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Eduardo Mackenzie*  

Abyecta, absolutamente abyecta, es la posición asumida ayer por el presidente Gustavo Petro ante el ataque terrorista de Hamas contra Israel este 7 de octubre.

La agresión islamista contra Israel es un crimen injustificable. Los 3.000 misiles lanzados ayer buscaban golpear sobre todo a la población y objetivos civiles. De hecho, 500 civiles perdieron la vida en las últimas 30 horas y 2 048 personas fueron heridas, según el conteo de los hospitales de Israel. Hamas dice haber capturado una centena de rehenes civiles y militares. Los imprecisos misiles de Hamas mataron no solo israelíes sino también palestinos en la propia banda de Gaza. El terrorismo del Hamas y de su patrón, el Hezbollah libanés, son los que oprimen a los palestinos de Gaza.

Los mercenarios rompieron las barreras que marcaban la frontera entre Gaza e Israel y entraron en kibutz y poblados israelíes del sur donde buscaron civiles en sus propios domicilios. ¿Por qué razón? Por ser judíos. Como en la Alemania de Hitler. Secuestraron un número indeterminado de personas que encontraron. En las calles hubo fusilamientos de algunos de ellos y de peatones delante de sus casas o que pasaban por allí. Jóvenes que asistían a un festival musical en un desierto fueron atacados. Algunos de ellos fueron heridos, echados en camiones y motos y desaparecidos. Posiblemente fueron convertidos en rehenes y escudos humanos. Tres jóvenes europeos secuestrados siguen desaparecidos. 24 kibutz fueron evacuadas por las autoridades para proteger a sus habitantes. Lo de ayer no fue un ataque militar, fue un claro y atroz ataque terrorista cometido por la barbarie antisemita.

Gustavo Petro fue incapaz de entender lo que ocurría y de condenar ese masivo acto terrorista. Trató, por el contrario, con frases sibilinas, de lanzar la culpa sobre Israel. Con tal actitud Petro legitimó el asesinato de civiles judíos por ser judíos. Los partidos políticos de Colombia –incluyendo el mismo movimiento petrista Pacto Histórico, donde quedan algunas personas desorientadas pero razonables-- deberían repudiar de manera clara las tesis vergonzosas que defiende el individuo que desde la Casa de Nariño obra y asume tales posiciones en nombre de los colombianos y de Colombia.

“Ha estallado de nuevo la guerra entre Israel y la Gaza palestina”, dictaminó ayer Petro en un twitter, siete horas después del comienzo de los bombardeos.  Su análisis es repugnante. Hamas no es una organización militar, es una organización terrorista, catalogada así por todos los países. Lo de ayer no fue una forma de acción defensiva de Hamas, tampoco fue una incursión de unas fuerzas armadas contra las fuerzas armadas de Israel.  Fue un sorpresivo asalto masivo de Hamas, una organización financiada y armada por Irán.  Hamas rechaza todo diálogo con Israel, toda negociación de paz, pues busca, como lo dicen sus estatutos, la destrucción definitiva de Israel.

¿De qué habla entonces Petro cuando pide --como hizo ayer, en su respuesta insultante a Gali Dagan, el embajador de Israel en Colombia--, “un diálogo de paz” entre Israel y Hamas?

El ataque de ayer y de hoy no es un acceso de furor de Hamas. Es un acto organizado durante meses. Su motivo y su contexto inmediato es el proceso de acercamiento entre Israel y los países árabes –los Acuerdos de Abraham--, proceso que Irán teme más que nada y busca sabotear. ¿De qué negociación habla Petro en tales circunstancias? Al asumir esa posición, de un cinismo y de una hipocresía inauditas, Petro se niega a condenar un acto terrorista evidente y asume las posiciones anti-Israel, anti sionistas y antisemitas, de Hamas y en últimas de Irán contra Israel, un país amigo de Colombia y el único gobierno democrático del Medio Oriente.

El daño que le está haciendo Gustavo Petro a Colombia, incluyendo su diplomacia y su sistema de alianzas internacionales, es muy grande y ha llegado a un extremo insoportable: ha puesto a Colombia en la esfera de influencia de Irán, como Venezuela. La institucionalidad, los partidos y el Congreso de Colombia deben asumir sus responsabilidades. No pueden seguir cruzados de brazos ante tal degradación. El proceso de destitución constitucional del presidente Gustavo Petro es más urgente que nunca.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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