Con mucho sacrificio pudo lograrlo. Caminaba diariamente hasta la facultad de derecho. De esa forma lograba ahorrarse algunos pesos que hacían falta en su domicilio. Su empuje desencadenó en una inteligencia serena, comprometida con la idea de cruzar con éxito la meta deseada. No se amilanó ante el infortunio, aunque este quisiera torcerle el pescuezo a cada rato. Trabajó como camarera para poder pagarse la universidad. Como su patrimonio no era boyante, sus dificultades eran múltiples. Muchas veces no tenía ni siquiera para sacar fotocopias, amanecía leyendo en la biblioteca del Congreso argentino. Un espacio gratuito que permanece abierto las veinticuatro horas del día. Allí no solo estudiaba al autor que recomendaban en clase, sino que investigaba a veinte sobre el mismo tema.
Su perseverancia le fue dando una ventaja. Su desgracia de no contar con dinero le jugó a favor cuando comprendió que su única arma estaba en las noches enteras que pasaba allí con hambre y sueño. Entre noctámbulos y empedernidos lectores, andaba ella, con los ojos clavados en los libros, con un afán por lograrlo, que hizo que su memoria fueran las fotocopias que no podía pagar. En algunas oportunidades su cena fue un té que regalaban a las cuatro de la madrugada. Con menos probabilidades económicas pudo encontrar la llave que la condujo a su verdad. Una militante de los sueños, aferrada a querer aprender a punta de sacrificios. Con gran abnegación: leyó para suturar la herida espiritual que agujeraba su alma.
En clases destacaba por exhibir un conocimiento bárbaro del derecho. Con el manejo extraordinario de todas las visiones, sobre un tema específico, lo que dejaba atónitos a toda su audiencia. Tuvo la amarga experiencia de no poder pagar los gastos del título. Pidió que le dieran una beca que cancelaría en un año ejerciendo su carrera como litigante. Su petición fue negada. Lloró amargamente en aquel episodio desgraciado. Que una casa de estudios que enseñaba la grandeza del derecho y la justicia fuera injusta con una estudiante modelo. Hablaba muy mal de una institución de enorme trayectoria histórica. Fundada por el gobernador de la Provincia de Buenos Aires Martín Rodríguez el 12 de agosto de 1821. Tuvo que pelearla como en un ring del boxeo que encontró los ensogados embadurnados de vileza.
Fue viendo al derecho como el equilibrio que podía arbitrar a una sociedad argentina tan desigual. Es indiscutible que los intereses y la corrupción son los que ejercen la justicia en la mayoría de los casos. Castas atiborradas de inmoralidad han hecho del derecho una pantomima. Una trituradora de vidas que vomita destrucción. Con la guillotina filosófica de rebanar al desprovisto de oportunidades, con sonriente docilidad para juzgar al verdadero delincuente.
De Buenos Aires a Chubut. 1827 kilómetros desde la enorme urbe bonaerense hasta Chubut. Provincia argentina de vastas llanuras coronadas por la cordillera de Los Andes y el océano Atlántico. Una mirada de Mariel Alejandra Suarez, donde la espectacular capital fue difuminándose en la medida que la distancia la colocó en otra realidad equidistante.
Se instaló en la provincia para ejercer el derecho con mucha dignidad. Desde el principio incomodó por su manera de interpretar las leyes. Le gustaba observar los hechos analizando muy bien cada elemento. A veces se ponía en los zapatos del acusado. Se convirtió en una aguda crítica del sistema judicial de su país. Podía haberse quedado callada. Sin embargo, prefiero enfrentar las aberraciones que corromperse. Mucha plata que danzó ante sus ojos sin seducirla en ningún momento. Por mérito propio logró ser juez. Sus decisiones envolvieron la polémica. Siempre fiel a sus convicciones avanzaba sin temblarle el pulso. Más de veinte años de carrera llegan hasta el punto de un hecho que marca su impecable trayectoria.
En el año 2007 el ciudadano Cristian Omar Bustos es acusado de la muerte de su hijo Eric Benjamín de tan solo nueve meses. Fue condenado a prisión perpetua por la Cámara del Crimen de Esquel en 2007. Luego escapa de la comisaría de Concorvado huyendo hasta Chile, años después es capturado en una acción policial en donde muere el agente Leandro Roberts. El 8 de marzo del 2009. Al parecer el expediente del indiciado estaba lleno de múltiples fallas según la juez Suárez. Ella vota que sea condenado, mientras sus colegas aplican cadena perpetua. Acepta la decisión de la mayoría y se ejecuta la sentencia. Es enviado al Instituto Penitenciario Provincial (IPP) de Trelew, en Chubut. El 29 de diciembre del 2021 ocurre un hecho inédito. La juez Mariel Alejandra Suarez acude al penal para conversar con su condenado Cristian Omar Bustos. Al entrar se consigue con un hombre consciente de su destino. Con un positivismo sumamente extraño: para un individuo condenado de por vida a estar tras las rejas. Sin amargura ni rencor en la búsqueda de encontrar paz en su corazón.
Se sientan en el piso comparten empanadas y bebidas y las cámaras captan un acercamiento que muchos catalogan de un beso. Estalla un escándalo de enormes proporciones. Mientras ella aclara que solo le decía al oído el interés que tenía en escribir un libro sobre su caso. En donde se revelarían muchas irregularidades, sin negar que Bustos merecía una condena. Un día después regresa al penal. Esta vez conversan en un espacio sin cámaras de seguridad para planificar con mayor precisión lo de su proyecto literario. La juez es destituida por este hecho. Paradójicamente el reo Cristian Omar Bustos se ofrece de testigo de aquella que lo mandó de por vida a la cárcel, como vemos, un hecho insólito.
En la actualidad Mariel Alejandra Suárez sigue siendo el flanco de los ataques de aquellos sectores que denunció. Se defiende con la dignidad de mantener en alto sus convicciones. Las presiones han sido terribles. Sin embargo, sigue siendo una luchadora que no se conforma con el revés. En un sórdido mundo de confabulaciones no se detiene en la defensa de sus derechos. Con la frente en alto sabe que su destino es lucharla hasta cruzar el umbral. Que no existe respiro para los irreductibles. Va al campo para recoger leña buscando respiro en la cordillera. Se abraza a su familia para en el tierno cariño conseguir aliento para seguir adelante, rendirse no está en sus cromosomas.
@alecambero
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