Mucho antes que otros, Chestov estudió el fenómeno del bolchevismo en el poder. Sus conclusiones fueron tremendamente exactas si no proféticas. El leninismo para él era un movimiento “profundamente reaccionario”, “incapaz de crear”. En el prefacio a una nueva edición francesa de ese y dos textos más, el historiador Jean Louis Panné recuerda que Chestov estimó que los bolcheviques “pertenecen al pasado ruso, aunque se presenten como una novedad”. Esa noción fue idéntica a la que el novelista Vassili Grossman, autor de Vida y Destino, muchos años después, defendió al decir que Lenin “encarna el bolchevismo salido de la servidumbre rusa”.
Según Chestov, la devoción bolchevique por la fuerza, por la negación de la libertad y de las garantías individuales, se conjugaron para hacer de los bolcheviques unos idealistas que se entregaban a la magia del verbo” sin crear nada. Chestov murió en 1938. La primera traducción al francés de su famoso ensayo fue publicada en septiembre de 1920 por la editorial Mercure de France, de París. El texto que sigue fue traducido del francés por Eduardo Mackenzie.
“Quizás después de esta digresión comprenderemos mejor por qué yo califiqué a los bolcheviques de parásitos. Por su esencia misma, ellos no pueden crear y no crearán jamás nada. Los líderes ideólogos del bolchevismo pueden repetir todo lo que quieran, repetir y conjugar las palabras creación y crear, ellos son absolutamente incapaces de una creación positiva. Pues el espíritu de servidumbre que permea toda su actividad e incluso toda su burda ideología, mata toda creación en su germen. Esto es lo que no comprendieron los políticos del régimen zarista y lo que no comprenden tampoco los bolcheviques, aunque ellos hayan disertado mucho sobre ese tema, tanto en la Duma como en sus publicaciones clandestinas. Pero todas esas disertaciones son olvidadas como si ellas nunca hubieran existido. Hoy en día, no hay en Rusia sino diarios y oradores gubernamentales. Solo pueden escribir y hablar lo que glorifica la actividad de las clases dirigentes. Es un error creer que los campesinos y los obreros, en nombre de los cuales gobiernan los bolcheviques, disfrutan bajo esa relación la menor ventaja sobre las otras clases. Como antes en el antiguo régimen, no son privilegiados sino los elementos bien pensantes es decir aquellos que sin chistar obedecen las órdenes del gobierno; pero aquellos que protestan, que se atreven a tener una opinión personal, para ellos ya no hay un lugar en Rusia, e incluso menos, infinitamente menos ahora que durante el régimen de los zares. Bajo los zares nos expresábamos en eso que llamábamos la lengua de Esopo, pero podíamos al menos hablar sin arriesgarnos a perder la libertad e incluso la vida. En cuanto a callarse, eso no estaba prohibido a nadie. Ahora está prohibido incluso callarse. Si queremos vivir hay que expresar su simpatía por el gobierno, hay que cubrirlo de flores. Vemos a qué resultado llega un tal estado de cosas: una enorme cantidad de hombres incapaces y sin conciencia, a quienes les es perfectamente indiferente elogiar a cualquiera y decir cualquier cosa, remontan a la superficie de la vida política. Los mismos bolcheviques lo saben muy bien y no faltan aquellos que están horrorizados por lo que pasó. Pero ellos no pueden hacer nada y no hacen nada. Los hombres conscientes y capaces no pueden, por su misma naturaleza, acomodarse a esa esclavitud. La libertad es necesaria para ellos como el aire. Los bolcheviques no comprenden eso.”