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Los Irreverentes (Editorial)

Durante la época más oscura y tenebrosa del narcoterrorismo, los capos de la mafia, liderados por Pablo Escobar, implementaron una macabra fórmula para granjearse apoyos en distintos sectores. A sus objetivos les daban la “oportunidad” de escoger: o recibían dinero -plata- y si aquellos no se dejaban seducir, la oferta se endurecía: plomo.

Juan Manuel Santos, uno de los mayores corruptores que ha tenido Colombia en su historia, puso contra la pared a sus críticos y opositores. Usó el tesoro público para comprar conciencias de políticos y periodistas a través de una deleznable operación conocida popularmente como la repartición de mermelada.

Muchos comunicadores que no se hincaron ante la agenda del gobierno de Santos sufrieron durísimas consecuencias. Tal fue el caso de la hoy directora de Semana Vicky Dávila.

Ella se desempeñaba como directora de la emisora La FM y avocó una gigantesca investigación periodística relacionada con actos de corrupción en el seno de la Policía Nacional. Aquel trabajo desembocó en el escándalo que el país conoció como “La comunidad del anillo”.

El entramado, que estaba relacionado con escabrosos hechos de prostitución masculina de integrantes de la policía, tumbó al director de esa institución, el cuestionado general Rodolfo Palomino.

Aquello desató la ira presidencial. El hostigamiento fue monumental y su epílogo lamentable: Vicky Dávila terminó perdiendo su empleo.

En las últimas horas, personas cercanas a Santos han desatado una nueva campaña de persecución y desprestigio contra la comunicadora. La arremetida fue desatada por el hijo mayor del exmandatario, el polémico Martín Santos Rodríguez.

Es evidente que el santismo no ha dado su brazo a torcer y ese grupo continúa empleado a fondo en el propósito de silenciar a quien es, sin duda, una de las más valientes y valiosas periodistas de Colombia. La conducta de esas gentes es a todas luces gansteril. Se trata de un ajuste de cuentas. Como no pudieron “comprar” su conciencia durante el gobierno, ahora la están apercollando y acosando para callarla. ¿A qué le temen? ¿Será que les angustia que la directora de la revista más importante del país revele más pruebas del maridaje entre Santos y la empresa Odebrecht, historia a la que aún le faltan muchos capítulos por escribir?

En vez de emular a Pablo Escobar, Santos y los suyos deberían tener el coraje de tolerar a la prensa libre y someterse al escrutinio periodístico. Él, que además de ser expresidente de la República, se pasea por el mundo pavoneando su Nobel de Paz, debe proceder con decoro y honorabilidad, dos características de las que evidentemente carece.

@IrreverentesCol

https://www.losirreverentes.com/, Bogotá, 13 de octubre de 2021.

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