Es cierto que el Presidente Petro se contradice respecto a la prioridad de la compra de aviones de guerra y que en 2021 criticó a Duque cuando lo iba a hacer diciendo que en medio de una crisis como la que se vivía “era el máximo grado de irresponsabilidad de un gobernante” y por tanto no entendía “un país que pueda aplaudir que no se usen los recursos para salvar la vida y en cambio sí en instrumentos para bombardear niños”.
Es cierto, también, que en momentos en que se agrava la crisis fiscal (con un hueco de $28 billones), se incumple la ley de la Regla Fiscal (déficit de 5,1% del PIB), cae el recaudo de la Dian en 4,3%, botan al ministro Guevara por atreverse a proponer un recorte adicional de $25 billones y la deuda del Gobierno con la salud supera los $15 billones, destinar más de 8 billones de pesos a la compra de 16 aviones de guerra no tiene sentido.
No tiene sentido, aunque los Kfir de la Fuerza Aérea hayan cumplido su vida útil (de 22 iniciales hay 12 supuestamente en servicio; los otros han sido retirados por obsolescencia y un alto costo de mantenimiento). Seguramente para la FAC sea una prioridad postergada y esté presupuestado así sea con más deuda, en unas Fuerzas Militares donde a veces cada Arma actúa de manera insular.
Pero, la principal razón por la que es incomprensible la compra de esos aviones, aunque la plata sobrase, el recaudo estuviese disparado y la salud financiada, es que la realidad de las confrontaciones externas cambiaron e igual la situación interna. Los aviones de guerra ya no son el arma más estratégica para la defensa de la soberanía y el problema de Colombia en este momento no es una amenaza de afuera, sino una amenaza interior.
Las guerras dejaron de ser convencionales para tornarse regionales, lo vemos en Medio Oriente y Europa del Este, donde el uso de aviones de guerra pasó a un segundo plano. Han sido remplazados por misiles de tierra de corto y mediano alcance pero en especial, por drones: plataformas autónomas de alta precisión, con sensores para identificar y perseguir objetivos puntuales, y sofisticados sistemas de información de inteligencia.
Uno de ellos, el MQ-9 Reaper, opera de manera remota, alcanza una altura de 50.000 pies, una velocidad de 300 km por hora, una autonomía de vuelo de 14 horas, armado con 8 misiles de precisión o con una capacidad de munición de 1360 kilos, más los equipos de inteligencia. Cada uno cuesta US$ 30 millones cuando cada uno de los 16 aviones que se le comprarían a Suecia cuesta US$ 125 millones, equivalente a 4 drones.
Es un ejemplo pues hay muchos drones, siendo este el más letal y avanzado. En un país de guerrillas donde los cabecillas del Eln, las Disidencias de las Farc y del Clan del Golfo se mimetizan en la población y ocultan en la selva, con drones de estas características y otras capacidades militares, hallar a ‘Antonio García’, ‘Iván Márquez’, ‘Iván Mordisco’ y ‘Chiquito Malo’ y darlos de baja con sus estructuras, sería cuestión de voluntad política, que escasea.
La soberanía está en riesgo no por una amenaza externa pese al demente del vecino, sino interna. Nuestra soberanía está amenazada y se resquebraja a diario por cuenta de organizaciones criminales. Recuperar el control territorial, pero de verdad y no en el discurso, es la prioridad en seguridad. Eso no se logra con aviones de guerra aunque los adornen con paneles solares regalados y un renovado hospital San Juan de Dios. Si van a invertir $8 billones en equipos, háganlo bien. Pero primero, giren la plata de la salud.
5 de abr de 2025