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Jorge Enrique Pava  

En esta época electoral, cuando los diferentes partidos están en función de conformar las listas para el Congreso de la República, salta a la vista la discriminación femenina y queda acentuada en ese llamado urgente que se les hace a las mujeres para que sometan sus nombres al escrutinio general.

Y queda acentuada la discriminación porque, en muchísimos casos, ese llamado de urgencia obedece solo a la obligatoriedad de cumplir con la ley de cuotas (o de género) que impone la presencia del 50 % de mujeres en las listas para las corporaciones públicas de elección popular. Y en muchas ocasiones no importa su capacidad, ni su voluntad, ni su verdadera aspiración, ni sus reales posibilidades; importa es “rellenar” la lista y cumplir una obligación legal que convierte a la mujer en un instrumento al servicio de las apariencias democráticas.

Pero la utilización no termina ahí; por el contrario, es allí donde empieza. Porque esa presencia “relleno” de la mujer es mostrada como símbolo de equidad y como argumento proselitista a favor de los otros miembros de la lista que se nutren de la acumulación de votos. Terminan entonces esas mujeres haciendo un inmenso trabajo político, para ser relegadas después de las elecciones y olvidadas hasta por aquellos que se sirvieron de su trabajo electoral.

¿Tendrá entonces algo que agradecer la mujer por este supuesto avance en la mal llamada igualdad de género? ¡No! Esto, antes que ser un acto de inclusión, es más un acto de vejación, humillación, discriminación y escarnio. Es la instrumentalización de la mujer con fines engañosos, lo que lo hace más grotesco y reprochable; es la minimización de la mujer que durante años ha demostrado ser más honesta, organizada, estricta, responsable e inteligente; es la manipulación de la dignidad femenina en favor del posicionamiento de los hombres. ¡Es, en resumen, una de las mayores aberraciones!

Tenemos muchas pruebas de que la mujer no necesita explotar su género ni dejarse manipular por su condición, para desempeñarse con altura y eficiencia. ¿O se imagina usted, por ejemplo, que Ángela María Toro Mejía, gerente del SES Hospital de Caldas, sobresale entre sus pares solo por ser mujer? ¿Cree que es su condición femenina la que la hace grande, y que el resto de virtudes son soslayables? ¿Piensa que al elegirse el nombre de la doctora Toro, pesó significativamente su femineidad? Y como este caso hay muchos y no son propiamente mujeres que estén detrás de grupos políticos esperando a que las incluyan en estas listas degradantes para cumplir con la obligación legal.

Es cierto que la mujer necesita ser valorada, posicionada, reconocida e incluida. Pero no es a través de leyes ni decretos, porque con ellos solo se logra lo contrario: mayor discriminación, degradación y humillación.

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Aguas de Manizales anuncia el inicio de una campaña para “contarte todos los detalles del proyecto ambiental Más Grande para nuestra ciudad”, la Ptar. Y a la par, Infimanizales habla del valor de ese mismo proyecto y dice que costará $ 110.168 millones, así: “47.148 Aguas e Infimanizales; 42.800 Gobierno Nacional; 13.520 Alcaldía de Manizales; 6.700 Corpocaldas”.

¿Por qué esta administración insiste en mentir? ¿Cuál es la razón para que todas las informaciones oficiales estén disfrazadas, acomodadas o mutiladas? ¿Temen acaso reconocer que los sobrecostos de esta obra (si es que realmente se hace) los tengamos que asumir los usuarios vía tarifa?

Las cifras oficiales presentadas por la propia administración ante los diferentes organismos municipales y nacionales son las siguientes: Costo total de la obra en millones de pesos, incluyendo interventoría: $ 146.853, así: $ 69.948 de la nación; $ 16.520 Municipio de Manizales; $ 6.700 Corpocaldas; $ 45.169 Aguas de Manizales más $ 6.516 de interventoría.

¿Cuál es la verdad entonces: $ 110.168 millones que están socializando hoy, o $ 146.853 millones que presentaron para que les autorizaran vigencias futuras, aprobaran créditos y les tramitaran recursos en el gobierno nacional? Adicionalmente, en esta última cifra no está incluido el incremento en el valor del dólar, ni el sobrecosto del acero y el hierro. ¿Quién asumirá estas diferencias? ¿Hasta cuándo seguiremos siendo víctimas de la improvisación, la falsedad y la mentira?

www.titepava.com

Publicado en Columnistas Regionales

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