Con el antecedente del “acuerdo final” entre Timo y Santos, es imposible que alguien de buena fe pueda pensar que esos seis años de conversaciones en La Habana hayan sido cosa distinta de un simulacro de negociación, cuando lo que se hizo fue engañar al país mientras se fortalecía la subversión, se debilitaban las defensas, se adormecía la opinión con la promesa de la paz, preparándola para tragar los sapos y culebras de las 316 páginas en las que se detallaba la entrega de buena parte de la institucionalidad a la guerrilla narco-chavista y a sus mentores intelectuales e ideológicos en Bogotá.
El resultado de la refrendación expedita y espuria (fast-track) del tal “acuerdo final” fue la aceptación, por parte de la clase política, del “gobierno de transición”, la JEP, la Comisión de “la verdad”, la entrega de ingentes recursos del presupuesto al Secretariado y la toma de los mecanismos electorales.
El resultado inevitable de tanta torpeza fue la elección de Petro, cuya mayoría se logró con el constreñimiento electoral en la más remota periferia cocalera y con el muñequeo de la Registraduría.
A partir de agosto 7 de 2022, quien ejerce el gobierno viene conquistando el poder político paso a paso y sin retroceder jamás, indemne frente a sus inconcebibles, intolerables y cotidianos escándalos familiares y políticos ...
Una vez conquistado el poder político en las elecciones de 2022, falta cambiar el modelo económico y social. De eso se trata con el Eln, nada más ni nada menos.
Con la experiencia del anterior simulacro, ahora se hace creer al país que hay una dificilísima negociación entre gobierno y Eln, la guerrilla más radical, extremista e inflexible, además, de corte pol-potiano.
En vez de aceptar la falacia de que hay “negociación”, hay que reconocer que tanto el gobierno como el Eln son actores dirigidos dentro del principio del internacionalismo proletario, desde La Habana, por el movimiento comunista clandestino que allí tiene su jefatura continental.
La farsa avanzará hasta que, en la correlación de fuerzas, la ventaja del gobierno permita firmar el “acuerdo vinculante” con el Eln, sin temor de reacción eficaz por parte de sectores castrenses ni de movimientos cívico-militares.
A pesar de la tan cacareada “congelación” del proceso con el Eln, preparatoria de nuevas concesiones del gobierno a esos subversivos, el Comité de Participación Ciudadana (dominado ampliamente por organizaciones comunistas de fachada), sigue preparando el “acuerdo vinculante”, que ha de sustituir la Constitución con la mera firma de Petro y de Eliécer Herlindo, sin necesidad de plebiscito, referendo ni refrendación parlamentaria, como se convino entre Petro y el Eln, en presencia del jefe de ambos grupos, Raúl Castro, en La Habana, el 9 de junio de 2023.
La tal congelación es otro distractor mediático, destinado a una opinión estólida que anhela lo que llaman paz pero que solamente es entrega.