No pretendo hacer un juicio definitivo, sino más bien una reflexión sobre los desafíos y las promesas aún no cumplidas que enfrenta Colombia, porque el tiempo pasa, pero lo que se ve cada día es una nueva discusión, una nueva descalificación, una nueva acción corrupta, todos los días es un tira y afloje que no resuelve los problemas de la gente. Todo está quedando en el “yo te tiro a ti las cajas y tú me tiras los cajones”.
Uno de los problemas más acuciantes, por ejemplo, y que continúa sin resolverse es el de la paz total. A pesar de los esfuerzos realizados en gobiernos anteriores, la violencia sigue siendo una sombra oscura que se cierne sobre nuestro país. Los acuerdos de paz con las FARC han sido un paso importante, pero la violencia persiste en diferentes formas, alimentada por grupos armados ilegales y disputas territoriales. Es necesario adoptar una estrategia integral y sostenible para consolidar la paz que por ahora está dejando a miles de colombianos atrapados en un ciclo interminable de violencia y desplazamiento.
La economía es otro frente donde las promesas de cambio y progreso parece que están quedando en el olvido. A pesar de los recursos naturales y el potencial humano con el que cuenta Colombia, la economía se va estancando y las brechas se agrandan cada día más. La falta de políticas claras y eficaces para promover la inversión y el desarrollo sostenible está frenando el crecimiento económico y más bien afianzando la desigualdad social.
Por otra parte, el desempleo es una herida abierta que no termina de cicatrizar. A pesar de los esfuerzos por impulsar programas de empleo y capacitación, millones de colombianos siguen sin oportunidades laborales dignas. La falta de políticas efectivas para estimular la creación de empleo y garantizar condiciones laborales justas está generando un caldo de cultivo para la desesperanza y la marginalidad. Ahora todo desempleado le apunta es a conseguir un subsidio y no a conseguir un empleo.
La impunidad y la corrupción terminan por borrar la confianza en las instituciones y perpetúan un sistema injusto donde los poderosos quedan impunes y los más vulnerables pagan el precio. De ahí que la justicia sea un pilar fundamental que sigue tambaleándose. La falta de independencia judicial y la influencia indebida de intereses políticos y económicos están minando la credibilidad del sistema judicial y erosionando el Estado de derecho. Los magistrados de las altas cortes tienen más interés en la burocracia de los órganos de control y judiciales que en reformarse para garantizar una justicia pronta y eficaz. La nueva fiscal elegida es una expectativa que esperamos no decepcione y tome decisiones que demuestren su independencia.
Un aspecto crítico que merece especial atención es la ejecución presupuestal del gobierno. Los bajos niveles de ejecución reflejan una desconexión entre los recursos asignados y su utilización efectiva en proyectos.
Este es un indicador de la eficiencia gubernamental y, lamentablemente, los datos sugieren que Colombia está fallando en convertir los recursos en resultados tangibles para la ciudadanía. Predicar con el ejemplo significa que los hechos deben hablar por sí solos, y en este caso, hablan de una gestión que necesita urgentemente mejorar su capacidad para implementar y concretar.
Frente a estos desafíos, el gobierno parece estar atrapado en un ciclo de controversias y disputas políticas que poco contribuyen a resolver los problemas reales de la gente. Las redes sociales y los medios de comunicación están inundados de debates que a menudo terminan desviando la atención de las cuestiones fundamentales.
En este contexto, es imperativo que el gobierno del presidente Petro tome medidas concretas y decisivas para abordar los problemas de manera integral y efectiva. Menos discusiones, menos peleas, menos dime que yo te diré.
Y como dijo el filósofo de La Junta: "Se las dejo ahí...”
@LColmenaresR