Pareciera cosa de ociosos ese despliegue de ingeniosidad y, más aún, una muestra del desprecio que se tiene por la muerte a la que tanto tememos, pero, según parece, la aplaudimos cuando se lleva a personas de la calaña de la mencionada tristemente célebre criminal que utilizó la política para sus intereses, los de sus camaradas en el monte y de sus amigos bolivarianos que le significaron pingües ganancias porque nada lo hacía gratuitamente. Y sin duda es cosa de desocupados dedicarle unos minutos a dar con la frase precisa, el montaje apropiado y la búsqueda de viejos videos para darle duro a la que ya, en el infierno o donde sea que se encuentre, es inmune a la crítica malsana como sí lo fue a la justicia, cosa inexplicable desde cualquier punto de vista legal pero no desde el de un órgano de justicia politizado, acobardado y arrodillado al crimen organizado ya provengan de los terroristas de las FARC y el ELN, de las bandas criminales, o de los políticos corruptos.
A muchos de esos apuntes tragicómicos los he cliqueado con un “Me gusta” y no he sentido ningún remordimiento de consciencia; por el contrario, me ha permitido hasta reírme de la muerte como lo hacen los mexicanos a diario y lo celebran cada año el primero de noviembre. En el tema de la visita de la parca a esta señora no se ha tenido “piedad” alguna, aunque si hay quienes como el mequetrefe que la honran con trinos cuyos textos generan dudas acerca de su sinceridad sobretodo viniendo de quienes han hecho de la mentira su sello de identidad.
No soy tan hipócrita como algunos que, por sentirse fervientes católicos, se abstienen de decir lo que piensan desde el fondo de sus corazones acerca de la muerte de los malos, y por eso no niego que me alegraría mucho que le fueran a hacer compañía pronto, muy pronto, muchos de los amigotes de la difunta. Por suerte no está penalizado el que cada uno piense lo que le dé la gana acerca de ese asunto y nos importa un bledo, a quienes pensamos que estarían mejor en el más allá que en el más acá ciertos personajes haciéndole la vida imposible a sus semejantes, el juicio moral de santurrones que predican que a nadie se le desea la muerte.
Antenoche en mis sueños me “visitó” el diablo y sentí en todo mi cuerpo un frio intenso y el miedo se apoderó de mi durante unos minutos. En mi juventud sufrí de pesadillas que comenzaban con un intenso zumbido en mis oídos que anunciaba “la visita”. Luego veía en la oscuridad que se aproximaba el diablo causándome un pánico que me impedía moverme. Despertaba exaltado y temía volver a conciliar el sueño. No fue sino hasta cuando cobre el valor de desafiar a la aparición que cesaron las pesadillas. Con los años vine a entender que fue producto del “Doctor Faustus” de Thomas Mann. Ver la película y leer el libro me impactaron sobremanera y fueron las causantes de las pesadillas.
En el arte existe el mito del pacto con el diablo, tema del “Doctor Faustus”, con el que un joven artista compromete su alma para llevar su obra a una excelencia sobrehumana que no se logra de otra manera. Adrian Leverkühn, protagonista de la novela de Mann, es un muy talentoso músico que sigue los pasos del Fausto medieval sellando el fatídico pacto.
Si eso pasa con los artistas qué se podría esperar de los políticos. Ellos venden su alma por mucho menos y se convierten en vasallos del mal si se les da la oportunidad. No sé si fuese el caso de la impiadosa, pero hay indicios de que sí como se puede constatar en tantos ingeniosos mensajes que pululan por las redes.
KienyKe