El diario El Nacional es un patrimonio del pueblo venezolano. Durante más de setenta años ha sido un baluarte para la libertad de expresión. Son décadas expresando en sus páginas el acontecer de un pueblo siempre amenazado por el oscurantismo. Hoy se renuevan las amenazas de aquellos que tienen el espíritu de la hoguera, los incineradores que creen que por su poder tienen el derecho de aniquilar un espacio que se logró con el titánico esfuerzo de venezolanos que han representado el valor de la patria.
El Nacional no es exclusivamente un espacio físico, es la historia de la nación escrita con la brillantez de la dignidad. Las más resplandecientes plumas venezolanas y extranjeras anclaron en su puerto democrático para dejar su impronta. Una semilla que germinó en los principios irreductibles, en aquello que no se traspasa ni con la muerte.
El gobierno de Nicolás Maduro primero trató de amordazarlos con el chantaje. Persiguió a los anunciantes para ahogarlos financieramente, al no encontrar adhesión, le negó el suministro del papel para circular en físico. Con gran ahínco sobrevivió al alevoso ataque en su contra.
Las graves denuncias desnudando las verdades de una administración podrida continuaron sin ningún tipo de cobardía. Un colérico Diosdado Cabello demandó al diario por una cifra estratosférica en dólares. No era difícil, entonces, imaginar el resultado de la querella. Una juez de su entorno hizo que el inmueble pasara a manos del innombrable. Un vulgar robo en plena vía pública. Con el beneplácito del veneno en cápsulas de impudicia, celebraron el despojo creyendo que al fin acallarían su voz en el desierto.
Sin embargo, su página web, ya una de las más importantes del continente, se transformó en un fenómeno comunicacional mundial. En sus valientes páginas nació la filosa espada democrática, que corta los antifaces en donde se oculta el rostro de la dictadura. ¿Por qué tanta saña? Sencillamente es el miedo a quedar al descubierto.
Son tantos sus episodios de abusos y corruptelas que el peso de las evidencias quieren liquidarlas destruyendo el vehículo que denuncia. Al no poder cortar de raíz con la irreverencia de El Nacional fue por su espacio electrónico. Destruir su página para impedir que el mundo sepa de sus tropelías.
Una operación con la mano arrebatada del cobarde que se oculta en su traje de opereta. Podrán arrancar cada espacio, llevarse hasta el último utensilio, pero lo que jamás lograrán es verlo pidiendo clemencia, o cambiando su línea editorial, como hicieron otros.
Un país lleno de angustias consiguió en El Nacional un aliado en momentos cruciales. Este régimen prepotente no podrá con este periódico que representa la dignidad de quien no se arrodilla. La postura indeclinable del diario hizo estallar a quienes defienden un proyecto malsano. La administración de Nicolás Maduro quiere cerrar una de las pocas ventanas democráticas que nos quedan, lo que ellos no entienden es que El Nacional está acostumbrado a enfrentar las tormentas generadas por los aluviones del totalitarismo. Que su dignidad es antisísmica.
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https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 16 de febrero de 2022.