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Juan David Escobar Valencia      

Los más recientes, aunque no los últimos, escándalos de quienes nos desgobiernan, nos están dando algunos valores aproximados, en miles de millones, para conseguir lo que se llama ‘gobernabilidad comprada’”.

No creo que el Departamento Nacional de Estadística, DANE, monitoree periódicamente los costos de comprar a un congresista y/o conseguir la aprobación de una ley, pero los más recientes, aunque no los últimos, escándalos de quienes nos desgobiernan, nos están dando algunos valores aproximados, en miles de millones, para conseguir lo que se llama “gobernabilidad comprada”.

Como aprendimos hace años con Samper, los responsables de estas porquerías siempre dirán que “todo fue a sus espaldas”. Un exministro de Hacienda, que por fin en 2022 salió del closet político y confesó ser un petrista, como otros exministros secuaces que ahora dicen que ya no, propuso defender los “auxilios parlamentarios” porque: “resulta menos costoso repartir una cierta cantidad de dinero por congresista que permitir a éstos que distorsionen la evaluación y definición de todos los aspectos del presupuesto”. Juanma, otro de los promotores del actual desgobierno, que ahora igualmente simula estar decepcionado de su pupilo, siempre ha sido un experto en los eufemismos, como decirle paz al apaciguamiento, resucitó los “auxilios parlamentarios” prohibidos en la Constitución del 91 con el elegante nombre de “cupos indicativos”.

Lastimosamente el fenómeno no es nuevo ni invento nuestro. La semana pasada mencioné a Nerón en mi columna, y la verdad no me explico por qué, pues “todavía” que sepamos, no tenemos emperador por estas tierras. Pero algo debe estar sucediendo por estas tierras que sigo teniendo asociaciones mentales con el incendiario “líder”.

De la corte de Nerón hacía parte Publio Petronio Nigro, que supongo que ni de cariño sus amigos le decían “Petro”, y para que no digan que estoy sugiriendo algo subliminal, me imagino que era para que no lo confundieran con un tal Pedro, que en griego ático se escribía “Petrus”, un sujeto sospechoso que andaba en Roma convenciendo gente de la existencia de un Dios no romano y las enseñanzas de quien dijo era su hijo y habían crucificado años atrás en las afueras de Jerusalén. Petronio, además de escritor, pues sin confirmar le adjudican la autoría de “El Satiricón”, según los historiadores de la época era un gran organizador de fiestas y espectáculos para el emperador, quien tanto lo estimaba que terminó nombrándolo Cónsul, el más alto rango en la magistratura de la república romana, con funciones de “dirección del Estado, proponer y hacer cumplir leyes, y controlar magistrados de rango menor para que no se excedieran en sus funciones, juzgarlos y castigarlos”.

Petronio, un experto en el manejo de las relaciones entre el “Ejecutivo” imperial y el “Senado” de túnica, sabía de sobra que, entre corruptos, el mejor lubricante para llegar a consensos y “reformas” que el ejecutivo necesite que apruebe el legislativo, es el dinero, en esa época no billetes sino metales, y por eso las maletas de viajero de hoy no hubieran resistido su movilización.

Por eso, al mejor estilo de los corruptos que siempre dicen ser ajenos a esas prácticas, Petronio se preguntó en el siglo I: “¿Qué pueden hacer las leyes, donde solo el dinero reina?

10 de junio de 2024.

Publicado en Columnistas Regionales

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