Pasó una década y apareció uno que encarnaba el prototipo de un antioqueño honorable, patriota, trabajador y práctico, y el país progresó gracias a que se generó confianza, y a que se administró el Estado con juicio, transparencia y efectividad. Con errores y pifias, seguro, pero de todas formas con la mística que demanda el servicio al bien común y al interés general.
Hoy veo en las grandes empresas y emprendimientos, en Colombia y por fuera del país, muchos profesionales colombianos muy buenos, hombres y mujeres meritorios, rigurosamente competentes, capaces y muy prolijos en su vida laboral y privada, que denotan excelencia y, sobre todo, que no tienen esos resabios propios de la perrera partidista local, pues se arrendaron bien y pasaron por el tablero donde se miden los resultados en el sector privado.
Y entonces es por ello que no entiendo nuestra adicción al fracaso social, donde solo cambiamos las mismas bestias resabiadas por otras que llegan a hacer lo mismo de siempre, a obtener el falaz estatus de la fama fantoche y el lucro personal, que alimentan la soberbia propia de los egos inflados por el hedor del poder.
Como sociedad nos bajamos de un caballo incapaz de llevar la carga en la dura trocha del desarrollo económico, y queremos apearnos de mulas y machos viejos, mal arrendados, mordelones y pateadores, que se corcovean cuando no aguantan la enjalma porque están llenos de peladuras y cojeras, apenas comparables a los resabios que gobiernan su propia incapacidad.
No comprendo por qué sólo la casta clientelista de siempre y la nieva que la arremeda figurando en redes y los medios, así sea haciendo daño y saqueando el erario, tiene el derecho exclusivo y pernicioso a una nominación partidista para acceder al poder. Se sabe la razón, pero no le encuentro la lógica, si de servirle bien al país se trata.
Acaso el Estado no podrá administrarse como una gran corporación que cotiza en los mercados bajo estándares sostenibles T.E.S.G.? (tecnológicos, ambientales, sociales y de gobernanza)
Hoy de nuevo como antes del 2000: se busca un gran ser humano profesional, hecho a pulso, culto, sano, y con experiencia internacional y nacional, que sea capaz de ser el ejemplo en todos los sentidos para la juventud de una nación de 50 millones de personas muy trabajadoras e indefensas que merecen algo mejor a lo poco que deja una casta política perversa amancebada con una minoría criminal impune y degenerada, llena de odios y resentimientos.
El puesto de director de este circo debe ser para alguien que domine lo real y lo digital y crea en la transformación y el cambio tecnológico, no en el cambio ideológico y revolucionario que sólo agrava el problema de la administración del empobrecimiento. Demanda alguien que sepa conformar los mejores equipos para administrar el Estado, y que se rija sólo por los parámetros del civismo y la ética, y no que comprometa ni venda los principios.
Colombia tiene muchos de esos ciudadanos ejemplares en la actividad privada y algunos han pasado temporalmente por el sector público, pero mientras sigamos reciclando la misma politiquería partidista, como sociedad vamos como la cola de la vaca: creciendo para el suelo, cagada y llena de moscas.
https://www.larepublica.co/, Bogotá, 15 de marzo de 2024.