida y la propiedad de los colombianos y en esta oportunidad de los bogotanos y de ahí la importancia de perpetuar estas políticas públicas, así mismo llegó la hora de implementar sanciones administrativas que generen beneficio a la ciudad, trabajo social o comunitario, que las personas que sean declaradas culpables por ciertas contravenciones o causas menores deban dedicar su tiempo al servicio de la sociedad, por ejemplo, aquellos vándalos que destruyen y pintan los monumentos públicos, deberían como penitencia sus acciones estar obligados a limpiar y organizar las paredes de los edificios públicos o las estaciones de TransMilenio.

Requería Bogotá unas decisiones como las adoptadas en estos días por el señor ministro de Defensa la ciudad capital de Colombia. Hace unos meses, en este espacio de opinión planteamos la dificultad de manejar la seguridad en sitios que por ingreso per cápita, número de habitantes, cantidad de establecimientos de comercio y en tamaño son comparables con ciudades principales del país como Medellín o Barranquilla, de ahí la imperiosa necesidad de tener un cuerpo colegiado de Generales al mando de las complejas localidades de Suba, Kennedy, Usaquén, Santa Fe y Chapinero.

El joven ministro conoce a Bogotá por cuanto fue un concejal que trabajó sin descanso por los problemas de la ciudad capital, por ello estamos convencidos de que la ciudad está en buenas manos y celebramos la brillante iniciativa desde el Gobierno nacional de ponerle punto final a la insostenible situación de orden público que tienen a Bogotá sometida en balaceras, atracos y todo tipo de actividad criminal.

P.D.: Las normas son claras y el Código Penal es diáfano en elevar a delito los daños a bienes ajenos, de ahí que, si una persona dedicada profesionalmente a generar opiniones en millones de internautas no puede como expresión de su opinión salir a la calle con un martillo y destruir una estación de TransMilenio, sin que ello genere una consecuencia legal, dura lex, sed lex.

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