Esta frase atribuida a Abraham Lincoln bien podría aplicársele a Daniel Quintero y a los miembros de su vergonzoso gabinete. El alcalde y sus secretarios de despacho se han caracterizado no por una brillante gestión sino, por el contrario, por la sumatoria de desaciertos en la toma de decisiones, improvisación, contradicciones, mentiras, cinismo, denuncias sobre actos de corrupción y constantes escándalos que van más allá del ámbito de la actividad pública para tocar la esfera de la vida privada, respecto a los cuales siempre buscan engañar a los ciudadanos con explicaciones traídas de los cabellos, las cuales algunos les creen, otros empiezan a dudar y otros nunca les hemos creído. Inclusive, ya algunos de quienes se planteaban sus más cercanos escuderos, como Luis Bernardo Vélez, han hecho pública su deserción del proyecto político que se suponía representaba el cambio y la renovación -lo cual nunca ha sido- argumentando que se equivocó al creerle. Lo extraño es que se da cuenta de su error cuando han pasado casi dos años de una administración sin ninguna ejecutoria extraordinaria ni ningún logro social para destacar, pero sí llena de errores, mentiras, cuestionamientos, insultos y despilfarro, lo cual también siembra dudas respecto a las verdaderas motivaciones para dar un paso al costado y retirarle su apoyo.
En la historia reciente de la ciudad no se había tenido referencia de una administración señalada en forma permanente por su mala gestión, incapacidad y desaprobación por parte de la ciudadanía. Si bien cada período de gobierno y su gobernante enfrentan sus propios retos no exentos de cuestionamiento y malestar por medidas tomadas, obras ejecutadas o inconformidad por la forma como se adelantan procesos en la ciudad, la administración de Daniel Quintero da cuenta de que un inepto, a pesar de contar con los mejores instrumentos de gestión y un presupuesto envidiable será siempre incapaz de sacar adelante cualquier proyecto de ciudad.
Aunque un alcalde no está obligado en ser experto en cada materia relacionada con la gestión de la ciudad, sí está obligado a rodearse de profesionales con las mejores calificaciones técnicas y humanas, capaces gestionar los proyectos que requiere la ciudad para mantener una senda de desarrollo, crecimiento, progreso y calidad de vida para sus habitantes. Hoy Medellín no solo tiene un pésimo alcalde, sino que a éste le rodean malos asesores y peores secretarios de despacho, todos muy hábiles en el manejo, al unísono, de redes sociales digitales desde las cuales, como jaurías, atacan a todo aquel que ose cuestionar, confrontar o controvertir a Quintero cuando se hacen evidentes sus mentiras, sus incoherencias o sus desaciertos, pero incapaces de sacar adelante un plan de desarrollo cuyas cifras en papel va maravillosamente -según el Departamento Administrativo de Planeación- pero que en la realidad solo es un acumulado de errores, cifras infladas, despilfarro, deterioro y afectación a los ciudadanos. Ejemplo de ello podemos mencionar la situación del programa bandera para la niñez “Buen Comienzo”, el pésimo estado de la malla vial y la red semafórica, las aceras inundadas de basuras, obras sin avances, el aumento de la inseguridad -incrementada con la acción violenta de terroristas urbanos escondidos bajo la denominación de “Primera Línea” bajo la mirada complaciente del alcalde-, las denuncias recientes del Cuerpo Oficial de Bomberos sobre la condición de la maquinaria y dotación, hecho que pone en riesgo la atención de las emergencia y, desde luego, la desastrosa gestión del proyecto Hidroituango, desconociendo el gobierno corporativo y causando graves daños en la reputación institucional de EPM.
Todo este desgreño administrativo buscan ocultarlo no solo con las mentiras cotidianas que cada vez son más fáciles de identificar pues llega a ser tan evidentes que parecen respuestas de un niño de cuatro años, sino que son maquilladas con una estrategia de desinformación y señalamientos de culpables donde no los hay pues tan solo es este deplorable gabinete el responsable de semejante desorden institucional, propio de lo que es capaz de hacer un clan de ineptos.
Esta estrategia es, además, aceitada con arrogancia, arropada con el cinismo de la mentira y el desprecio por los funcionarios de carrera de la administración quienes se han convertido en aliados de los medios que hacen eco de las denuncias de corrupción de este clan de ineptos; un clan que como ya ha sido ampliamente referenciado por la prensa está conformado por un entramado de relaciones familiares -será que de sangre les viene su limitación- que no se destacan precisamente por su brillante trayectoria académica y profesional sino por su capacidad para tejer redes de empresas, organizaciones y fundaciones diseñadas para torcer la correcta aplicación de los lineamientos establecidos para la contratación estatal cuyos beneficiarios parecen ser protagonistas de una versión criolla de la serie “Los Soprano”.
Ahora, esperemos muy pronto la arremetida desde el gabinete municipal -como ya señalamos todos como coro desafinado-, donde se destacan, además del mismo alcalde, sus secretarios de Gobierno, el de Inclusión Social, la secretaria Privada, el secretario de Comunicaciones al mando de la bodega digital y el incoherente sinigual del secretario de la No Violencia -quien actúa como un sicario verbal en las redes sociales-, alineados con el propósito de atacar en forma rastrera, desinformar y sembrar cizaña en los ciudadanos pues ya ha sido anunciado por los líderes del proceso de revocatoria (que vale la pena recordar es el primero que a llegado a estas instancias lo cual nos indica lo pésimo alcalde que es Quintero) que se ha alcanzado la meta en la recolección de firmas que se presentarán a la Registraduría y con ello continuar avanzando en el propósito de revocar, tal y como lo señala la comunicadora Luz María Bustamante, no a un alcalde sino a una familia, o, agregaría yo, a un clan de ineptos.
https://ifmnoticias.com/, Medellín, 02 de noviembre de 2021.