Sin embargo, para quienes sepan contemplarlas con mirada histórica, estas dos jornadas marcan un punto de inflexión, porque la entrega del país a las fuerzas más radicales y fanáticas de la revolución va acompañada del acto simbólico que exalta su triunfo, el regicidio.
Me explico: La firma en Caracas, el sábado 25 de mayo, del primer acuerdo entre gobierno y Eln (yo con yo), forma parte del convenio clandestino entre ambos, que empieza a emerger y que se presenta como el preludio de una “paz” largamente añorada, y no como el mecanismo truculento para saltar súbitamente del actual modelo democrático, al de corte marxista-leninista y totalitario de Gustavo y Eliécer Herlindo.
En efecto, desde agosto de 2023, en La Habana, Petro y el Eln, en presencia del jefe de ambos, constituyeron el llamado Comité Nacional de Participación, formado por 80 miembros: 64 de igual número de organizaciones izquierdistas de fachada, 7 en representación de gremios empresariales, y 8 individuos de relleno, con el fin de preparar textos de carácter vinculante y obligatorio, para entrar en vigencia tan pronto se firme el acuerdo final entre el gobierno y el Eln, el cual no va a requerir refrendación parlamentaria.
Ahora bien (y no tan bien), los gremios no se preocuparon de saber qué pasaba en ese Comité, y hace una semana, cuando leyeron lo que habían firmado, pusieron el grito en el cielo, porque se enteraron finalmente de que el tal Comité ya dizque había celebrado 78 encuentros con la participación de 8.465 personas y 3.132 organizaciones, y que tenía listos tres ejes:
1. El de la transición política para establecer la “democracia directa”; el poder popular; la reforma de la Fuerza Pública y la reforma electoral.
2. El de la transformación económica, para eliminar lo extractivo, establecer la economía popular, cambiar la política exterior y la tenencia de la tierra, sin olvidar la legalización del negocio de los estupefacientes;
Y 3. La ambiental, de un ecologismo delirante, que llega hasta el propósito de detener la “frontera agrícola”
De nada valió la tardía denuncia de los gremios, porque el sábado 25 se firmó, por la puerta falsa, el infame documento que hará posible la reforma constitucional de Petro para convertir a Colombia en una segunda Venezuela, celebrado con bombos y platillos por los medios masivos enmermelados, que ocultan aquello de “vinculante”, para que las gentes gocen esperando el pacífico paraíso prometido, en lugar del infierno del hambre y el despotismo castro-madurista.
Se oculta también al país que, tan pronto se firme el convenio Petro-Eln, todo lo definido en el tal Comité de Participación entrará en vigencia, sin tener siquiera que pasar por el Congreso, como quien dice, la Constituyente de la que viene hablando Petro.
¡La ratificación de ese mecanismo atroz acaba de hacerse en Caracas, sin que los jefes políticos y sus congresistas, los medios y sus comentaristas y los gremios y sus empresarios, siquiera se ocupen de este inconcebible engendro!
Como ya hemos esbozado el mecanismo para consumar la revolución, pasemos al acto simbólico del regicidio, que en nuestro caso es la condena del presidente Uribe Vélez. Esta será proferida inexorablemente por un entramado judicial corrupto, desde la nueva Fiscalía (que prometió actual dentro de la legitimidad), pasando por una juez sumisa, hasta llegar a una Corte Suprema infiltrada. Tendremos que asistir a una larga y agotadora farsa jurídica destinada a humillar, envilecer y encarcelar durante largos años al gran gobernante que encarna nuestro Ancien Régime.
El clímax de la revolución exige el regicidio (sea de Luis XVI, Nicolás II o Álvaro Uribe), porque lo que se busca en el paroxismo del odio es la abolición de todo lo anterior en materia de creencias, la destrucción de todas las instituciones, la sustitución del modelo económico y la extinción de la libertad, ¡para crear un hombre y un mundo nuevos!
Todo lo anterior a la revolución es execrable y sobre su símbolo político visible se desencadena todo el resentimiento y la venganza de quienes llegan para establecer el orden bárbaro, y, por tanto, no habrá trapisonda jurídica ni prevaricato que no se cometa, maledicencia que no se propague, falsa prueba que no se admita, con tal de poder desfogar las más bajas pasiones de quienes han llegado al poder para disfrutar de la ilimitada libido imperandi del lumpen intelectual y moral.