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Carlos Salas Silva   

En cada momento experimentamos cambios en nuestra visión del mundo, tanto así que un leve giro de la cabeza nos ofrece una visión distinta del entorno revelándonos diferentes ángulos de lo percibido, como también añade nuevos elementos que no se podían apreciar sin ese cambio de posición.

Los espacios que habitamos son un campo de experimentación en los cambios de posición, con lo que enriquecemos nuestra percepción y nuestras vivencias. Lo mencionado hasta ahora se refiere a la libre determinación de tener un punto de vista u otro que se activa especialmente en momentos de ocio. Compartir esos pequeños descubrimientos es habitual cuando nos encontramos en compañía de aquellos con los que mantenemos vínculos cercanos. Es habitual decirle a quien nos acompaña mira esto o mira lo otro queriendo, con ello, expandir el placer del descubrimiento, como si quisiéramos atrapar, sin que se nos escape, lo que es tan efímero como el paso de una nube o el vuelo de un pájaro. 

Tanto en los espacios cerrados como al aire libre mantenemos esa constante búsqueda de otros ángulos de visión. El lugar pone sus condiciones, no es lo mismo ver el horizonte frente al mar que contemplarlo en un paisaje montañoso. En el interior tendemos menos a mirar hacia arriba, en cambio en el exterior, ya sea de día o de noche, tenemos un particular interés en mirar el cielo, ya sean las nubes con un fondo azul o las estrellas con un fondo oscuro. Como en la vigilia mantenemos la mayoría de las veces la cabeza vertical nuestra visión es panorámica. Tenemos que hacer un gran esfuerzo para que, estando de pie o sentados, giremos la cabeza a una posición horizontal buscando una nueva manera de observar. Los niños son expertos en darle giros a las miradas y con ello ven lo que para el adulto está oculto y no se muestra visible debido a su rigidez que es tanto física como mental.

Pienso estas cosas luego de reubicar la mesa de trabajo en la biblioteca de mi casa. Tenía desde hace meses la intención de girarla y tan solo hoy, antes de ponerme en la tarea de escribir el corto texto semanal de los lunes, me decidí a hacerlo. Ahora tengo frente a mí el estante de libros, la luz me llega por la derecha del ventanal que antes tenía de frente. Descubro un espacio que, siendo el mismo, ha cambiado de manera notoria. Los libros han sustituido a la vegetación, a la montaña y al cielo, pero me permite que con solo girar mi cabeza un poco los capture mi mirada. De esta manera no me encandila la luz exterior y puedo leer sin problema las letras que van apareciendo en la pantalla del computador mientras las tecleo.

Mi decisión de experimentar este cambio de posición de una mesa fue precedida por unas reflexiones que hice mientras hacía mi caminata matutina. Me preguntaba de qué manera puede haberse alterado el punto de vista sobre los sucesos de un país si quienes gobiernan son unos u otros. Evidentemente no es lo mismo que, por poner un ejemplo, una denuncia de actos de corrupción sea a un gobierno de derecha a que lo sea de izquierda. Tampoco la opinión de los ciudadanos coincidirá si a quienes conciernen fueran por los que votaron y ganaron o por los perdedores. Se le añade el que la posición de unos sea a favor del gobierno o en contra cuando el espacio político se ha alterado. Habrá quienes se desentiendan del asunto sin permitirse girar un poco la cabeza y tener otro punto de vista empeñados en afirmar que siempre ha sido lo mismo, que la política y los políticos son iguales de estúpidos, corruptos y criminales. Los hay quienes ya ubicados desde la oposición mantienen la mirada en todo lo malo del gobierno. Por otro lado, están otros que defienden a sus líderes de una manera ciega haciendo que un ángulo de visión u otro sea lo mismo porque se empeñan en mantener los ojos cerrado. Y hay quienes se permiten mirar desde distintos ángulos lo que los lleva a cambiar de posición para tener una mejor visión. Lo evidente es que, sea desde una posición u otra, la corrupción del presente gobierno es repugnante.

Que sean quienes se presentan como los enemigos de la corrupción los que estén haciendo fiesta con el heraldo público es algo que repugna. Así podamos observar los hechos nauseabundos desde la oposición mirando cada una de sus aristas o darle la espalda para no mirar con tal de mantener la defensa y el apoyo ciego al gobierno, lo que ha salido a la luz es tan solo una mínima fracción de lo que hay detrás. Lo que queda por destapar es inmenso y, mientras se mantenga este régimen se verán nuevos y peores actos de corrupción.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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