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Moisés Wasserman   

El final de los hidrocarburos será gradual, hay que impulsarlo, pero midiéndolo bien.

El cambio climático global es un problema muy serio. Da pena hacer una afirmación tan obvia. Quedan algunos cerrados a la banda que niegan las evidencias científicas, y unos pocos, tan aislados en su mundo interno, que no se han enterado. De resto, todos estamos de acuerdo. Pero las soluciones que se proponen con frecuencia no son tan serias como el problema.

De las propuestas en la reunión COP26 en Glasgow se ha hablado mucho, y la crítica generalizada de la prensa es que no son muy creíbles. Nos volvimos un poco cínicos porque las experiencias anteriores nos frustraron. Pero hay que examinar algunas de esas propuestas con cuidado. Aunque no todas convenzan, hay muy buenas ideas a las que se les deberá hacer seguimiento y medición de impactos.

En cambio, sobre lo que pasaba por fuera se ha hablado con mucha ligereza. Greta Thunberg encabezaba la protesta y sin haber oído las propuestas decía que los presidentes podían meterse su COP26 por el c... En verdad, si ella insiste, se podría empezar con eso, pero no alcanzo a ver cómo ayudaría a mitigar el calentamiento global. Los manifestantes pedían un cambio instantáneo, como si existiera un interruptor que pasa de on a off y termina de un golpe el problema. Confunden un lema con una solución. El lema calienta el alma y lo hace sentir a uno noble, pero no resuelve nada. Creer en ese interruptor mágico es como frotar la lámpara de Aladino y pedirle al genio que acabe con la polución mundial.

Algunos dicen que el gran mérito de Greta y sus compañeros es que le revelaron el problema al mundo. Eso es otra ingenuidad; su compatriota Svante Arrhenius había postulado, 110 años antes de que ella naciera, que los combustibles fósiles generarían un calentamiento global. Cuando se le otorgó el Nobel de la Paz al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Global, ella apenas tenía cuatro años.

Varias decenas de miles de jóvenes viajaron a acompañarla en las manifestaciones, dejando en sus recorridos una “huella de CO2” importante. Pueden ser jóvenes queridos y bien intencionados, pero hace falta más que eso. Ellos tampoco tienen la lámpara de Aladino.

Lamento mi falta de romanticismo, pero la primera condición para que una solución sea seria es que tenga números. Debe tener modelos y proyecciones. Uno debe poder analizar si fueron tomados en cuenta todos los factores que participan y en sus pesos adecuados, si los plazos son realistas, si los costos están bien soportados y si existen las fuentes para cubrirlos, si se consideraron los posibles efectos no deseados; en resumen, si tiene posibilidades de éxito o es un saludo a la bandera. No es la promesa rotunda lo que vuelve seria a una solución. Los oportunistas suelen hacer promesas incumplibles, porque confían en su vaguedad, y en nuestra mala memoria.

Las transiciones no pueden ser súbitas, no se puede dejar morir de frío a los compatriotas de Greta en el invierno ni paralizar los sistemas económicos que son el trabajo y la comida de la gente. El final de los hidrocarburos será gradual, hay que impulsarlo, pero midiéndolo bien, y sus excedentes financieros deberían ser usados para financiar los desarrollos que los van a reemplazar.

Haciendo gala de poco romanticismo (otra vez), debo decir que los aportes más significativos los hacen quienes están desarrollando tecnologías de captura de CO2, energías alternativas y limpias, baterías más poderosas, combustibles no contaminantes y muchas otras más. También, quienes diseñan, en ámbitos diversos, planes de acción para una transición ambientalmente sostenible. Las soluciones serias contienen conocimiento y muchos números; son realistas, sus metas cuantificables y su cumplimiento verificable y exigible. Lo otro es poco serio.

@mwassermannl

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 11 de noviembre de 2021.

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