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Luis Guillermo Vélez Álvarez                                      

El capitalismo es a la vez resultado y condición de la expansión de las fronteras de la libertad humana y de su ineludible correlato de la responsabilidad de las consecuencias de las acciones libremente elegidas.

La defensa del capitalismo liberal puede hacerse invocando su extraordinaria superioridad productiva y su increíble capacidad para eliminar la pobreza y reducir la desigualdad. Esto es tan evidente que incluso los comunistas chinos decidieron adoptar, para superar la ominosa pobreza de su población, una modalidad de capitalismo autoritario, inspirada en las ideas de la fisiocracia francesa del siglo XVIII, que propugnaba por libertad económica y el despotismo político. Los comunistas chinos entendieron que el objeto de la producción es el consumo y que la esencia del capitalismo es la ampliación y diversificación de las oportunidades de consumo poniéndolas al alcance de todo mundo mediante el abaratamiento de los precios en el proceso de competencia.

Deirdre McCloskey, la gran economista que en hora buena visitó Medellín por invitación de Libertank, aporta otras perspectivas para la defensa del capitalismo liberal: la comprensión científica de su funcionamiento, el papel central de la función empresarial y su elevada moralidad.

El capitalismo o, como lo denominara Adam Smith, la Gran Sociedad, no es una organización de la producción creada de forma deliberada por la inteligencia humana con el propósito de lograr un resultado previamente anticipado. Es, al decir de Hayek, un Orden Espontáneo surgido de la lenta evolución a lo largo de los siglos de las cinco instituciones, tampoco inventadas o creadas de forma deliberada, en las que reposa su fortaleza y vitalidad, a saber: la división del trabajo, el intercambio voluntario, la propiedad, el dinero y el cálculo económico.

La forma como se concibe al empresario incide decisivamente en la percepción que las personas tienen de la economía capitalista. Esa concepción determina la mayor o menor simpatía – o antipatía- que se experimenta frente a ese tipo de organización económica y la forma de propiedad a ella asociada. Las ideas que la gente tiene del empresario y de su rol en el proceso económico están determinadas por el tratamiento analítico dado a esa figura en las dos grandes tradiciones del pensamiento económico: la clásica y la neoclásica. Estas tradiciones son las que más han permeado la conciencia colectiva y llevan a que la gente vea al empresario como explotador o como rentista. A ellas hay que oponerles la visión del empresario como creador de riqueza y como descubridor de nuevas oportunidades de consumo. Hay que reivindicar la idea de Mises de que empresarios somos todos porque todos somos calculadores económicos.

El capitalismo es a la vez resultado y condición de la extraordinaria expansión de las fronteras de la libertad humana y de su ineludible correlato de la responsabilidad de las consecuencias de las acciones libremente elegidas. El ejercicio responsable de la libertad contribuye al desarrollo de lo que Deirdre McCloskey llama las virtudes burguesas como la frugalidad, el ahorro, la prudencia, la esperanza, la fe, la responsabilidad, la solidaridad e, incluso, el amor. Hay que reivindicar la elevada moralidad del capitalismo y “recuperar el respeto virtuoso por lo que hoy todos somos: burgueses, capitalistas y comerciantes”.

21 de julio de 2024.

Publicado en Columnistas Nacionales

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