El gobierno se necesita para protegernos de los criminales y la constitución para protegernos del gobierno, decía Ayn Rand. No nos dejó dicho dónde buscar protección cuando los criminales son el gobierno y escriben la constitución. Esa es la situación de Venezuela desde que, en un acto de estupidez colectiva, decidieron sus ciudadanos confiar su destino a un grupo de delincuentes disfrazados de redentores.
Aunque no hay que dejar de hacerlo, no se debe ser demasiado cruel con los venezolanos al recordarles la responsabilidad que les cabe en el miserable destino que les está tocando vivir. A fin de cuentas, los cultísimos alemanes cargaron en hombros a Hitler y los alegres italianos hicieron antes lo propio con Mussolini. En 2022 los colombianos elegimos un exguerrillero. La democracia es un sistema riesgoso, dejó dicho Ortega y Gasset.
Es admirable la voluntad de lucha que aún exhibe el pueblo venezolano al votar masivamente por Edmundo López y María Corina Machado el 28 de julio y la valiente defensa del voto que están haciendo, enfrentando con inteligencia y determinación un régimen criminal dedicado al narcotráfico y al saqueo de los recursos naturales del país.
Veinte años después de la llegada al poder de la banda criminal de Castro, los cubanos habían perdido toda voluntad de lucha y la ominosa dictadura era reconocida por la llamada “comunidad internacional”. A un cuarto de siglo de la entronización de Chávez y sus bandidos, los venezolanos continúan luchando y el régimen criminal de su heredero Maduro cosecha el repudio de los gobiernos decentes del mundo entero. Por eso el pueblo venezolano es merecedor de gran admiración y de todo el apoyo que podamos brindarle.
La experiencia de Venezuela muestra, a la vez, la facilidad con la que un pueblo pletórico de demagogia puede lanzarse engañado en los brazos de una dictadura criminal y la enorme dificultad de librarse de ese abrazo letal. Por eso es tan preocupante que los criminales de la política colombiana y los tibios que cogobiernan hayan recibido una millonaria votación en 2022 y que, después de dos años de desgobierno y la más escandalosa corrupción, Petro tenga aún 30% de favorabilidad.
Petro es el más delirante y estrafalario personaje que haya surgido en la política colombiana desde los tiempos de Regina Once o el Doctor Gabriel Antonio Goyeneche; con la diferencia fundamental de que Regina y Goyeneche eran estrafalarios, pero divertidos; Petro es siniestramente estrafalario.
A pesar de no esperar otra cosa, a fin de cuentas, son socios políticos en el Foro de Sao Paulo, como colombiano siento gran vergüenza de que el gobierno de Petro no haya condenado inmediatamente el fraude, como lo hicieron los países democráticos de América Latina, y que, en lugar de ello, esté dedicado, con Lula y AMLO, a darle oxígeno a la dictadura, lo que lo vuelve cómplice del baño de sangre prometido y que Maduro está ejecutando a cabalidad. Me duele Venezuela, temo por Colombia.
05 de agosto de 2024.