Es comprensible la alarma que se ha encendido tras conocerse más información sobre la dimensión y el alcance del vínculo que hoy une de forma estrecha a Caracas y Moscú.
El trabajo periodístico de la Unidad Investigativa de este diario, publicado el domingo pasado, reveló que dicho nexo no solo es robusto y con alcance en diferentes terrenos, sino que bien puede serles funcional a poderosos actores externos si tienen la intención de ejercer algún tipo de influencia sobre las elecciones que este año tendrán lugar en el país. Al respecto, es de esperarse que los organismos de inteligencia, con el apoyo de Estados Unidos, como se anunció el martes pasado tras la reunión del presidente Iván Duque y la canciller Marta Lucía Ramírez con la subsecretaria de Estado de EE. UU., Victoria Nuland, den más luces en relación con varios asuntos que fueron revelados y han dejado interrogantes en el aire. Por ejemplo, el envío continuado de misteriosos giros a cuentas de ahorros de ciudadanos de escasos recursos que las estarían alquilando para este fin.
Conviene tener claro que aquí estamos ante un complejo ajedrez en el que hay diversas estrategias andando, entre ellas las de orden sicológico y las de propaganda. Con todo, parece muy evidente, a estas alturas, el interés del Kremlin por incomodar a Washington tanto como pueda, seguramente al juzgar débil a Joe Biden, y si es en su patio trasero, mucho mejor. Quizás un escenario de despliegue de fuerza militar a gran escala esté lejano, como es lo deseable, pero sí parece ser un objetivo claro de Putin enviar el mensaje de que tiene cómo moverse a sus anchas en esta parte del continente, y en este propósito el emitir mensajes confusos que terminen sobredimensionando su real capacidad sin duda estará entre sus opciones. Esto no puede perderse de vista.
Ahora bien, la necesidad de ubicar en su justa dimensión el riesgo que supone la presencia de militares rusos en Venezuela no puede llevar a ignorar indicios a todas luces preocupantes. Y antecedentes. No solo está el ya conocido y probado episodio de injerencia de Moscú en los comicios estadounidenses de 2016. Se puede aludir también a un pronunciamiento del Consejo Europeo denunciando una acción similar en las elecciones europeas de 2019.
No hay duda, pues, del error que sería menospreciar los indicios más recientes y los precedentes en otras latitudes. A sabiendas, sobre todo, de la capacidad que hackers internacionales han demostrado en el terreno digital y en el de la creación de contenidos que exacerban las emociones de los electores, que eso quiera hacerse sentir en nuestro debate electoral constituye una amenaza seria.
Es el momento de asumir el reto que implica contrarrestarla, y para eso no se pueden ahorrar esfuerzos en materia de inteligencia, los cuales deben complementarse con la labor diplomática, como ya se viene haciendo. De ninguna manera se pueden dejar de lado estos canales, la mejor manera de desactivar tensiones y disminuir el margen de riesgo de malentendidos. Aun así, al mismo tiempo es conveniente convocar, como también viene ocurriendo, a aquellos gobiernos que, como el nuestro, saben todo lo que está en juego en una coyuntura trascendental para la democracia.
https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 09 de febrero de 2022.