Es inevitable tener en la retina la alianza que a mediados de la década de los 90 del siglo pasado, en España, Ernesto Samper y los representantes del ‘Cartel de Cali’ en lo que se llamó “El Pacto de los Recoletos”, sellaron el acuerdo en virtud del cual Samper se comprometió a cuidar los intereses del narcotráfico, mientras que los mafiosos, a su vez, se encargaron de irrigar con dineros sucios la campaña que lo llevaron al poder.
Aquel, se creía, había sido el más nauseabundo de los escándalos. Un cartel del narcotráfico compró la silla presidencial, poniendo a su testaferro político al frente de los destinos de la nación. Caer más bajo parecía imposible.
Pero lo conocido con la campaña petrista, hace ver al 8000 como un juego de niños, como una pilatuna de menor cuantía. Estamos hablando de los peores criminales tranzando con quien encabeza las encuestas de opinión a cambio de rebajas de pena, como lo confirmó la propia revista Semana, medio que logró confirmar que efectivamente Juan Fernando Petro sí planteó una rebaja en la pena.
Entendidos en temas de mecánica electoral aseguran que las personas con las que el hermano de Petro estuvo finiquitando el acuerdo pueden llegar a sumar un millón de votos, una cifra gigantesca que define unas elecciones presidenciales.
Hay que admitir que Gustavo Petro tiene un efecto teflón impresionante. Ninguno de los escándalos en los que ha estado metido lo han afectado. Las bolsas con plata, sus alianzas con Benedetti y Roy Barreras, su pacto con la traficante de secuestrados alias ‘Teodora Bolívar’, la promoción de la violencia a través de la banda criminal ‘Primera Línea’. En fin. Toda esa agua sucia no lo ha mojado, como sí lo ha hecho el caso de La Picota.
Y no es para menos. El protagonista es su hermano Juan Fernando. La excusa del entrampamiento es inverosímil. La campaña petrista reconoció, a través de una abogada de medio pelo que trabaja para esa causa, que efectivamente desde la cárcel había llegado la invitación para ir a conversar. El hermano menor del candidato fue el encargado de presentarse en el reclusorio y, como se ha ratificado, en el encuentro sí se habló de rebaja de penas.
Tanta emoción despertó esa posibilidad que de inmediato uno de los peores bandidos del país, Marquitos Figueroa se lanzó a buscar votos para Petro en La Guajira. El socialcomunista ha tratado de hacerle el quite al audio del asesino condenado alegando que él ha estado en otra orilla ideológica y que ha sido el denunciante de las mafias guajiras. Cierto. Pero también es cierto que el abogado de Kiko Gómez, patrón de Figueroa, fue el hombre que tendió los puentes entre La Picota y la campaña presidencial de la llamada “Colombia Humana’, así que la falacia con la que Petro está tratando de zafarse del embrollo cae como un fardo.
Colombia no aprende lecciones. El 8000 no escarmentó a la clase política y ahora esa misma recua de bandidos o sus herederos están a punto de volver a poner, desde la cárcel, al presidente de la República.
@IrreverentesCol
https://www.losirreverentes.com/, Bogotá, 17 de abril de 2022.