La obligación de velar por su interés personal y el de sus seres queridos, disciplina a las personas en los hábitos de la regularidad, la moderación, la previsión y la confianza en sí mismas. Esto no ocurre - señala Tocqueville - por voluntad propia consciente sino por la fuerza de la costumbre. Cuando las personas están obligadas a tomar sus propias decisiones y a mantenerse con su propio trabajo, son más esforzadas, constantes, ahorrativas, sobrias y menos exigentes. Habituar a la gente a depender de las ayudas o los empleos poco demandantes del gobierno tiene un efecto deletéreo sobre esos hábitos.
Todas las personas, incluidas las pobres, responden a incentivos. El asistencialismo corrompe a las personas, no solo a los políticos. Esa dependencia moldea también las actitudes políticas. El pueblo venezolano – habituado a los servicios públicos gratuitos, gasolina a precios irrisorios y a toda clase de ayudas sociales - se lanzó en brazos de Chávez cuando la caída en el precio del petróleo hizo inviable el asistencialismo desplegado en forma masiva por los gobiernos de Pérez, Caldera, Herrera-Campins y Lusinchi en la bonanza petrolera de los años 70 y 80 del siglo XX.
Chávez consiguió hacerle creer a la población que la reducción de los subsidios era decisión de una oligarquía perversa y que él era el ungido para defenderlo y reestablecer sus derechos. Chávez tuvo la fortuna de montarse en la fase alcista de los precios del petróleo pudiendo de nuevo repartir dinero a espuertas – las Misiones Bolivarianas o Misiones de Cristo - a una población con arraigados hábitos de rentista. Y Venezuela pudo mantener el festín, como lo denominara Arturo Uslar Pietri, hasta que los precios comenzaron a caer y sobrevino la pavorosa catástrofe económica y social que el mundo contempla con estupor.
Naturalmente, los responsables directos de esa tragedia son Chávez, Maduro y la banda de delincuentes que los acompañan; pero, los responsables indirectos son Pérez, Caldera, Herrera-Campins, Lusinchi y los políticos adecos y copeyanos que con su asistencialismo desaforado corrompieron la sociedad venezolana allanando así el camino de Chávez y Maduro.
Sin pretender desconocer la heroica lucha de María Corina y su movimiento, su campaña arrolladora y su muy segura victoria es resultado del colapso del sistema asistencialista de subsidios masivos, de empleo clientelista y corrupción montado a partir de la renta petrolera que se extinguió. Para decirlo brevemente, Edmundo González, el ungido de Machado, triunfa hoy por la misma razón que triunfó Chávez hace un cuarto de siglo: la caída de la renta petrolera.
Después de la victoria electoral, el gran reto de los liberales demócratas venezolanos es la reconstrucción de la sociedad sobre la base de una economía basada en una actividad privada vigorosa y un estado centrado en proveer seguridad, orden y justicia; todo lo cual es extremadamente difícil con unas fuerzas armadas corrompidas, la presencia de múltiples economías criminales y una población acostumbrada al asistencialismo. Aunque en menor medida similar situación enfrentaremos en Colombia.
29 de julio de 2024