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Luis Guillermo Vélez Álvarez                  

De Borges aprendí que la vida puede ser vista como una sucesión de pequeños milagros secretos y que la felicidad es extremadamente abundante, cuando se aprende a ser poco exigente y bien agradecido. El miércoles pasado, en horas de la tarde, tuve un improbable encuentro que dio inicio a una serie de acontecimientos que me han dado mucha dicha.

Ese día asistí, en la Gobernación de Antioquia, a una reunión a la que en la mañana había tomado la determinación de excusarme de asistir. En impulso de último minuto cambié de parecer y llegué, un poco tarde, a la cita en la que el Gobernador hizo importante anuncio a la Corporación de Silleteros. Otro impulso me hizo querer ir a mi oficina ya bastante avanzada la tarde y cuando me disponía a entrar a las instalaciones del Concejo por la portería de la Plaza de la Alpujarra apareció, como salido de la nada, el principal protagonista de esta historia.

- Señor, ¿usted es concejal?

- Si, ¿en qué puedo servirle?

Soy Aníbal Zambrano, vivo en el Barrio Miranda - comenzó a decir, mientras desplegaba en el suelo una serie de fotografías, recortes de prensa y otros papeles - quiero contarle una situación que estamos padeciendo desde hace dos años. El barrio es bonito, yo lo quiero mucho, y está muy arborizado, pero hay unas palmas que han crecido mucho y una de ellas, cercana a la sede educativa Francisco Miranda, tiene un gran racimo de cocos que en cualquier momento pueden caer, Dios no lo quiera, provocando una tragedia.

Como una imagen vale más que mil palabras, después de ver la fotografía de una palma de más de 20 metros de altura cargada de cocos, llamé de inmediato a mi querida amiga Ana Ligia Mora, Secretaria de Medio Ambiente. Ana Ligia – le dije – mira la fotografía que te acabo de mandar por WhatsApp. Tienes que hacer bajar esos cocos, si se caen y provocan un daño o hieren a alguien, no tendremos perdón de Dios. El jueves en la tarde, Ana Ligia me dio felicidad al hacerme llegar la fotografía de la hermosa palma ya despojada de sus amenazantes cocos. Las cosas no terminaron allí, lo mejor estaba por venir.

En la tarde del viernes hablé por teléfono con don Aníbal y su esposa. Me llenó de gozo la felicidad que sentían y la gratitud que manifestaron. Me contó que la operación de bajada de los cocos fue todo un acontecimiento que disfrutó toda la gente de la cuadra. Agradecidos les dieron tinto y gaseosa a los miembros de la cuadrilla. Ana Ligia y yo quedamos muy invitados a tomar tinto en la casa de don Aníbal. Pregunte por el Pastuso, concejal, así me conocen todos.

Dos años buscando solución a un problema, pequeño en el conjunto de la Ciudad y de la administración, pero inmenso y angustiante para una comunidad o un solo ciudadano.

17 de junio de 2024.

Publicado en Columnistas Nacionales

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