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Mientras resista Antioquia, los colombianos no nos vamos a hundir

Julio González Villa 

He citado muchas veces a Eduardo Caballero Calderón. Este escritor nació en Bogotá el 6 de agosto de 1910 y murió el 3 de abril de 1993. Estos Caballero (Su padre fue Lucas Caballero Barrera) son de Suaita (Santander) y los Calderón de Boyacá. Es hermano de Lucas Caballero Calderón, que escribía en el Tiempo con el seudónimo de Klim. Fue el fundador del municipio de Tipacoque, pueblo que fue vereda de Soatá. Es la puerta o límite entre Boyacá y Santander. Territorios donde comenzó el proceso de la violencia política en Colombia, cercano a Boavita donde estaba la tristemente famosa vereda Chulavita, de donde vinieron los “Aplanchadores”.

Eduardo Caballero Calderón escribió unas obras que se me grabaron desde mis primeros años de estudio en el Colegio. Fuimos obligados a leer: Siervo Sin Tierra, El Cristo de Espaldas y el Diario de Tipacoque. Prometo volver a leer a Siervo Sin Tierra que relata la historia de la violencia en Colombia entre 1930 y 1960, los contratos de aparcería, las grandes haciendas, la formación de los ejércitos liberales y conservadores sobre la estructura de la tierra: aparceros y propietarios, etc…

Quise empezar por acá para que quede bien claro que Eduardo Caballero Calderón tiene de todo, menos de antioqueño. Sus raíces y vida se desenvolvió del río Magdalena hacia el oriente. Antioquia está en la otra ribera, es decir, al occidente. Eduardo Caballero Calderón era el Registrador Nacional del Estado Civil en 1949 cuando después del asesinato de Gaitán (9 de abril de 1948), el cierre del Congreso por Mariano Ospina Pérez, el avaleo que se dio al interior de la Cámara de Representantes; en general, se recrudeció la violencia política que había comenzado en 1930 con la llegada al poder del Partido Liberal durante 16 años después de una hegemonía conservadora de 46 años.

El historiador Francisco Duque Betancur, en su gran obra Historia del Departamento de Antioquia, en un capítulo que tiene sobre Los Antioqueños en las páginas 1110 y ss, obra premiada por la Asamblea Departamental, impresa por la Imprenta Departamental en 1967, es quien hace la cita textual del escrito de Eduardo Caballero Calderón. Y hago mención de esto porque fui yo quien comencé a citar a Eduardo Caballero Calderón, y a estas alturas ya hasta el Gobernador de Antioquia y otros cientos de personas citan ese escrito. Me veo obligado a hacerlo para que la historia acuda a la fuente y no quede esto como decires sin respaldo.

Cito entonces a Eduardo Caballero Calderón:

“Hacía por lo menos doce años no visitaba a Medellín para ponerme en contacto físico y directo con el pueblo antioqueño. Y no por breve, casi rauda, mi permanencia en esas tierras, dejé de percibir una vez más lo que siempre me ha impresionado en Antioquia. Esta no es uno de los diez y siete departamentos de Colombia, sino un pueblo, una nación, un país como decía el señor Suárez”. “Tiene un contorno y un perfil recios e inconfundibles, descarnados como sus montañas ingentes; un carácter propio y peculiar; una manera de ser que se refleja lo mismo en los personajes de Carrasquilla que en esos fundadores de industrias y de pueblos a quienes debe Colombia lo que es hoy y lo que podrá ser mañana.”

“Sin Antioquia, Colombia sería de otra manera: más tropical, más superficial, más ligera si predominara exclusivamente el elemento “calentano”; o más apática, ensimismada y esquiva, si predominara el elemento andino de la cordillera oriental. Sin Antioquia, Colombia se asemejaría a Cuba o al alto Ecuador. Gracias a ese ingrediente humano, fuerte y capitoso como un plato de fríjoles, Colombia es ella misma y no se parece a nadie. Sobre todo tienen los antioqueños algo que nos falta a los demás colombianos, y es el orgullo de ser como son y una necesidad física y espiritual de afirmarse e imponerse de esa manera aún en los medios más hostiles. Siendo tan andariegos, llevan a Antioquia a todas partes. No la dejan atrás, no quieren librarse de ella como les sucede a los colombianos de otras regiones a quienes lo propio, lo entrañable y lo provinciano les comienza a estorbar cuando cambian de residencia. El antioqueño está tan identificado con su tierra y con su gente que renegar de Antioquia sería para él como renegar de sí mismo, por lo cual su condición de colombiano consiste esencialmente en sentirse y conservarse profundamente antioqueño.”

“De ahí que visitar a Antioquia, meterse de cabeza entre los antioqueños, dejarse coger entre las ruedas de ese engranaje humano que es Medellín, reconforta el espíritu. Antioquia es algo duro en que Colombia apoya sólidamente los pies, sin resbalarse ni caerse de bruces, como sobre los cascos de una mula, porque posee dos cualidades admirables, la una doméstica y la otra universal: confianza en ella misma y sentido común.”

“Pero andan muy descaminados quienes por no conocerla piensan que Antioquia es Medellín, y éste no es sino una inmensa factoría que tritura el espíritu. Las chimeneas, en primer plano, no dejan ver la realidad profunda. El transfondo antioqueño es el hogar donde se trenzan con una fuerza admirable la solidaridad, la comprensión, la lealtad, la espontaneidad, la fe en el hombre y el amor a la vida. La sensibilidad poética y el poder expresivo se acendrán allí, en esos huertos cerrados que son las casas antioqueñas. Detrás de los poetas, los artistas y los escritores de la montaña, los más vigorosos y originales entre todos los colombianos, no hay mera literatura como en tantos otros que parecen brotar en estos riscos por generación espontánea. Detrás del antioqueño hay el hogar, el solar y la tierra que dan al hombre su densidad histórica y sin las cuales literatura y poesía no son sino una polvareda de palabras y el hombre es un esquema sin profundidad.”

“Por eso regresé de Medellín con esta impresión alentadora, que quisiera comunicar a quienes a veces dudan y desconfían del porvenir de Colombia: mientras resista Antioquia, los colombianos no nos vamos a hundir.”

Por todo esto es que Antioquia está señalando un horizonte a Colombia. Antioquia ha decidido enfrentar sin aspavientos, sin disimulos, sin temor, con arrojo, con claridad, a un Presidente de Colombia que se hizo elegir violando el artículo 109 de la Constitución Nacional al violar los topes de financiación; a un Presidente que se hizo elegir violando el artículo 197 de la CN: “No podrá ser elegido Presidente de la República o Vicepresidente quien hubiere incurrido en alguna de las causales de inhabilidad consagradas en los numerales 1, 4 y 7 del artículo 179”. El art 179 CN numeral 1 dice que quien fue condenado a pena privativa de la libertad no puede ser elegido Presidente. ¿No fue condenado a pena privativa de la libertad Gustavo Petro cuando fue guerrillero del M19?.

Antioquia se enfrenta ahora a quien ha decidido quitarle la financiación a las vías 4G que cruzan nuestro departamento y unen el Pacífico con el Atlántico, que unen el Eje Cafetero con el mar. Antioquia ha decidió enfrentar al Presidente que tiene entre ciernes despojar a Antioquia de su región de Urabá que le ha pertenecido desde el 24 de agosto de 1569 cuando el Rey de España envió la jurisdicción que le correspondía al Gobernador y Capitán General de las Provincias de Antioquia (Francisco Duque Betancur, ob. cit. Pag. 218). Antioquia ha salido masivamente a manifestarse contra Petro el pasado 6 M; Antioquia enfrenta las reformas petristas que intentan totalizar a Colombia bajo un régimen comunista; y ahora enfrenta Antioquia a quien viola la separación y equilibrio de poderes y quiere una Asamblea Constituyente para perpetuarse en el País y enajenar a Colombia al totalitarismo comunista y socialista de Rusia, de Cuba, de Venezuela, de Nicaragua.

Por todo ello, es necesario gritar a viva voz, como lo dijo Eduardo Caballero Calderon: “quisiera comunicar a quienes a veces dudan y desconfían del porvenir de Colombia: mientras resista Antioquia, los colombianos no nos vamos a hundir.”

¡Antioquia resistirá!

https://alponiente.com/, Bogotá, 17 de marzo de 2024.

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