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Alfonso Monsalve Solórzano

Aristóteles dijo que la verdad es la correspondencia del enunciado con los hechos que informa. Tarski afirmó que el enunciado “la nieve es blanca” es verdadero si la nieve, en efecto, es blanca. Wittgenstein dijo que la verdad era como el mapa de un territorio. Es lo que se llama verdad objetiva.

 El punto está en que, en las ciencias, pero también en el lenguaje y el sentido común, en ocasiones es difícil ponerse de acuerdo en lo que es un hecho y cómo explicarlo, porque la admisión de una verdad varía en el tiempo: lo que es verdadero en un determinado momento, resulta refutado y reemplazado por otra verdad que tiene un mayor poder explicativo, en un período siguiente: la física de Newton ha sido refutada en su concepción del tiempo y el espacio absolutos por la física relativista de Einstein. La teoría de la inevitabilidad del socialismo, que predica el marxismo, fue refutada con la caída de la Unión Soviética y su conversión, igual que China, en estados capitalistas dictatoriales.  Las creencias de la superioridad de los hombres sobre las mujeres o de los blancos sobre otras razas, han ido siendo desechadas por nefastas en las sociedades liberales.

 Por eso hay que tener criterios, fijados por consenso, para poder admitir si algo es un hecho o no y su caracterización es adecuada. Como quien dice, la verdad objetiva ha de ser resultado de acuerdos entre cada comunidad. El primero, tanto para las teorías científicas como las creencias del sentido común, es que, como se expresó más arriba, han de poder ser refutadas.

Ahora bien, siguiendo a Karl Popper, las teorías científicas empírico deductivas (ciencias naturales) que explican y predicen los hechos que tienen la característica de ser repetibles o cíclicos, deben expresarse en el lenguaje de las matemáticas, que permite la deducción y establecer la exactitud o grado de probabilidad de la ocurrencia de un hecho, de manera que pueda ser falsada o mantenerse provisionalmente mientras ocurre la falsación y aparece una nueva teoría con un mayor poder explicativo y predictivo.

Las ciencias sociales y humanas, siguiendo de nuevo a Popper, no se escriben en el lenguaje matemático porque no refieren a hechos repetitivos o cíclicos, sino que cambian en el tiempo; no son predictivas, como pretendía la economía política marxista y el materialismo histórico: no hay leyes de la historia en ese sentido. No hay un devenir histórico inevitable, en la acepción de la inevitabilidad de la ley de la inercia; En las ciencias sociales no caben las explicaciones holísticas de la sociedad, como la marxista, sino interpretaciones que dependen del acervo del conocimiento acumulado y de las premisas -escuelas de interpretación- con las que leen la realidad social estos científicos. Pero muchos científicos sociales no se pueden quitar los lentes de la ideología hasta el punto de negar hechos que no se acomodan a su particular visión, o, por el contrario, forzarlos para que encajen en ella. Paradigmáticas son las distintas versiones de la historia del Partido Comunista de la Unión Soviética, en las que se quitaban o ponían protagonistas según la posición en ese momento de su dirigencia. Igual ha ocurrido en Colombia con la historia de ciertas organizaciones de izquierda.

 Esto no quiere decir que no haya posibilidad de acuerdo en las ciencias sociales, porque las distintas interpretaciones pueden coincidir en la manera como interpretan puntualmente ciertos hechos, por ejemplo, cómo en las sociedades se van aclimatando ciertos valores y desapareciendo otros, en el transcurrir del tiempo. Por ejemplo, la consolidación de la democracia liberal para la resolución de conflictos sociales entre grupos con intereses diferentes y hasta antagónicos en una determinada sociedad, con base en el pluralismo y su respeto por los derechos humanos (hasta el punto que los regímenes opresivos se justifican por los tiranos en que son los que verdaderamente respetan a uno y otro valor). O el hecho de que hay más riqueza y mejores condiciones de vida para muchos en la actualidad que hace doscientos años. Obsérvese que ambos enunciados son, en principio, refutables.

Todo este recorrido como premisa para analizar el concepto de verdad de la Comisión de la Verdad. ¿qué tipo de ejercicio es ese?

Es presentado como una verdad absoluta y estás no se pueden refutar. Lo que dicen que ocurrió y las valoraciones que hacen son las únicas admisibles: las presentaron como tales ante la ONU, países europeos, Estados Unidos, etc. Así lo hacen ante los colombianos, a quienes adoctrinan en las aulas asumiéndolo como un informe oficial que dice la verdad oficial sobre el conflicto colombiano; pero también como base de trabajo para la política de víctimas. Hubo un sesgo evidente en la escogencia de los voceros de estas. Esta característica hace que el informe viole un principio básico ético de cualquier investigador social: consultar las fuentes disponibles, todas, no las que sirvan a un propósito partidista.

 Hay afirmaciones tendenciosas que expresan una visión ideologizada afanada por condenar al oponente por razones ideológicas. Uribe puso el dedo en la llaga cuando dijo en un tuit reciente que la comisión mentía cuando afirmó que la política de seguridad de sus gobiernos estuvo al servicio de la propiedad y no de los ciudadanos.  Cierto, en su momento estos fueron representados por más de dos millones de personas que salieron a condenar a las Farc y apoyar la política de seguridad del entonces presidente; o el sentimiento de felicidad y libertad que se vivió en el país; o cuando se sometieron a la justicia las autodefensas y rebajaron dramáticamente las tomas de pueblos por parte de la guerrilla, finalmente, las carreteras pudieron transitarse libremente, sin amenaza de ser muerto o secuestrado. El propio Uribe muestra en el tuit mencionado algunas de las realizaciones de esa política para beneficiar la seguridad de los colombianos.

Hay otras afirmaciones altamente cuestionables, como aquella de que la guerra que libró esa guerrilla fue justa en su causa.

Podría continuar ejemplificando, pero para los fines de este artículo es suficiente. No es un informe que refleje la pluralidad de puntos de vista. No es una investigación histórica sino un relato sesgado con propósitos ideológicos: servir a la narrativa que justifica la práctica violenta de un sector de la izquierda y demonizar a quienes se le opusieron. No busca, por consiguiente, la reconciliación en la verdad plural, sino la indoctrinación. Es un falso positivo teórico que no representa a todos los colombianos. Por eso es absolutamente razonable que aparezcan narrativas alternativas que muestren la voz de quienes fueron silenciados y valoren los alcances de la institucionalidad colombiana que luchó contra esa violencia en la lucha por la paz.

 
Publicado en Columnistas Nacionales
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