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Vólmar Pérez           

Contrariando los principios de la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional, Vladimir Putin, el autócrata de la Federación Rusa, invadió a Ucrania sin ningún miramiento por la población civil, irrespetando su condición de pueblo libre y soberano de integrarse a la Unión Europea y a la OTAN; asunto que ha debido tratarse con más prudencia para no despertar la paranoia de Putin sobre la seguridad de Rusia.

La verdad es que Putin actúa como si la antigua URSS no hubiera desaparecido y pretende convertirse en el nuevo Zar de todas las Rusias, para lo cual requiere restaurar la influencia que tuvo su país en el bloque de lo que se conocía como cortina de hierro. Putin mira a Ucrania como un Estado satélite, como un instrumento de su política exterior.

Vladimir Putin comenzó por reconocer la independencia de dos provincias separatistas de Ucrania y prorrusas: Donetsk y Lugansk en la región del Donbás, que no hacen parte del nacionalismo ucraniano, desconociendo los acuerdos de Minsk de 2015. Luego toma la decisión de invadir a Ucrania afectando de manera sensible a la población civil que hoy busca refugio en los países vecinos huyéndole a los ataques indiscriminados. Putin ha enfrentado una dura resistencia de las fuerzas de Ucrania a las que alienta y motiva la valentía del joven presidente Volodimir Zelenski, quien encarna los valores de su tierra y levanta su voz con mucha dignidad para denunciar los bombardeos indiscriminados de los invasores y reclamar la solidaridad de la comunidad internacional de los atropellos y la agresión injustificada de los militares rusos.

Los países de occidente que, seguramente, Rusia no pensó que reaccionarían al unísono, han respondido con una cascada de sanciones que están aislando a Rusia del mundo financiero internacional y que pueden poner en jaque su economía, que no es la más boyante, a pesar de ser un proveedor importante de gas y petróleo a países de la Unión Europea como Alemania, entre otros.

Según se ha conocido, Putin exige “el reconocimiento de la soberanía rusa de Crimea y la desmilitarización y la desmasificación del Estado ucraniano y la promesa de su “estatuto neutro”, como condiciones para resolver el conflicto. Unido a lo anterior, ordenó la puesta en alerta máxima de las fuerzas de disuasión.

Para nadie es un secreto la cercanía que hoy existe entre Rusia y China que parecen hacer causa común para enfrentar el poder de Estados Unidos, como lo demuestra el hecho de tener posiciones afines en las tensiones de Corea, Venezuela y el conflicto que vive Siria. En lo que corresponde a la Unión Europea y América Latina, se debe reconocer que Xi Jinping no es hostil y que tiene una actitud y una forma distinta de construir relaciones en las que priman la dinámica comercial. Ahora el canciller de Rusia en sus anuncios habla de tercera guerra mundial y del empleo de armas nucleares, lo cual constituye una amenaza irresponsable que debe rechazar con indignación el mundo civilizado. Como dicen los biógrafos de Putin, “todos sus temores, pasiones, debilidades y complejos se vuelven política de Estado.”

https://www.elnuevosiglo.com.co/, Bogotá, 03 de marzo de 2022.

 

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