Las protestas han ido tomando una dimensión que se sostiene en cada ámbito de la sociedad. Ya no son únicamente los departamentos que históricamente no son afectos a las ideas de izquierda. Son igualmente los sectores populares quienes ya no soportan la verborrea presidencial, esos cantos de sirena que ya no seducen a los estómagos hambrientos. La realidad es que Colombia padece una crisis sin precedentes en el último tiempo. La experiencia izquierdista al frente del estado ha sido nefasta. No existen los grandes planes de desarrollo que impulsen el despegue económico. La industria carece del dinamismo que tuvo en el gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez, hoy ferozmente perseguido por la jauría auspiciada desde el palacio de Nariño. La agricultura está envuelta en la misma crisis que tienen que ver con sus absurdas políticas.
Aparte de del desaguadero económico, está el espíritu de quebranto que se experimenta en la nación. La gente siente que caminan resueltamente a vivir bajo la égida de una tiranía comunista. Ese miedo a perder la libertad y la democracia da vigor a esos miles de caminantes que han recorrido los senderos de Colombia. Los pueblos hablan a través de la insatisfacción. Eso lo vienen midiendo los estudios de opinión como la fuente para ir corroborando técnicamente la realidad.
Que esa voz de la gente no se apague. Es la hora gallarda de la República. El país merece encontrar la luz en el túnel en donde lo ha conducido un gobierno errático. No se puede dejar morir la rebeldía cívica del ciudadano.
@alecambero