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Gabriel Aramburo   

Imaginemos un país llamado Colandia. Su población total es de tres personas: Aristóbulo, que tiene $1; Bernabé, que tiene $2; y Filomena, que tiene $3. Ahora, imaginemos que la producción total de ese país es de seis plátanos. Es decir, si Colandia utiliza todos los recursos que tiene a su disposición, puede producir un total de seis plátanos. Si Aristóbulo, Bernabé y Filomena -toda la población- deciden gastar todo su dinero en plátanos, podrían comprar un total de seis plátanos. Así, tenemos que en ese país, el costo de un plátano es de $1.

Para combatir la pobreza, el magnánimo gobierno de Colandia regala impresoras de dinero a toda su población. Gracias a estas máquinas de justicia social, Aristóbulo acumula $2; Bernabé $4 y Filomena $6. Ahora, la población de Colandia tiene, en conjunto, $12. Sin embargo, el total de plátanos producidos en todo el país sigue siendo seis. Así las cosas, el costo de producir un plátano en Colandia pasa de $1 a $2. Esto se debe a que el dinero, por sí solo, no aumenta la cantidad de recursos ni la capacidad de producción nacional. Lo único que puede aumentar por sí solo es el poder adquisitivo de la gente.

Otro ejemplo, ahora en Colombia. En el estadio de fútbol de Barranquilla se disputará una final internacional a la que todos -50 millones de personas- quisiéramos ir. Sin embargo, el estadio Metropolitano Roberto Meléndez sólo cuenta con 47.000 asientos. Supongamos que un líder político, paladín de la equidad social por arte de magia, decide comprar una boleta y fotocopiarla 50 millones de veces para repartirla con el objetivo de que “todos podamos asistir al partido”. ¿Qué sucede con los asientos del estadio? Absolutamente nada: siguen siendo 47.000, incluso si todos tenemos boleta. Con estos ejemplos se ilustra el fenómeno de la inflación: el incremento de dinero aumenta el precio de los bienes y los servicios.

El dinero no es la riqueza, la verdadera riqueza es la abundancia de recursos. El dinero equivale a riqueza para una persona sólo si otras personas están dispuestas a intercambiarlo por las cosas que esa persona quiere o necesita. El dinero es sólo un “vehículo” para transferir riqueza o para motivar a la gente a que la produzca. Ese vehículo puede ser cualquier cosa: papel moneda, conchas marinas o piedras. En la antigua Roma, por ejemplo, la remuneración al trabajo podía pagarse en dinero o en sal. Sí, en sal. De ahí la palabra “salario”.

Ahora, si bien el dinero por sí solo no es riqueza, la ausencia de un sistema monetario sólido puede causar grandes pérdidas de verdadera riqueza. Generalmente, todo el mundo quiere dinero, pero ha habido casos particulares en los que nadie dentro de un país quiere dinero porque considera que no vale nada: en Alemania durante el periodo de entreguerras; en Zimbabue y Argentina durante los primeros años del siglo XXI; o Venezuela hoy. En realidad, es el hecho de que nadie quiera ese dinero lo que hace que no tenga valor. Cuando usted no puede comprar algo con dinero, este pasa a ser nada más que un papel con tinta, similar a una servilleta usada.

Esta idea no es nueva. Es vieja y peligrosa. Ha generado hambre y miseria en donde se ha implementado. Por favor, tengamos cuidado.

*Director de Acción Legislativa - Libertank

https://www.larepublica.co/, Bogotá, 03 de noviembre de 2021.

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