El pasado 18 de septiembre, El País de España publicó una entrevista a Gustavo Petro, titulada “Colombia no necesita socialismo, necesita democracia y paz”.
Su propuesta es fatalista, reivindicadora, ingenua en materia de narcotráfico, opositora de la economía del petróleo, aparentemente crítica de Venezuela, clasista, victimizada, criminalizadora del Estado, desconocedora de la democracia y de la Constitución de 1991, y pugnaz con sus adversarios.
Fatalista: si no gana las elecciones presidenciales de 2022, la sociedad colombiana seguiría en el abismo sin salida democrática arrastrada a la violencia.
Clasista y reivindicadora: en cuanto a estatuas y monumentos históricos, conservaría los monumentos de las élites aunque deberían sumarse las voces de los conquistados y de los resistentes.
Ingenua: es partidario de legalizar la marihuana, que la producción estuviera a cargo de los campesinos y que sirviera para sustituir la hoja de coca. Propone quitar el poder a las mafias del narcotráfico mediante una reforma agraria que convierta a los campesinos en dueños del proceso agroindustrial. Serían narcotraficantes sin poder y sin control territorial que se podrían desmantelar pacíficamente. En consecuencia, el ELN y las disidencias de las FARC se reincorporarían a la actividad cívica más fácilmente.
Economía del petróleo: propone una economía basada en el conocimiento que sustituya la economía del petróleo y del carbón. Considera que Nicolás Maduro, incluso Hugo Chávez, en Venezuela, y Rafael Correa en Ecuador se equivocaron por su apuesta extractivista. Restablecería las relaciones diplomáticas con Venezuela.
Aparentemente crítica: el castrochavismo no existe, es un concepto inventado por Álvaro Uribe. La retórica de Chávez para llenar el vacío de su origen militar fue el socialismo tradicional, de manera que se predica esa retórica socialista, sin socialismo, en un país que vive del petróleo.
Pacto o fatalismo: Colombia necesita un pacto de convivencia que se ocupe de la educación, la salud pública, el estatus del trabajo y la tenencia de la tierra, que implica salir del proyecto neoliberal y profundizar en democracia. Los sectores medios y altos lo ven como comunismo. El otro camino es la balcanización armada y mafiosa, que desestabilizaría la región.
Victimizada y criminalizadora: teme un magnicidio, sostiene que a lo largo de la historia muchos candidatos progresistas fueron asesinados. Es más, están siendo exterminados quienes firmaron la paz y los líderes sociales. En el caso de los jóvenes que participaron en las protestas de abril, señala como responsables a la fuerza pública y parapolicial de 100 muertos y 60 desaparecidos, lo que justificaría enjuiciar al actual presidente Iván Duque.
Desconocedora, pugnaz y fatalista: no hay democracia porque el método electoral está cooptado por totalitarismos de facto regionales. La mafia detenta poder político y puede hacer leyes. La corrupción tiene una base social, que es el eje central de apoyo al uribismo. Su propuesta es crear una verdadera democracia, de lo contrario la sociedad entraría en mayor degradación y violencia profunda.
Clasista: el modelo económico que prioriza el sector financiero y la extracción de petróleo y carbón distribuye sus ganancias en una clase económica privilegiada. Se trata de un modelo que promueve la desigualdad social, que es la madre de la violencia. Por eso, los privilegiados no lo quieren y sus medios de comunicación tratan de destruir su proyecto.
Constitución simbólica: para él, la Constitución está vigente, pero no se aplica; su programa es aplicarla, pero no dice como. Su propuesta no es socialista, sino demócrata y promotora de la paz.
Quien concibe la sociedad como guerra de clases, entiende una democracia donde no todos somos iguales, y solo su propuesta nos salva del caos y el abismo. No es un demócrata sino un socialista y un mesiánico.
https://www.semana.com/, Bogotá, 30 de septiembre de 2021.