I. Izquierda versus Derecha
En 1991, Fidel Castro, secretario general del Partido Comunista de Cuba, y Lula da Silva, líder del Partido de los Trabajadores de Brasil (PT), crearon el Foro de Sao Paulo. Con ello, cambiaron la dirección de los partidos comunistas en América Latina.
Era un cambio necesario para sobrevivir como opción política. Los comunistas hicieron el duelo por la caída del Muro de Berlín, se olvidaron del tutelaje y la financiación de la Unión Soviética y la Tercera Internacional, y decidieron descartar la “lucha armada” o la violencia (“partera de la historia”, según la doctrina marxista) como único camino al poder. El Foro de Sao Paulo se concentraría en la senda electoral para la “toma” (sustantivo que, para los comunistas, indica que van por el poder perpetuo, como en Cuba o Venezuela, y no por un período constitucional de gobierno) del poder.
El primer golpe de mano electoral del Foro de Sao Paulo fue en Venezuela, en 1999. Chávez maniobró enérgica y aceleradamente dentro de la matriz del Foro, para lo cual convocó una Constituyente que promulgara una Carta política inspirada en Cuba y sus reformas de 1965, a saber:
* Estructura de partido único con la creación del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV)
* Institucionalización del sistema socialista de gobierno caracterizado por la falta de separación de poderes y el control centralizado del Estado
* Ejecutivo de poderes omnímodos a través de “leyes habilitantes”
* Congreso unicameral que actúa como asamblea de confirmación
* Justicia que actúa como apéndice del ejecutivo
* Toma y control de los medios de comunicación, del aparato electoral y de la economía.
El socialismo, hijo de Marx, Lenin y Trotsky, siempre fue, como casi todas las religiones, “internacionalista”. El Foro de Sao Paulo, milagrosamente enriquecido con el petróleo venezolano, se dedicó a esparcir la fe socialista, con bendiciones «Urbi et Orbi» desde Cuba. La primera década del siglo XXI fue la del esplendor del Foro de Sao Paulo, triunfando, con elecciones financiadas generosamente por Venezuela y planificadas en Cuba, en seis países: Brasil (2003), Argentina (2003), Uruguay (2005), Bolivia (2006), Ecuador (2007) y Paraguay (2008).
II. ¿Y Colombia? ¿Qué pasaba mientras tanto en Colombia?
Colombia fue un caso sui generis para el Foro de Sao Paulo porque, hasta 2010, Álvaro Uribe Vélez se interpuso al socialismo como un muro de contención. Esta es la historia:
En sus actas fundacionales, el Foro de Sao Paulo aceptó, excepcionalmente, la afiliación de dos guerrillas marxistas como partidos miembros de pleno derecho, las FARC y el ELN de Colombia. Con el correr de los años, esa membresía se les hizo incómoda y muy peligrosa, por las dos guerras desatadas universalmente: 1) contra el terrorismo, a raíz de los ataques de Al Qaeda en los Estados Unidos, y 2) contra el narcotráfico. Ambas bandas colombianas estaban incursas en esos delitos.
Muchos líderes de la izquierda latinoamericana, particularmente Chávez, Evo Morales, Correa y los Kirchner, eran amigos de las FARC y el ELN (o cómplices, como se comprobó con los archivos Reyes), pero no les convenía mantener semejante compañía, porque su afiliación al Foro de Sao Paulo ponía en peligro la existencia misma de la organización y acarreaba enormes peligros judiciales y políticos a los partidos legales de los otros países.
Chávez, entonces, ideó una solución que dejó a todos contentos: sacó a las FARC y al ELN del Foro y las reemplazó con organizaciones “sociales” de simpatizantes o de fachada, y les creó un Foro paralelo de organizaciones desembozadamente terroristas, el Congreso Bolivariano de los Pueblos (2003).
El plan estratégico del Foro de Sao Paulo era iniciar el siglo XXI con un tándem político en la esquina superior de Suramérica: Venezuela, con el Socialismo del Siglo XXI, y Colombia, inicialmente, con un cogobierno Pastrana – FARC mediado por Fidel Castro y Chávez, que debería ser sucedido luego, en las elecciones de 2002, por un gobierno del Foro de Sao Paulo encabezado por el “compañero de viaje” Horacio Serpa.
Álvaro Uribe Vélez, enérgica expresión de la derecha liberal y democrática, derrotó al candidato del Partido Liberal en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2002, lo que provocó el colapso del plan original del Foro. Las FARC, en lugar de cogobernar, se toparon con un enemigo formidable cuyo programa incluía su derrota total y definitiva. Además, la plataforma de Uribe contenía una política de libertades económicas que era la antítesis doctrinaria y filosófica de la del Foro de Sao Paulo.
Serpa, derrotado, trabajó como asesor de la Constituyente socialista de Bolivia y regresó en 2006, otra vez como candidato presidencial de un Partido Liberal al que él y el expresidente Samper habían convertido ya en una cuasi filial de las FARC, con Piedad Córdoba como “directora alterna” y Horacio Duque, columnista de Anncol y confeso militante de las FARC, como director del Instituto del Pensamiento Liberal.
Los opositores de Uribe: Serpa, Samper, López Michelsen, Leyva, Fajardo, Petro, el Partido Comunista, el Partido Verde, M-19, el Polo, los sindicatos de maestros, de la justicia, del petróleo, agitaron durante los ocho años de su administración, las consignas de las FARC:
* ¡Acuerdo humanitario ya! (intercambio de miles de presos de las FARC por políticos y soldados secuestrados)
* ¡“Solución negociada” del “conflicto interno armado”, ya!
* ¡No a la fumigación de cultivos de coca!
* ¡Fuera gringos y bienvenido el eje Cuba – Venezuela – Colombia!
* ¡No al Plan Colombia!
* ¡No a los Tratados de Libre Comercio!
III. 2012: La izquierda asalta el cielo
Las elecciones presidenciales de 2010 fueron un plebiscito de respaldo a la gestión y a las políticas del presidente Uribe, quien tuvo enormes éxitos en la lucha contra el crimen, particularmente el terrorismo y el narcotráfico -tenía arrinconados a las FARC y al ELN, y desmovilizó y encarceló a los cabecillas de las AUC-. Por otra parte, miles de colombianos migrantes y asilados regresaron al país y la economía crecía como nunca: la infraestructura, el turismo, la educación, los servicios de salud, el comercio, la industria, el sector financiero, la agricultura, las telecomunicaciones, la explotación de hidrocarburos y gas, la minería, etcétera.
Invamer publica desde 1991 una encuesta bimensual sobre opinión favorable o desfavorable de la gestión de cada Presidente. Contrario a todos sus colegas (Gaviria, Samper, Pastrana, Santos y Duque), Uribe mantuvo durante ocho años un nivel de aprobación de alrededor del 70%; tocó en ciertas circunstancias (el bombardeo a Reyes y la liberación de Ingrid y los contratistas americanos) el 86% y su promedio para los ocho años fue del 72%.
A pesar de que la derecha ganó las elecciones en 2010, perdió el poder en 2012, cuando el presidente elegido por los partidarios de Uribe traicionó a sus electores y llamó a los partidos del Foro de Sao Paulo a cogobernar, las FARC incluidas.
Santos firmó un “tratado de paz” con las FARC, es decir, les reconoció la condición de fuerza beligerante y de legítima contraparte del Estado. Y para que no quedaran dudas de dónde estaban sus afectos políticos e ideológicos, declaró a Chávez su “nuevo mejor amigo” y estableció una sede de cogobierno con las FARC en la Cuba socialista, la isla de la miseria y el aislamiento. Hasta la firma del “tratado” FARC-Santos, se mantuvo una especie de puente aéreo Bogotá – La Habana y se instaló un costoso sistema de telecomunicaciones con la isla.
Desde 2012 hasta 2018, Colombia tuvo un típico gobierno de izquierda: se derogaron buena parte de los avances legislativos y administrativos de Uribe como
* La modernización (con adelgazamiento de la nómina, supresión de ministerios, embajadas e institutos inútiles)
* La desregulación
* Los acuerdos de estabilidad jurídica
* El control del déficit mediante la implantación de la regla fiscal
* Se suspendieron las fumigaciones de la coca
* Se declaró que perseguir al terrorismo era una política de extrema derecha
* Se suspendió la construcción de las autopistas
* Se creó un paraíso para Odebrecht, los “ñoño” Elías, las FARC, los cupos indicativos, para el despilfarro de las regalías, el gasto opulento del presidente y su séquito.
* La alianza Santos/FARC/Partidos del Foro de Sao Paulo, pactada en 2012, evolucionó hacia la alianza Petro/FARC/Santos que ganó la Presidencia en 2022.
IV. Los estragos del socialismo
El régimen socialista ha sido un fracaso absoluto y ha sumido a Colombia en el caos. Tal como tituló Bloomberg, “La izquierda fracasó en Colombia”: hay una terrible exacerbación de la violencia, caos político, corrupción, destrucción del aparato productivo y tensiones diplomáticas, con la vinculación geopolítica de Colombia al “eje del mal” (Irán, Venezuela, Cuba, Hamás). Todo ello, según Bloomberg, “generó un repunte descontrolado de las apuestas electorales y comienza a verse la situación actual como una oportunidad para un giro político conservador en 2026”.
V. La batalla cultural
Lo que ha definido el triunfo de la derecha en las campañas políticas recientes en América y Europa ha sido la «batalla cultural» y el «combate moral». Lo fue en la intensa contienda entre Donald Trump y Kamala Harris, en los Estados Unidos; en la desigual y agria disputa entre Javier Milei y Sergio Massa en Argentina; lo está siendo en el enfrentamiento de la derecha y la izquierda en Alemania, Ecuador y España. También lo será en las elecciones colombianas de 2026.
La batalla cultural es reflejo de un conflicto ideológico profundo. Incluye muchas cosas:
* El colectivismo de la izquierda versus la ponderación del esfuerzo de los individuos por parte de la derecha.
* La izquierda, demagógica, alega defender el bienestar colectivo, suprimir las diferencias de clase, buscar una sociedad equitativa; la derecha concreta el crecimiento económico y el enriquecimiento de toda la sociedad.
* La izquierda tilda de pecaminosa la búsqueda del lucro y el bienestar propio y de la familia y pone al Estado como el gran benefactor; la derecha cree en valores como la disciplina, la frugalidad, el trabajo duro y la racionalidad, integrados en la vida cotidiana y en la conducta económica de los individuos.
* La izquierda predica el estatismo, las libretas de racionamiento, la prohibición de la propiedad privada y del lucro individual; la derecha anima la acumulación de capital, la disciplina del ahorro, de la reinversión de ganancias, fundamental para el desarrollo del capitalismo, ya que permite la inversión en empresas y el crecimiento económico.
* La izquierda cree en el disparate de la planificación centralizada y burocrática; la derecha en la invención, el emprendimiento, el riesgo individual, la racionalización al fomentar la planificación meticulosa y el enfoque en la eficiencia, pero no del Estado sino de las empresas.
* La izquierda inunda a los pueblos con cargas fiscales; la derecha deja la riqueza en manos de quienes invierten y hacen crecer la economía.
* La izquierda asfixia a la sociedad con prohibiciones, cancelaciones, regulaciones, control de precios; la derecha defiende como inalienables la libertad y la propiedad.
* La izquierda cree en la guerra perpetua de clases sociales, de mujeres contra hombres, de las diferentes preferencias sexuales, de los colores de piel, de las religiones, de la especie humana contra la naturaleza; la derecha predica el ejercicio de la libertad sin que se coharten derechos legítimos de los demás y la propiedad privada.
* La izquierda promueve la violencia, los “estallidos” sociales, la rabia clasista, el incendio de edificios públicos, la destrucción de estaciones del Metro y de transmilenios; la derecha ofrece seguridad personal y seguridad jurídica, Estado de derecho, igualdad ante la ley.
* La izquierda anda cobrando “deudas históricas” y juzgando a los personajes y a los pueblos del pasado con los parámetros de la civilización de hoy; la derecha sabe que la historia es una ciencia social, que el estudio sistemático de eventos pasados, sociedades, culturas y procesos humanos a lo largo del tiempo no es para juzgar a sus protagonistas con las leyes y costumbres del presente.
* La izquierda cree en el paredón, la “justicia de clase” y la “violencia de clase”, la corrección política obligatoria, la censura, los gulag; la derecha cree en la separación de poderes, la justicia independiente, el debido proceso y la igualdad ante la ley.
VI. 2026: Batalla por el Trono Moral
El concepto «trono moral» es una metáfora poderosa que encapsula la lucha por la legitimidad ética y la autoridad moral en el discurso político. Durante décadas, la izquierda colombiana quiso arrebatar ese trono a la institucionalidad y construyó una narrativa desde la academia, los medios de comunicación y hasta los púlpitos, que calificaba a la izquierda como “víctima” en abstracto y al Estado como “victimario”. Barbaridades como la Revolución Cubana de 1959, fue reivindicada como un faro que legitimó la “insurgencia armada”, es decir, el asesinato y el secuestro, como medio para alcanzar un abstracto “cambio social”. Criminales como los guerrilleros marxistas de las FARC y el ELN fueron presentados como encarnación de la lucha “por la justicia social”.
Otro tema del “trono moral” fue el antiimperialismo, que consiste en señalar a la civilización norteamericana como enemiga de los demás pueblos del mundo, especialmente de los latinoamericanos. El discurso del odio a los Estados Unidos resonó en un contexto global de Guerra Fría, donde las tensiones entre el capitalismo (derecha) y el comunismo (izquierda) estaban en su apogeo.
Hasta 2002, fue casi imposible mirar por separado a la izquierda legal o electoral colombiana de la izquierda armada terrorista ya que ambas compartían un discurso que, aunque no siempre justificaba explícitamente la violencia, sí encontraba en ella una explicación dentro de un marco de lucha de clases y resistencia contra un estado percibido como opresor. Esto hizo que la izquierda compitiera en las escuelas, universidades y medios de comunicación por el control del trono moral, justificando las acciones criminales de la izquierda armada por el “fin” superior. “Matar para que otros vivan mejor” dijo Carlos Gaviria.
La Presidencia de Álvaro Uribe marcó un punto de inflexión en esta dinámica. Uribe, con su política de Seguridad Democrática, desafió frontalmente la legitimidad de la violencia como herramienta política. Su gobierno se centró en deslegitimar a las guerrillas, no solo militarmente, sino también moralmente, presentándolas como grupos terroristas que atentaban contra el bienestar de los colombianos. Uribe defendió el trono moral para las ideas de la libertad y contra el comunismo, reposicionando el discurso en torno a las ideas de libertad individual, seguridad y crecimiento económico.
Ese cambio fue también cultural, ya que buscó transformar la percepción pública sobre la legitimidad de las acciones del Estado colombiano frente a las amenazas internas.
Petro y su partido, en cambio, reclama el “trono moral” para los violentos, en particular el M-19, Camilo Torres, fundador del ELN y para el Partido Comunista, fundador de las FARC.
Ese es otro asunto que dirimirán las elecciones de 2026, muy seguramente a favor de las ideas de Uribe y el partido Centro Democrático.
VII. Álvaro Uribe y el Centro Democrático, garantía de la derrota de Petro y los socialistas
El expresidente Álvaro Uribe es la figura más influyente en la política colombiana. Su legado de Seguridad Democrática y crecimiento económico es valorado hoy positivamente por el 60% de los colombianos, en contraste con la descalificación y rechazo a la gestión de Petro y los socialistas.
Uribe, o el candidato de su partido o coalición, representa la esperanza de un retorno a políticas de seguridad, orden y progreso económico.
El conjunto de la derecha colombiana, de amplios sectores populares que no tienen alineación política definida y de los arrepentidos de la izquierda están cerrando filas, alineándose con los valores y logros que Uribe simboliza.
Siguiendo una corriente universal triunfante en Norteamérica, Europa, el Asia democrática y en Latinoamérica, la derecha en Colombia se consolidará como la primera fuerza política en 2026.
* Tomado de:
Febrero 25, 2025.