Las situaciones extraordinarias muy pocas veces pueden resolverse con recetas ordinarias. Requieren de creatividad, empeño y esfuerzos especiales. En el inicio de la pandemia publiqué en estas páginas una columna titulada ‘Pensar lo impensable’. Era una invitación a entender la dimensión de los múltiples problemas que teníamos que enfrentar.
La primera reacción de algunos fue la de refugiarse en el mundo conceptual que conocían y en el que se sentían confortables. La realidad superó lo imaginado y tuvimos que recorrer caminos absolutamente insospechados. Gracias a que se hicieron cosas totalmente extraordinarias, hoy estamos viendo con esperanza la posibilidad de recuperarnos antes de lo esperado.
Pocos dudarían de la conveniencia de incrementar hoy el salario mínimo en un país como Colombia. Basta ver la cifra de pobreza como resultado de la pandemia, 42 %, o los regresivos efectos de la inflación sobre las familias.
Hoy se registra una reactivación sin precedentes en nuestra economía que genera esperanza. Por su parte, la reforma tributaria está contribuyendo a solucionar buena parte de las necesidades fiscales, pero nos encontramos también con una inflación creciente y grandes retos sociales.
Hemos oído voces razonables que expresan preocupación sobre los efectos en términos del mercado laboral. Pero vale la pena profundizar. Es cierto que el análisis simple de la función de empleo puede concluir que ante un incremento de precio del trabajo se pudiera presentar una reducción en la demanda del mismo, en este caso, empleo. Resulta que el mundo no es así de simple. La sociedad es un fascinante y complejo sistema que logra equilibrios en infinidad de variables, incluyendo variables sociales que definen la viabilidad de cada medida de política pública. No es sino darle una mirada a la reforma tributaria, o la infinidad de reformas necesarias que no hemos sido capaces de sacar adelante.
Cualquier análisis teórico tiene que ser consciente de cuáles son las realidades de su escenario. Así, por ejemplo, no es lo mismo enfrentar una inflación decreciente que una constante y mucho menos enfrentar una inflación creciente, como es el caso colombiano durante el año 2021. Aumentos salariales iguales a la inflación registrada producen una gran pérdida en los hogares que mantienen sus ingresos fijos durante todo el año y tienen que asumir incrementos en el costo de los productos a lo largo del mismo.
Argumentar que no se debe subir el salario para controlar la inflación creciente es básicamente elegir a los trabajadores como el grupo de la sociedad que tiene que asumir los mayores costos de la crisis. No suena razonable.
No sobra recordar que la inflación registrada hoy en día en el mundo tiene causas bastante más contundentes, que afectan también a Colombia. La situación del mundo logístico ha conducido a incrementos en costos de hasta el 500 %, o la devaluación durante todo el año supera el 20 %. La inflación es un problema mundial. El efecto marginal que tendrá de costo del trabajo va a ser el menor de todos.
El mercado laboral colombiano requiere de medidas significativamente más sofisticadas y estructurales que tratar de mantener los salarios bajos. El aumento de la productividad y la creación de más puestos de trabajo tienen que ser el objetivo; incluso contrarrestar eventuales reducciones en su demanda. La “productividad inclusiva” debería convertirse en nuestro nuevo mantra.
Hoy me siento orgulloso de los empresarios colombianos que han decidido enfrentar esta inmensa crisis con una sola estrategia, la de la solidaridad, ser conscientes de que estamos todos en el mismo barco y que queremos el bienestar para todos los colombianos.
https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 26 de diciembre de 2021.