Las propuestas fueron para las gradas, solo una hábil engañifa para ilusionar a incautos. En algún momento la realidad nacional logró hacer metástasis en las grandes mayorías que pudieron comprender que estaban ante una vil mentira. De acuerdo con la última encuesta de la reconocida empresa de medición Opinómetro el 63 por ciento de los colombianos desaprueba su gestión. Curiosamente, al principio de su gobierno, mantenía un respaldo con esas cifras, pero a la inversa. Este hecho habla a las claras de un deslizamiento en la conciencia que seguramente seguirá creciendo debido a la errática administración presidencial.
Creyó que podía sobrevivir con base en la hipnosis colectiva. Vivir relatándonos las viejas historias que contaban los abuelos acompañados del café y el trozo de panela guardado en las mochilas campesinas. Endosándole los fracasos a la fábula de conquistadores endiosados. Frases hermosas con algún arrebato irreal de manutención de las ansias guerrilleras. Solo que ahora quien estaba con el control del poder era él. Con semejante compromiso está obligado a dejar la retórica para cumplir con lo ofrecido en campaña. Ese rol parece molestarle en grado sumo. Siempre quiere zafarse de la obligación. La obra de Gustavo Petro no existe. Su gestión ha sido el intento de incendiar las instituciones democráticas. Los escándalos de corrupción han sido públicos y notorios. Sus desaguisados al ponerse al lado del nefasto gobierno de Nicolás Maduro.
El destino político de Gustavo Petro es la repulsa de las grandes mayorías. Ya su narrativa no convence a propios y extraños. Es uno de los fracasos más rutilantes de la vida colombiana. Pasará a la historia como un gran chasco, la frustración de una ilusión que terminó guillotinada.
@alecambero
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