Como si los resultados de las elecciones del 28 de julio pasado, proclamados el mismo domingo por la noche por los servicios de Maduro, es decir por el llamado “Consejo Nacional Electoral de Venezuela”, donde éste aparece como el gran ganador, como un presidente reelegido, no fueran un hecho y una provocación inmensa. Como si nadie hubiera lanzado esas falsas cifras a la opinión pública y a los medios de información creando la ola de indignación en Venezuela y en gran parte del continente americano.
El presidente Petro se dio aires de estadista y humanista cuando pidió ayer “evitar la polarización violenta de la nación vecina”, como si Maduro no hubiera anunciado un baño de sangre para quienes rechacen los resultados oficiales y como si la fuerza pretoriana de la narco-dictadura no hubiera llevado ya, en las últimas horas, a la muerte a más de 17 manifestantes.
Por fortuna, Estados Unidos fue capaz esta vez de reconocer lo evidente y de rechazar la impostura del CNEV. “Está claro que Edmundo González Urrutia derrotó a Nicolás Maduro con el 67% de esos votos frente al 30% de Maduro”, declaró Brian Nichols, jefe de la diplomacia estadounidense para el hemisferio occidental.
Ante el contundente veredicto, Petro lanzó su tesis de la “duda” sin lograr contrarrestar lo dicho por Nichols.
No le quedó entonces más remedio que perfilar una “posición neutral”, y aparecer como un hombre ajeno a las manipulaciones y a los métodos electorales inventados por Caracas para darle a Hugo Chávez más de 14 victorias. Empero, nadie olvida que esas técnicas fueron exportadas a varios países y que en Colombia fueron el factor central de la llegada al poder de Gustavo Petro en 2022.
Los analistas pro-Maduro están repitiendo hasta el cansancio que Petro “pide un escrutinio y un proceso electoral transparente y pacífico, para evitar la polarización violenta” de la sociedad venezolana. Esa polarización existe desde hace más de 20 años y sus promotores fueron Chávez y Maduro, no la oposición ni los ciudadanos venezolanos.
Otro ejemplo de complicidad de Petro con la dictadura de Caracas: el gobierno de Colombia no quiso votar la resolución que obliga a publicar las actas de la elección del domingo para verificar, con observadores electorales, los resultados oficiales. Petro se sometió así al dictado de Cuba que arrastró a esa postura a 9 otros países.
Otra actitud rutinaria fue la acusación de Petro contra Estados Unidos: el culpable de lo que ocurre hoy no es Maduro sino el gobierno norteamericano. ¿Cómo así? Petro atribuye la culpa a “los bloqueos contra los venezolanos”. ¿Cuáles bloqueos? Petro no lo explica. Petro le pide a Washington “suspender los bloqueos y las decisiones en contra de los ciudadanos venezolanos”. ¿Qué decisiones? ¿Quiere decir que los venezolanos se lanzaron a la calle no contra la dictadura sino contra Estados Unidos y los “bloqueos” que nadie ve? Petro lanza palabras, no describe situaciones, para que la gente pierda el hilo de la situación.
¿O lo que Petro llama “bloqueos” es la negativa de Washington a validar las mentiras de Maduro? ¿O es la posición de Luis Almagro, el secretario general de la OEA, de pedir “la imputación de cargos con orden de aprehensión” contra Maduro por la “represión violenta que está ejerciendo” contra los descontentos?
Solo los incautos podrían ver en las contorsiones de Petro para salvarle la cara al dictador marxista una “postura neutral”.