De todas maneras, todo apunta a que existe un compromiso de la nueva clase dirigente caldense de trabajar unidos por los grandes proyectos regionales, y de aunar esfuerzos para materializar el cumplimiento de los sueños de progreso departamental. Sueños que sistemáticamente se convierten en pesadillas tormentosas, y frustraciones de ideas, iniciativas y propuestas estructurales.
Nuestra percepción con el nuevo gobierno está llena de reservas y temores, y a medida que pasa el tiempo se ensombrece más y más. Seguramente vendrán tiempos demasiado difíciles para el país, y entraremos en una incertidumbre que causará un resquebrajamiento económico y social, derivado de un cambio político lleno de improvisación y de actitudes revanchistas, resentidas y demagógicas. Seguramente también tendremos que enfrentar decisiones dictatoriales que tratarán de camuflar en mecanismos democráticos, pues para eso han logrado unas mayorías legislativas conformadas por individuos ansiosos de mermelada y carentes de dignidad y decoro. Algo parecido a lo que hoy sucede en Manizales y el concejo, donde el alcalde perverso supo llegar con sus prebendas y dádivas, y logró tener una corporación a su merced para apoderarse de un millonario presupuesto que terminó perdiéndose en un océano de improvisación, desgreño, descaro e impudicia.
¿Y qué podremos hacer entonces? Por lo menos cuatro, de los cinco Representantes a la Cámara (Juana Carolina Londoño, Juan Sebastián Gómez, Wilder Escobar y Octavio Cardona), llegan con voluntad de trabajo, conocimiento de nuestras necesidades y capacidad de sacrificio por una región a la que realmente se le deben. Y un senador (Guido Echeverri Piedrahita) llega con experiencia, conocimiento, sindéresis y sustento académico y profesional para afrontar su trabajo y poner a rendir sus esfuerzos en pro de nuestro departamento. El trabajo unido, mancomunado, propositivo y conjunto de esa fuerza parlamentaria, que ha demostrado tener cualidades efectivas y trabajo denodado en cada uno de sus campos, se tiene que convertir en nuestra punta de lanza para que la gobernación pueda cumplir su plan de desarrollo, y Caldas encuentre el verdadero camino de superación y progreso.
Las rencillas políticas tienen que hacerse a un lado. Los partidos, movimientos y colores que en campaña significaron rivalidades o contiendas, tienen que fundirse en una sola fuerza para luchar por un departamento que necesita con urgencia que sus fuerzas se concentren en trabajo efectivo y eficaz. En Bogotá, donde se concentran las grandes decisiones, nuestros congresistas se tienen que convertir en una aplanadora indestructible, así en provincia sigan marcando sus obvias diferencias. Antioquia y la Costa Atlántica, han demostrado a través de los años que esas uniones son posibles, y que no hay nada más beneficioso para una región o departamento, que una lucha masiva y conjunta con tesón, armonía y denuedo.
Y en lo que concierne a Caldas, la Asamblea Departamental tiene que hacer su propio acto de contrición y desde su presidente, Mauricio Londoño, hasta el opositor, Camilo Gaviria, tienen que recapacitar y recomponer su camino para que esa Corporación se convierta en una institución admirable a la cual el pueblo caldense le reconozca su cuota en la construcción de un departamento que reclama el fortalecimiento estructural en todos los ámbitos.
Déjennos soñar con una Caldas unida, fortalecida, pujante, señorial y armónica. Déjennos creer que los sueños de grandeza pueden convertirse en realidad. Déjennos aspirar a vivir en un departamento en paz política. Déjennos construir una Caldas grande, ejecutando aquellos proyectos que peligran truncarse a causa de los celos enfermizos de unos actores que han sido inferiores a la confianza en ellos depositada. ¡Déjennos recuperar la fe en Caldas!