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Pedro Aja Castaño   

“Luchar con gallardía en defensa de la justicia y la verdad es atributo de los valientes. Pero luchar con elegancia y dignidad es algo que pocos consiguen hacer.” Luis Sérgio Álvares DeRose, educador y escritor brasileño.

Así como los ríos buscan su cauce natural después de desbordados, los pueblos encuentran el cauce real de la verdad, cuando ejercen y defienden su dignidad. De esa forma, cuando sentimos algo agradable porque somos responsables, estamos experimentando nuestro valor como personas; pero si alguien abusa de nosotros, recordamos nuestro sentir valioso, y no permitimos que nos degraden, experimentamos nuestra primera vivencia de DIGNIDAD que debe defenderse. Siendo así, está consagrada en la Declaración de los Derechos Humanos.

Y aunque sea   intangible, nos pertenece como el mayor valor que pueda tener un país. Por lo tanto, cuando se actúa “con elegancia y dignidad” se adquiere un poder que todos respetan, incluida la subversión inteligente; con esa se puede dialogar. Con la otra, la única opción es enfrentarla. Un estado digno la confronta con la legalidad y legitimidad de sus armas respaldadas por la Constitución.

Sin embargo, muchas veces esa dignidad puede ser atropellada por personas equivocadas, engañadas, compradas, manipuladas por la subversión; alguien lo llama conflicto interno, no diferenciando la intención subversiva al igualar los demócratas que reciben castigo por sus equivocaciones, con aquellos que nada les importa para cooptar el estado. En realidad se trata de un atraco político.

 Puede ocurrir entonces que un país acostumbrado a un conflicto interno tolere esta confusión, como parte del conflicto, hasta cuando sentimos una gran pérdida de algo valioso en la sociedad, sin saber a qué se debe. Eso se llama desmoralización y desidia. De ahí que cualquiera nos prometa estupideces que nos parecen naturales, debido a la cultura reinante que ha sido moralmente dañada por el e libertinaje político.   Y aquí debo hacer una advertencia tenebrosa que he aprendido con dificultad de aficionado al explorar cómo se desarrollan los perfiles criminales.  

Pues bien, hay seres humanos con un vínculo directo y consciente con el mal. Su naturaleza es tan diferente que creen y sienten que ellos son lo real; para ellos, el bien es inconcebible, un mito, una tontería. La muerte física y espiritual del ‘otro’, les parece natural, así como sentimos que es ‘normal’ deshacerse de una cucaracha.

Pero son peores que eso, porque su ‘dios’ es el caos. Cuando logran crearlo, se sienten ‘realizados.’ Por eso no entienden, ni sienten razones que a nosotros nos parecen normales. Son de una gran inteligencia;  y como tienen el ‘instinto e intuición’ de ver y sentir lo cuestionable  en la otra persona, se lo descubren,  y con finos razonamientos le hacen sentir que  son iguales a ellos y, con su éxito político obtenido de manera cuestionable, convencen.

Pero no es así, porque lo que utilizan son suposiciones normales de lo que le ocurre a cualquiera que tenga uso de razón, y se debate en la tentación de escoger entre el bien y el mal, en una situación difícil, generalmente creada por el mal. Todo mundo conoce esa estrategia comunista. Crea el problema, presenta la solución, pero a costo del incauto.

Por otra parte el que se cree ‘bueno e inteligente’ no se da cuenta que está siendo sutilmente confundido, manipulado, por el mal. Y no es que sea más bruto que el otro, sino que lo desgastan hasta que cede. Es lo que se conoce como el estilo de negociación soviética, en el que, ‘lo mío es mío; y lo tuyo lo discutimos.’  Así han atormentado a Colombia por muchos años y lo seguirán haciendo.

Esa habilidad sorprendente le hace sentir al incauto que está ante un ser especial. Pero algo en su interior le dirá que no es así, lo llaman ‘la voz de la conciencia’ que está basada en el bien; pero el facilismo pragmático por resolver un problema de violencia o inseguridad, ignora esa advertencia, hasta cuando aprende con los malos e ingratos resultados de su vida. Y esa es la amenaza política  real del ser humano que se manifiesta para matarle el alma;  lo mejor de sí. Eso ocurre cuando se pretende negociar con el comunismo.

Lo terrible de este asunto, es que ALGUNAS DE ESAS PERSONAS  MALVADAS no están en el mundo común y corriente, sino camufladas en ciertas posiciones de influencia en los diferentes estamentos del poder,  la ciencia,  la cultura,  o la educación.  Por eso tenemos la impresión de que el ‘mal’ domina este mundo y trata de imponer su ideología camuflada con nombres progresistas, pero obvios en su estupidez para quien se preocupa de no tragar entero.

Esos demonios, porque eso es lo que son, conocen nuestra dignidad,   que para ellos es una debilidad que desprecian. Esas personas tienen muchos disfraces y por ello pueden aparentar ser admirables haciendo favores, pero no lo son. Contra esa realidad no funciona  la dignidad. Solo el poder de Dios que conoce sus  puntos débiles, y  los múltiples escenarios humanos, los expone de vez en cuando, pero no aprenden; por eso serán terriblemente castigados en los profundos infiernos. Y el campo preferido de actuación para esos malvados  es la política.

Estas no son especulaciones mías. Si el amable lector quiere otra fuente de información, puede buscar en internet en la edición de El Espectador de 23/07/2021, “Psicópatas entre nosotros” que nos dice: “en el mundo de los negocios y la política el porcentaje de individuos es cuatro veces más alto.”

Ahora bien, la dignidad es una luz inmaterial que, como la luz física, tiene diferentes manifestaciones. En lo físico esa luz se descompone en los diferentes colores del arco iris al pasar por un prisma. En lo espiritual, el prisma son las diferentes situaciones humanas a través de las cuales pasa nuestra sensibilidad hacia  lo bueno.

Y ahí está la trampa cuando lo ‘bueno’ se relativiza mediante los argumentos de una ideología porque la gente no se da cuenta que, honestamente utilizada,  la ‘razón’ es una herramienta para encontrar la verdad; pero si se la utiliza bajo una intención malvada, sirve para  perpetuar un error de manera edulcorada, pero con consecuencias desastrosas. Por lo que hago la siguiente pregunta: ¿Qué ideología del ‘civilizado’ siglo 21 justifica la barbarie de la quema de iglesias en Nicaragua?

Si eso ocurre sin que nadie diga nada, entonces una grosería puede convertirse en ‘símbolo’ de autenticidad; el consumo de substancias psicoactivas puede significar ‘libertad’; la letalidad de las balas se vuelven amigables; el psicópata considera que su proeza enferma es hermosa, etc. Así la espada de Bolívar es folclor en España y en Colombia símbolo de libertad, porque los malvados han remplazado la verdad, amparándose en un derecho de libre expresión y acción delictiva que llaman revolución que se salta toda noción de humanidad.

Y ahora viene  el truco comunista para ganar le guerra de manera sabrosa. Convierta cada frase del párrafo anterior en una narrativa que justifique la frase y finja otra que se le opone. Los que justifican se llaman verdes y los opositores azules, pero son lo mismo.  Y con ello crean el mercado de las ideas de izquierda; algo para consumir como comida chatarra, pero sabrosa. Lo sabroso es lo que impide razonar, un instinto natural para multiplicarse sin responsabilidad. Eso es obvio, pero conviene ignorarlo para que prospere el negocio de las ideas ‘progresistas’.

Entonces frente a una persona que habla de algo auténtico, maravilloso, bondadoso, benévolo, , afable, exacto, hermoso, lindo, genial, amigable, etc. usted se siente confundido,  porque quien lo dice no refleja ninguna de esas cualidades que tanto enfatiza.

Así, cuando experimentamos situaciones cuya respuesta es ese sentimiento de confusión frente a la intuición de nuestro valor como seres humanos frente al engaño, que el representante de la decencia momentánea nos hace experimentar, hemos llegado al nivel de personas moral y éticamente responsables que también saben reconocer las actitudes  opuestas o posiciones éticas y emocionales,   que serían los que representan la indignidad. Doy un ejemplo.

Usted puede empezar a hablar con esa persona a cerca de A, pero termina hablando de X, que es el campo donde puede desplegar su pericia manipuladora. Y usted no se da cuenta cómo llegó a ese callejón  sin salida. Lo que los desconcierta es cuando uno se levanta de la mesa, los manda al carajo, y asume lo que venga, a ver qué pasa. Ese es el reto que no quieren porque son minoría.

Sin embargo la dignidad puede ser fingida por los maestros manipuladores del discurso emotivo.  Se llama demagogia. Pero cuando leemos el texto de lo que dicen y se analiza, nos damos cuenta de sus estupideces.  De ahí que a muchos les guste la emoción del insulto genial del enemigo y no les importe la viabilidad de las propuestas políticas. .  Cuando enfrentamos ese dilema porque no sabemos discernir qué es falso y qué es verdadero, cometemos errores de juicio. Cuando nos damos cuenta del engaño, reaccionamos de diferentes maneras según la conciencia de cada quien; o el fusil que nos apunta para que callemos.  

Como pueden ver, estimados lectores, la dignidad no es una ideología, sino uno de los fundamentos esenciales de la vida porque está presente en las personas famosas y en las del común, con cada una de las situaciones que podemos experimentar a diario. Por eso es importante TENER CONCIENCIA   de esa condición irrenunciable del ser humano. Ahora bien, ¿cómo podemos reconocer si un gobierno funciona con principios de dignidad?

  1. Si realmente tiene en cuenta y actúa para demostrar que toma muy en serio lo que piensan y sienten los ciudadanos, haciéndolo directamente, no mediante propaganda o influencia en los medios de comunicación. Ahí la gente medirá la autenticidad del mandatario. Ejemplo actual. Todos pueden opinar sobre la reforma tributaria; se les escucha, dice Petro. Pero los montos de la reforma permanecen  inamovibles. ¿Qué es eso?
  2. Al verlo  esforzarse en dar un ejemplo impoluto de veracidad y honestidad,  un gobierno crea una cultura de dignidad. Ejemplo. Nadie olvida la labor de Antanas Mockus cuando fue alcalde de Bogotá y enseñó seguridad ciudadana; y aunque haya sido un contradictor político de nuestro partido, se le respeta.
  3. Los gobiernos deben saber que cada miembro tiene su MOMENTO DE DIGNIDAD o INDIGNIDAD con los que pierden, no solamente ellos, sino el país.  Por eso,  la dignidad debe ser su modo  de vida normal, porque el examen puede darse en cualquier momento. EJEMPLOS. ¿Quién olvida el cocotazo que Germán Vargas Lleras le dio a su conductor? Las encuestas dan veredictos. ¿Quién no recuerda con agrado en el 2002  a los soldados que custodiaban las carreteras,  saludaban a los viajeros, recibían regalos y felicitaciones  después de haber estado los ciudadanos secuestrados  en las ciudades?
  4. Debemos observar si en el gobierno existe un alto nivel de oportunidades para todos, los que se oponen o lo apoyan. Pero no basta con la oportunidad; también debemos tener claro si humilla o no;  o si trata a la opinión pública con argumentos infantiles; o pretendiendo meter goles creyendo que no nos damos cuenta.  Así libertad e igualdad se vuelven una realidad democrática como resultado de la dignidad que permite un ejercicio robusto del civismo, moralizando la sociedad, como barrera contra el libertinaje negligente o irrespetuoso, tanto de los dirigentes como los ciudadanos.   

Además, por muchos años se ha dicho que para superar las amarguras del conflicto interno, hay que establecer un campo neutral de comprensión mutua cambiando el ‘chip’ político, por uno de sentido común en el que todos nos beneficiemos.  Propongo los siguientes:

  1. La responsabilidad inalienable de ser mejores cada día; ser cultos, saber pensar; porque a un profesional jamás se le perdonará la carencia de cultura y principios éticos, además de ser negligente  en su campo.
  2. Cómo aplicar esos principios correctamente sin dañar a nadie. El servicio desinteresado y eficaz en el ejercicio de la profesión es garantía de que logremos metas respetables.
  3. Debemos respetar la autonomía de los otros en la que la coerción, la discriminación y  el engaño están prohibidos.
  4. Las promesas deben cumplirse.
  5. Que debe haber una planeación para todo incluyendo esos principios y valores éticos en cada etapa del proceso para que garanticen que las personas actúen bien. La práctica de esas conductas  nos garantizan la GOBERNABILIDAD  de nuestras vidas para ser felices sin dañar a nadie porque asumimos nuestra responsabilidad como gente de bien. De ahí que en octubre del  2020, en el gobierno de Iván Duque, la Presidencia de la República publicara el MANUAL DE INTEGRIDAD Y BUEN GOBIERNO que nos propone tener en cuenta  la siguiente definición orientadora:

Por otra parte, la gobernabilidad es el  conjunto de condiciones que hacen factible a un gobernante o director el ejercicio real del poder que formalmente se le ha entregado para el cumplimiento de los objetivos y fines bajo la responsabilidad de su cargo. Esta capacidad de conducir al colectivo se origina enel grado de legitimación que los diversos grupos de interés conceden a la dirigencia, y se juega en el reconocimiento de:

  1.  Su competencia e idoneidad para administrar la entidad en el logro de los objetivos estratégicos; es decir, la persona es eficiente.
  2.  El cumplimiento de principios y valores éticos y la priorización del interés general sobre el particular; esto deja en claro la INTEGRIDAD  del mandatario.
  3.  La comunicación para hacer visibles la forma como se administra y los resultados obtenidos. Lo que significa que su gobierno será trasparente.  

Así las cosas, debemos diferenciar entre la dignidad del cargo, y la dignidad de la persona. La dignidad del cargo se deriva de la historia del país y su esfuerzo por mantener la democracia actuando dentro de los parámetros de la Constitución.  La dignidad de la persona tiene que ser ganada con la práctica real y visible de principios y valores, y no con su prédica. Abramos los ojos afiladamente racionales y éticos para que no nos sorprenda el ladrón de la de la dignidad.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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