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José Manuel Acevedo 

Imponerles a los demás una guía de conducta moral única e irrefutable frente a estos casos, no es ni democrático ni sano.

Sé que los casos de don Víctor Escobar y Martha Sepulveda -los primeros pacientes no terminales en Colombia y en América Latina que accedieron al procedimiento de eutanasia de manera legal, después de sendas batallas jurídicas- revive un debate inacabado sobre este tema que incluye elementos jurídicos, políticos y, por supuesto, morales y éticos. Y está bien que ocurra así. Nuestras sociedades necesitan plantear estas controversias por encima de la mesa y discutirlas recogiendo y respetando todos los puntos de vista. Siempre he creído que estas discusiones, sin embargo, varían dependiendo de cada individuo o núcleo familiar y están determinadas por su propio sistema de creencias y valores. En el marco del fuero íntimo de cada cual, se deberían tomar estas decisiones sin que el Estado o terceros puedan intervenir en algo tan personal. Estar o no de acuerdo con la eutanasia, como con el aborto, debería ser un asunto de elección individual y nadie tendría que oponerse o juzgar a quien asuma una cosa u otra.

Sin proponérnoslo, el viernes pasado en la emisión de las 7 p.m. de Noticias RCN, llevamos dos historias, igual de humanas, de sensibles, que le dan validez a ambas caras de la moneda y ratifican mi argumento. Por un lado, registrábamos el último adiós de don Víctor Escobar quien se alistaba para su eutanasia. Veíamos a su familia y, en particular, a su esposa acompañándolo en su determinación; éramos testigos de su difícil situación de salud y recogíamos con respeto sus palabras y su justificación. Pero al mismo tiempo, al cierre del noticiero, nos despedíamos con una crónica que daba cuenta de la vida de don Juvenal y su esposa. Él padece, en fase avanzada, la penosa enfermedad denominada ELA que le impide hablar y moverse y ella, lo acompaña y lo asiste sin plantearse nunca la idea de recurrir a la eutanasia y, por el contrario, alentándose mutuamente a vivir y seguir adelante pese a las terribles dificultades que enfrentan.

Don Víctor, como don Juvenal, tienen derecho a escoger el camino que quieran, sin hacerle daño a los demás, sin que a nadie le importe lo que decidan. El fuero íntimo debe respetarse y en su seno tienen que tomarse estas decisiones; razonarse, siempre que sea posible; discutirse en las familias, sin prejuicios. Imponerles a los demás una guía de conducta moral única e irrefutable frente a estos casos, no es ni democrático ni sano. Vale la pena hablar sobre estos temas sin pasiones. Vale la pena reivindicar la importancia del fuero íntimo.

https://www.vanguardia.com/, Bucaramanga, 10 de enero de 2022.

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