“Retomando los pasos perdidos” es el nombre de ni próxima exposición en la galería Baobab en el marco de Artbo fin de semana y es, también, el título para la charla prevista para el próximo viernes 12 de abril en la que haré un breve recorrido de los cincuenta años de mi trabajo artístico. Como podrán imaginar, ese repaso me ocupa cada minuto de mis días y hasta de mis noches cuando los sueños se empeñan en lo mismo. Algunos recuerdos me llegan como instantáneas fotográficas y otros como pretextos que me arrastran a un camino oscuro que exploro apenas iluminado por la vela de una memoria que se va apagando poco a poco. A veces quisiera no verme obligado a esa empresa por lo dolorosa que se torna cuando los arrepentimientos surgen y me llevan a pensar que ciertos acontecimientos pudieron haber sido de otra manera, una en la que ni mi torpeza, ni mi terquedad hubiesen impedido un mejor rumbo en mi vida. A pesar de que mi imaginación se empeña en crear una ficción distinta a lo que irremediablemente fue o, por lo menos a justificarlo, la evidencia de los hechos es implacable. No sabría decir si la balanza se inclina más a favor o en contra, lo que sí se hace evidente es que lo uno no habría sido sin lo otro, tanto lo bueno como lo malo se hacen inseparables.
El nombre de la exposición hace referencia a una acción pictórica que no me ha sido extraña en esos cincuenta años dedicados a la pintura. Se trata de retomar trabajos realizados años atrás y trabajar sobre ellos como si la obra reclamase una segunda oportunidad. Paradójicamente esa manera de ejecución no equivale tan solo un traer al presente sino un llevar al pasado generándose una espiral ascendente pero también descendente que me causa vértigo, me agota y me consume. Así, el acto de pintar se convierte en un bucle del que es imposible escapar.
Muy al comienzo del año un antiguo compañero de universidad nos hizo recordar que el 20 de enero se cumplirían los cincuenta años de nuestro ingreso a la facultad de arquitectura de la Universidad de los Andes. Ese es un referente claro que me ayuda a encadenar los recuerdos, pero también es un motivo de reflexión acerca de mi manera de concebir el arte y lo que la arquitectura ha significado positiva y negativamente en mi obra. En esas cinco décadas la presencia intermitente de la arquitectura ha marcado etapas decisivas en mi trayectoria como igualmente los espacios en los que he vivido, trabajado, como lo muestra la película “En el taller”, y expuesto, de lo que es un buen ejemplo la exposición en el museo diseñado por Rogelio Salmona que es un antecedente importante a esta mirada al pasado.
En 1999 Gloria Zea y Álvaro Medina realizaron una retrospectiva de los veinticinco años de mi obra en el Museo de Arte Moderno de Bogotá. En ese momento pensé que cada artista debería pasar por una experiencia similar. Durante un año me dediqué a preparar dicha muestra llenando mi taller de pinturas donde fueron fotografiadas para la elaboración de un libro. El efecto de esa experiencia fue tanto positivo como negativo. Además de la mezcla de placer y dolor que suscita el colocar en un espacio físico lo que fue y en uno mental lo que pudo haber sido, desencadenó una serie de sucesos que marcaron un nuevo capítulo en mi vida del que ahora se cumplen otros veinticinco años.
KienyKe