Todos sabemos que la justicia en Colombia es paticoja y tarda, pero los engranajes se están moviendo y poco a poco las investigaciones irán detonando en contra de Quintero Calle y su corte de malandrines. La Procuraduría y la Contraloría, por fin, han puesto sus ojos en Medellín, y lo que han encontrado hasta el momento presagia un futuro de encartes judiciales y de constantes comparecencias ante los tribunales. Eso es tan solo el principio, pues las andanzas del alcalde y sus muchachos serían suficientes para que terminaran con sus huesos y miserias en la cárcel.
Además de los procesos en todas las «ias», Daniel Quintero Calle se ganó el dudoso «honor» de convertirse en el funcionario más investigado por la prensa colombiana. Es una verdadera deshonra, porque al tener los reflectores sobre él y su combo, todos los días salen a la luz nuevas y más graves denuncias, lo que no nos permite terminar de masticar el bocado de escandalosa inmoralidad que nos fue servido el día anterior. Durante la última semana, mientras el alcalde maltrataba el inglés en Barcelona, nos dimos cuenta de la cuestionable procedencia de algunos de los pergaminos con los que quiso engalanarse, amén de los hallazgos de la Contraloría, del sellamiento de puestos de salud de Metrosalud y de la corrupción ramplona en la contratación que han realizado varias dependencias de la alcaldía.
Y es que la administración es un desastre: el barco del alcalde hace agua por todas partes. Lo ocurrido en días pasados en el Concejo de Medellín, con los cuatro compinches del alcalde, demuestra la caída vertiginosa del mandatario. No se puede olvidar que, al comienzo de la administración de Quintero, no había oposición y la máxima distancia que tomaron algunos cabildantes fue la de proclamarse independientes. Las velas estaban fuertemente envergadas para que el barco navegara viento en popa. Sin embargo, en menos de dos años, las cosas cambiaron y ahora tuvo que recurrir a triquiñuelas y otras desesperadas medidas para tratar de mantener algún control en la corporación legislativa de la ciudad.
Muchos han saltado del barco del alcalde. Resulta evidente que, políticamente, se está quedando solo y esa soledad, en medio de las tempestades judiciales y disciplinarias que se le están viniendo encima, demuestra algo muy difícil de asumir para el mandatario de los medellinenses: Quintero Calle y sus esbirros han hecho las cosas tan mal, que su administración es simple y llanamente indefendible.
A todo lo anterior se suma la presión de las más de 305 000 firmas recogidas por el comité de revocatoria. Los medellinenses hemos dicho alto y claro que ya no estamos dispuestos a sacrificar a la ciudad por la avidez del alcalde. De hecho, todos nos hemos visto perjudicados por su corruptela, sus turbios manejos, sus indelicadezas mayores, su politiquería voraz, su apetito insaciable por puestos, burocracia y clientelas; por su mediocridad y su desprecio por lo que es y significa Medellín.
No obstante, fue el afán de Quintero de construir, artificialmente, un proyecto político de largo aliento y garras afiladas —como el de aquel personaje al que el alcalde le ha apostado todo, incluido el erario, para que sea su presidente— el que lo condujo directamente al abismo. ¿Desde cuándo un mediocre fracasado, con nada que mostrar y mucho que explicar, cree que puede estructurar una visión política nacional, montado únicamente en el discurso del odio contra Uribe y del victimismo? Al alcalde hay que decirle que, más allá de los contratistas o de los jóvenes odiadores que apoyan a quien proclame el resentimiento social como bandera —así sea el peor— hay una ciudadanía responsable y firme, que lo quiere fuera y bien lejos, porque estamos hasta las narices de sus desaciertos.
Se acabó el tiempo. El cerco se estrechó y se halla completamente rodeado: la Fiscalía, la Procuraduría y la Contraloría lo están esculcando, y en el futuro, Quintero podría ser vecino de patio de los hermanos Moreno Rojas. Tanta paz lleve como descanso deja.
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https://www.ifmnoticias.com/, Medellín, 21 de noviembre de 2021.