Llevamos cuarenta años tratando de consolidar el aeropuerto y viendo pasar recursos públicos para otras terminales con menos viabilidad y necesidad. Hemos confiado siempre en que el gobierno nacional tendrá ojos para comprender que una región con inmensa riqueza cultural, comercial, industrial y agropecuaria requiere de una infraestructura aeroportuaria fornida que resista oferta y demanda de gran magnitud, y que le amplíe las posibilidades de conectarse con el mundo. Pero siempre hemos encontrado escollos, disculpas y dilaciones que prolongan en el tiempo a Aerocafé. Nuestros enemigos se han amparado en la táctica de nuevos estudios que diagnostiquen lo ya diagnosticado, y determinen lo ya determinado, y a mancillar el proyecto y rodearlo de sombras. Y mientras dependamos de la voluntad del gobierno de turno, estaremos expuestos a que esos enemigos lo manipulen y sigan ganando la batalla.
El gobierno Petro, a través de los ministros de hacienda y de transporte, ha dicho que el aeropuerto no es necesario porque tenemos el de Pereira. Este disparate solo cabe en la mente de personajes que no conocen la región, o que obedecen las órdenes que desde la tierra vecina les imparten, en su intento perenne de frustrar un proyecto al que siempre le han temido, y lo han puesto en su mira para torpedearlo y detenerlo.
Tenemos pues identificados muchos de nuestros enemigos, empezando por el gobierno nacional, siguiendo con la poderosa clase política risaraldense y terminando con algunos caldenses que, por taimados, pueden ser los más peligrosos. Pero también tenemos unas inversiones millonarias en obra; terrenos donde construirlo; más de seiscientos mil millones de pesos disponibles para inversión, y una factibilidad sustentada en estudios serios que, por incontrovertibles, han tratado de desconocer ante nuestro silencio mudo.
Por eso hoy, que nos cuentan la verdad de una manera cruda y realista, nuestra reacción no puede ser la de plañideras con causa, sino la de un departamento con casta, pujanza, bríos, verraquera y capacidad de afrontar los más grandes retos. Busquemos soluciones sin caer en la trampa que siempre nos han tendido: enfrascarnos en peleas intestinas que solo dañan lo macro del proyecto y nada aportan a su realización. Desoigamos esas voces que piden obras finales inmediatas para causar zozobra; o que, sin pruebas, acusan de pérdida de dineros cuando estos están protegidos en una fiducia; o de quienes pretenden hacer política a través de la injuria, la calumnia y la infamia. Los líos judiciales los debe atender la justicia. Nosotros nos debemos dedicar a construir y a proteger las inversiones.
Aerocafé es nuestro anhelo apremiante; nuestra mayor vía al progreso y desarrollo; nuestro motor de comercialización masiva; nuestra puerta a una verdadera vocación turística; nuestro medio de comunicación expedito con el mundo; nuestro núcleo de inversión foránea; nuestro camino hacia la interacción industrial, comercial, educativa y de servicios. ¡Nuestra más urgente necesidad! Tenemos licencias vigentes, estudios y diseños aprobados, obras en progreso y, como mínimo, la mitad de los recursos para aportar a una asociación con empresarios privados, que no solo nos liberen de la esquiva voluntad de los gobiernos de turno, sino que además nos garantice la realización del proyecto en menor tiempo y alejados de intereses politiqueros.
¿Que en el transcurso del proyecto se han perdido recursos? ¡Es posible! Pero no podemos quedarnos llorando lo pasado, cuando el futuro pasa ante nuestros ojos sin detenerse. Repito: los dineros que hoy tenemos están protegidos en fiducia. Pero el paso del tiempo y la indefinición están causando más pérdidas que las que pudo haber producido la presunta corrupción. ¡Es hora de actuar! ¡Es hora de unirnos entorno al aeropuerto y enfrentar la ojeriza del gobierno Petro, con una solución privada que nos aleje de tanto daño! ¡Aerocafé sí es posible!