La tradicional diplomacia colombiana siempre abogó por la defensa íntegra de la libertad, creyendo en la paz como la vía para resolver los conflictos. Jamás engrasó la espada del verdugo en su aviesa intención de arrancarle la cabeza a la institución democrática. En la actualidad, en la idea que emana desde los afluentes del palacio de Nariño, está el odio por Israel. La escueta condena de la criminal acción de Hamas demuestra una conducta al servicio del terrorismo islámico. Un grupo de asesinos embrujados por una ideología maligna, que acaba de liquidar a 1500 israelíes y secuestrar a más de doscientos, por ninguna circunstancia puede recibir la beatificación de justificar sus acciones. A menos que se piense como ellos.
La temeraria opinión del canciller Álvaro Leyva Durán, en donde insinúa que el embajador de Israel en Colombia, Gali Dagan, debe marcharse del país es un acto retrógrado e inamistoso con una nación que en el pasado ha contribuido con la democracia colombiana. La indisimulada posición hostil del gobierno colombiano para con Israel viene demostrándonos que la gestión de Gustavo Petro se aproxima aceleradamente a militar en los santuarios de la subversión. Su ambigua posición sobre el derecho que tiene Ucrania de defenderse de los ataques rusos. Denota que la diplomacia colombiana marcha hacia el despeñadero.
Es sumamente lamentable que la tradicional postura colombiana de ser garante de la democracia y la paz sean arrolladas por la siniestra visión de Gustavo Petro de querer luchar contra las democracias universales. Buscar camorra en contra de la comunidad internacional, asociándose con factores violentos que pretenden dinamitar lo establecido. En su mundo irreal parece que solo cabe el derramamiento de sangre inocente.
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Alexcambero