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Alexánder Cambero  

Las estadísticas reflejan la decadencia de la nación. El fracaso revolucionario es indiscutible.

Sobre un desfiladero caminamos. Un torcido sendero que construyó la tiranía cuando tomó aposento de la realidad nacional, es como la falta de oxígeno en un elevador, que se detuvo al cortarse la energía eléctrica.

Esos instantes llenos de tensión se asemejan a la patria que perdió el rumbo cuando acompañó esta locura. Muchas veces los pueblos cometen el craso error de guillotinarse. Con tanta insensatez se han mutilado en muchas oportunidades, esa suerte que marca el darle poder al cretinismo, luego la ilusión se evapora y reaparece la naufragio.

La actual realidad es un cuadro dantesco. Uno siente que el país es un detestable cuadro de angustias. En Venezuela sobrevivimos cabalgando sobre una crisis sin precedentes. Un régimen con el fuete anticonstitucional en la cintura reparte desgracias por doquier. Su método es intimidar hasta ir liquidando cualquier espacio democrático.

La nación que tenemos se retuerce en enormes dificultades que se multiplican a diario. La revolución destrozó el prevenir imponiéndonos un modelo que ha probado ser ineficaz. La crisis nacional parece profundizarse en la medida que pasan las semanas.

El gobierno de Nicolás Maduro vive de remiendos, de tapar grietas con exultantes mezclillas populistas para ganar tiempo, ir corriendo la arruga hasta llegar a las aguas de su quietud. Una maquinaria gubernamental corrompida e incapaz, pero con la habilidad de saber manipular con el hambre del pueblo. Es allí en donde se crece al no tener escrúpulos para imponer su maldad. Hemos padecido dos décadas de desgracia absoluta, un comienzo frenético de un encantador de serpientes que traiga consigo la ponzoña de la venganza.

En la peregrina idea de Hugo Chávez estaba en liquidar la democracia para imponer el totalitarismo. El testigo ensangrentado lo tomó Nicolás Maduro para proseguir con la tarea de destruir a Venezuela. Las estadísticas reflejan la decadencia de la nación en todos los órdenes. El fracaso revolucionario es indiscutible. Su gestión es como un esqueleto sin un hueso sano, la podredumbre de la administración oficialista es pródiga en episodios nefastos. Hablamos de un gobierno aliado del terrorismo internacional. Su vinculación con grupos al margen de la ley pocos la niegan. Somos rehenes se la peor de las experiencias.

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Twitter @alecambero

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 12 de octubre de 2021.

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