Soy optimista. Sin ingenuidades, entendiendo la inmensidad de los retos y los peligros que enfrentamos y la profundidad de los problemas. Sin negaciones, poniéndoles la cara a las dificultades y con la determinación de superar los obstáculos. Pero soy optimista. Y no digo que nos vaya a quedar fácil. Pero soy optimista.
Veo señales alentadoras de reactivación económica, recuperación del empleo y crecimiento, a las que me referí en extenso en columnas pasadas.
Veo una batería de herramientas de equidad social para irrigar esos beneficios del rebote económico, la reactivación y el nuevo crecimiento hacia los sectores más necesitados, de manera que se puedan corregir los desequilibrios derivados de un viejo modelo en el que las crisis golpean más a los más pobres y las recuperaciones favorecen más a los más ricos.
Veo un compromiso de lucha contra la inflación y aunque no paro de sorprenderme de la lentitud de la junta del Banco de la República, profeso respeto por sus miembros y creo que ya entendieron la gravedad de una inflación fuera de control en este año tan sensible. El Gobierno debe tener cero timidez en materia de control de precios y para ampliar el alcance de su intervención, dentro del marco de la ley, si ello se hace necesario.
Veo una clase empresarial vigorosa, tonificada y responsable.
Veo un gobierno redondeando bien su tarea, a pesar de luces y sombras, presentes en este como en todos los gobiernos. Pero Duque está cerrando bien. Y es clave que las angustias electorales no les hagan perder de vista a todos los integrantes del Gobierno que su responsabilidad no es montar un sucesor, sino gobernar bien. Las elecciones tienen que ser libres y transparentes. Tienen que ser los candidatos y los ciudadanos quienes saquen adelante el mejor resultado electoral para Colombia. El Gobierno, por su parte, debe gobernar bien y para todos.
Veo que las amargas jornadas de la protesta social que degeneraron en muerte, vandalismo, caos, miedo y pérdidas multimillonarias les mostraron a millones de colombianos lo que pasa si se opta por modelos que promueven el odio y lo que ocurre cuando los que gobiernan las ciudades no ejercen la autoridad legítima a través de los instrumentos del Estado de derecho.
Veo que quedaron aprendidas lecciones acerca de la necesidad de defender la Fuerza Pública sobre la base de un absoluto respeto por los derechos humanos.
Veo que el país está hastiado de políticos corruptos y no quiere patrocinar más discursos de doble faz en materia de corrupción criticando en los demás lo que se tolera en las filas propias.
Veo que, por fin, gruesas capas ciudadanas están entendiendo el peligro que representa para el bienestar colectivo recorrer el mismo camino de Venezuela, Nicaragua y Cuba. Hay que votar bien.
Veo la belleza de mi país, la bondad de sus gentes, la fortaleza de sus ciudadanos, la tenacidad de sus empresarios, la nobleza de sus corazones, su biodiversidad, sus talentos, sus oportunidades.
Veo la vigencia de nuestras instituciones, sin negar la necesidad de emprender una audaz agenda reformista y responsable.
Veo los avances sociales, sin desconocer los graves problemas de pobreza, educación y salud que aún enfrentamos.
Veo que aunque el covid sigue disparado y no se han alcanzado las coberturas ideales de vacunación, hemos recorrido un camino de aprendizajes a nivel nacional y con sólidos avances científicos en materia de prevención (vacunas y pruebas) y tratamiento (pastillas) a nivel global.
A este 2022 vamos a meterle optimismo, buena vibra, trabajo, entusiasmo, responsabilidad, ganas y vamos a salir adelante.
Veo los ojos diáfanos de mi hija soñando desde su juventud y su alma buena con un mejor país con la llama viva del amor por Colombia y me reconcilio con la vida.
Lo vamos a lograr.
https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 02 de enero de 2022.