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Luis Guillermo Echeverri V.* 

Parte 1.

Este escrito es un testimonio que se compone de dos apartes, pero como versa sobre algo importante, les pido me acompañen hasta el final, y si pueden compártanlo.

El corazón de la sostenibilidad económica de un país de ingreso medio y en vía de desarrollo, es la seguridad y la sostenibilidad energética. Ese es el motor sin el cual toda la sociedad se queda sin cómo movilizarse y sin generar ingresos que le permitan crecer. Eso ya lo sabemos de sobra al ver cómo fue la génesis del desastre socioeconómico venezolano con cargo a la destrucción de valor en PDVSA a manos del ideario Castro-Chavista que le dio origen al socialismo del siglo XXI.

La forma en que operan los mercados económicos se fundamenta en la confianza, algo que se pierde totalmente con un solo anuncio que genere incertidumbre futura al inversor, y que no se puede recuperar con mensajes ambivalentes que pretendan espiar la pérdida de credibilidad.

Exterminar a la iguana, como lo está haciendo este gobierno con anuncios irresponsables y con la incomprensible complacencia de la junta directiva del Grupo Empresarial Ecopetrol GEE, es como si los padres de una familia numerosa le dicen a los hijos que ellos no van a trabajar más porque se van a dedicar a renegar contra la empresa que los emplea y se van a asociar con una banda de delincuentes para robarle al dueño hasta que se quiebre, sin comprender que luego se quedarán sin trabajo, sin sueldo y tendrán que vender el único vehículo que tiene la familia, la casa, los muebles y gastarse los ahorros para poder vivir.

El GEE vivió su mejor momento histórico como resultado de los esfuerzos y la mística de todos sus trabajadores durante la pandemia y haciéndole frente a la depresión económica global, desde julio de 2022 ha perdido casi un 50% de su valor bursátil, sus ingresos han decaído notoriamente y pasa por un periodo de desconfianza e incertidumbre sin precedente, producto de un proceso de depredación ideológico que conduce a la extinción de la mítica iguana, a manos de un falso ambientalismo que pregona un sartal de utópicas incongruencias:

- Que el carbón y el petróleo son más dañinos que la cocaína.

- Que se prohíbe la futura exploración y explotación de petróleo, carbón y gas.

- Que renunciamos a los hallazgos de gas en el litoral Caribe que triplicarían nuestras reservas.

- Que vamos a importar el gas de Venezuela, cuando eso no se puede, porque hoy no existe la infraestructura para traerlo y porque la calidad no es la que necesita el mercado colombiano.

- Que no vamos a continuar con las inversiones en las mejoras del recobro secundario del petróleo y el gas existentes, y que no vamos a hacer los pilotos de los proyectos de ciclo corto o yacimientos no convencionales, que ya estaban aprobados por la justicia, porque al presidente no le da la gana, con lo cual le quedan los días contados a la refinería de Barrancabermeja.

- Que la minería ilegal que realizan el ELN, las FARC-EP y muchas organizaciones criminales es materia sobre la cual no se habla, cuando se lo venden ilícitamente a Venezuela.

- Que, porque al presidente se le ocurre, hay orden expresa de no dar nuevas licencias ambiental para la minería licita y tecnificada ni para seguir produciendo petróleo, gas, carbón y otros minerales en el país.

- Que renunciaremos a generar energías para dedicarnos a viajar por las galaxias esparciendo el virus de la vida.

- Que la selección del equipo encargado de la dirección administrativa de las empresas del GEE se pase por la faja las mejores prácticas de gobierno corporativo aplicables a las compañías que cotizan en bolsa.

- Que las regalías deben ser un tributo que no debe ir directo a las regiones productoras, sino que debe venir a satisfacer el buche del insaciable gobierno central.

- Que, pasando por encima del gobierno corporativo de Ecopetrol y por las reglas de mercado, estatutarias y hasta de la OCDE, renunciaremos a la producción energética nacional de gas y petróleo porque le hace daño al medio ambiente, pero por solidaridad con el régimen dictatorial de Maduro, el Presidente dice que sí se puede producirlos en Venezuela en asociación con PDVSA.

- Que, porque al presidente se le da la gana, vamos a dañar las relaciones y las asociaciones con las grandes petroleras del mundo, para trabajar con una compañía en la ruina, con su infraestructura derruida, que perdió hace años el capital humano, los conocimientos y el talento que tuvo en el pasado y que no tiene capacidad financiera alguna.

- Que no vamos a convertir el país en una potencia de vida mientras deforestamos la selva tropical húmeda y acabamos los páramos que nutren todo el sistema andino-amazónico, para sembrar coca, hacer minería ilegal y destruir así la mayor concentración de biodiversidad del mundo.

- Que vamos a darle ejemplo al mundo en materia ambiental, cuando por otro lado negociamos impunidad y prebendas con los narcoterroristas que le roban el petróleo a Ecopetrol con fines ilícitos y a la vez causan un gran deterioro ambiental.

- Que la fuerza pública no puede hacer nada por la seguridad de los trabajadores en las zonas productivas y contra los atentados terroristas a la infraestructura de Ecopetrol e ISA, porque los acusa el propio gobierno de patear la mesa de negociaciones con el ELN.

Todo lo anterior es una estupidez a la que sólo supera la de adherir voluntariamente a las sanciones internacionales impuestas a la dictadura venezolana.

¿Qué es lo que nos pasa? ¿Vamos a dejar quebrar el grupo económico más importante del país?

Veamos qué significan para Colombia la iguana y el jaguar:

Parte 2.

Veamos qué significan para Colombia la iguana y el jaguar, que Petro y su pandilla del falso ambientalismo quieren exterminar de un solo mamonazo.

Érase una vez una iguana laboriosa que, con su condición de especie milenaria sobreviviente a la adversidad y al pasar de los tiempos, generó a la sociedad colombiana desde todos los confines de nuestro territorio, esperanza, energía, productividad, movilidad, progreso social y económico y riqueza para el Estado y para cientos de miles de colombianos.

Cuando Ecopetrol era sólo una agencia de dudosa ortografía administradora de contratos de asociación para la explotación de petróleo y gas, llegó con el nuevo milenio el gobierno hacendoso, montañero, trabajador de Uribe y creó la Agencia Nacional de Minería para cumplir esa función de forma especializada, y le entregó a Ecopetrol la responsabilidad de convertirse en una empresa productora de petróleo y gas que se integrara verticalmente realizando investigación y validación sísmica, exploración, explotación, transporte y refinación de hidrocarburos, con el fin de garantizarle al país una seguridad energética eficiente, estable y sostenible y a la vez abrirse camino como empresa para participar en el mercado global energético.

Fue entonces, cuando apareció para hacer realidad esa necesidad de toda Colombia en función de su desarrollo socioeconómico, la milenaria y resiliente iguana, símbolo de fortaleza y de la vitalidad de la naturaleza en el trópico, y le dio al país y a Ecopetrol una nueva razón de ser, una ilusión por la cual luchar, y la sabiduría de democratizar la empresa de modo que cientos de miles (más de 425 accionistas particulares) pudieran participar de un negocio que sin duda ha sido la columna vertebral de nuestra economía estatal y de mercados durante lo que va corrido de este siglo.

Bien conducida por los Doctores Isaac Yanovich, Javier Jenaro Gutiérrez, Juan Carlos Echeverry, Felipe Bayón y unas juntas directivas notables, esa iguanita se fue metiendo en el corazón de los colombianos que pasaron a ser dueños directos y materiales de la nueva compañía que empezó a cotizar en los grandes mercados del mundo y a multiplicar desarrollo económico y social por toda la geografía nacional.

Esa iguanita produjo empleos, contrató personal especializado con experiencia mundial en la industria, le dio educación y bienestar a sus trabajadores que son los mejor pagados en todo el país, generó riqueza para sus asociados y dividendos para toda la nación, se convirtió en la empresa que más caja e ingresos no contributivos, contributivos y por vía regalías y contrataciones llevó riqueza a más de 22 departamentos y a los rincones de la patria rurales y aislados para los que ha representado la presencia del Estado por décadas con inversiones socioambientales voluntarias en educación, salud, economía popular y acceso a servicios públicos para cientos de comunidades.

Esa iguanita laboriosa, una especie que hoy quieren extinguir, es la que sostiene a la Unión Sindical Obrera más importante del país. Esa iguanita que simboliza la vida de lo más profundo de nuestros territorios, como nuestros ciclistas y deportistas, empezó en los últimos 20 años a darle dividendos a todos sus accionistas e inversionistas y claro, a la nación, en cabeza del Estado que es su principal accionista.

Esa iguanita como la vaca más lechera del pequeño establo de una familia campesina en adelanto, donde todos trabajan y aportan, empezó a dar ganancias y a aportar a la mejora de la calificación del riesgo país, y por ende a la capacidad de financiación y endeudamiento del Estado, demostrando a los mercados y a las multilaterales, flujos positivos no tributarios.

Luego esa iguanita empezó a ser capaz de entrar en una nueva liga profesional y especializada en materia energética, gracias a tres logros fundamentales:

Primero: la profesionalización y tecnificación de su personal, la modernización de su capacidad operativa y la mejora de toda su infraestructura. Ello incluyó la compra y terminación exitosa del tan mediáticamente satanizado proyecto de Reficar, que al final demostró ser una de las refinerías con más réditos comparativos manifiestos en existencias y ganancias durante la depresión que vivió el mundo en 2020 y la recuperación económica del 2021, donde la iguanita jugó un papel determinante para toda la economía colombiana al apalancar la capacidad del Estado para superar el CIVID y a que nuestro PIB creciera dos dígitos en 2021 y hasta junio de 2022.

Segundo: la participación exitosa en proyectos de ciclo corto o yacimientos no convencionales en el lugar más prestigioso de los Estados Unidos, demostrando la efectividad de la relación costo beneficio del mal llamado “fracking” y una gran mejora en la sísmica, la exploración, explotación en los procesos de recuperación secundaria de los yacimientos en Colombia.

Tercero: la incursión en una estrategia de largo plazo de transición energética apalancada en las eficiencias y crecimiento del negocio principal y la incursión en autogeneración, en economías circulares, en transmisión energética con la integración de ISA y sus más de 30 compañías a las aproximadamente 70 que ya conformaban el grupo. Con esto se adicionó un 25% del EBITDA proveniente de mercados regulados con lo cual se aumentaron los ingresos del grupo y se distribuyó un riesgo que estaba todo a merced de las fluctuaciones de los mercados de genéricos y la iguanita pasó a ser el segundo conglomerado de transporte y transmisión energética en el mundo, con una capacidad inimaginable de contribuir al desarrollo de todo nuestro hemisferio.

Recordemos que la iguanita fue una de las únicas dos compañías de petróleo y gas en el mundo que logró la proeza de pasar el 2020 con sus números en negro, de no dar pérdida y de darle resultados positivos y dividendos al Estado y a cientos de miles de accionistas minoritarios, sin tener que despedir personal y ayudando al gobierno en la encomiable labor de poder financiar la nómina de las empresas durante la pandemia.

Pero hablemos un poco sobre los depredadores. Mientras nosotros creemos en la legalidad, quienes hoy están en el poder no juegan limpio, para ellos el Estado, las leyes, la Constitución, las instituciones, entidades y empresas del Estado, han sido siempre ilegítimos. Su misión está limitada a hablar bellezas y a destruir todo aquello que le genere valor y riqueza a la nación.

Convengamos que el éxito sólo despierta envidia en este país. Y es así como lo primero que hizo el gobierno actual fue liderar la cacería que pretende exterminar la iguana como el más importante símbolo patrio en materia económica.

Lo que plantea Petro es matar la iguana y entregarle su cuero a la empresa quebrada del dictador venezolano, que ya se fumó cientos de billones de dólares de PDVSA y llevó a Venezuela a la ruina, para que la conviertan en correas, carteras y zapatos de dictadores y de sus séquitos de ladrones.

Los depredadores de la iguana piensan y operan diferente al resto de la ciudadanía. Son guerrilleros, terroristas y delincuentes, para quienes los valores y las formas democráticas son la presa que quieren exterminar por medio del engañó y la trampa populista.

Terminar con el poderío de la iguana es la forma más rápida de quebrar la economía colombiana y de mantener el poder que no lograron tomarse al quemar el Palacio de Justicia en 1985, ni en 2021 cuando intentaron dar un golpe de Estado comprando violencia callejera que tenía por objetivo bajar de la presidencia a Iván Duque.

Pero la cosa es aún más grave. Ahora tras exterminio de la iguana a manos de estos bárbaros respaldados por el servilismo de la nueva junta directiva y la nueva administración de Ecopetrol, se van a llevar al hueco a otra especie, el poderoso Jaguar de los Andes que representa la robustez y solidez económica de toda la red empresarial regional de Interconexión Eléctrica S.A. ISA.

La iguana y el jaguar señores no sólo viven libres en nuestros campos, selvas y montañas, determinan la movilidad y la productividad de nuestra economía, el flujo de ingresos no contributivos con los cuales opera y se financia el Estado. A la iguana la llevamos todos tatuada en el corazón, en los insumos de la salud, las telas, en los tenis, en los cordones de los zapatos, en los elásticos, en los plásticos, en los celulares, en muchos los empaques, y en cientos de miles de productos que facilitan el bienestar y en esencia nuestro existir.

Al grito de Fuera Petro, no permitamos que la doble moral del falso ambientalismo del castrochavismo extinga la iguana y mate al último Jaguar, pues son las empresas que estas dos especies simbolizan, las que día a día llevan la energía, luz, gas, alimentos y conectividad a nuestras casas y a los centros de producción, que permiten que tengamos trabajo e ingresos.

Sin la iguana y el jaguar, Colombia muy pronto pasará de ser productor y generador autosostenible con una hoja de transición energética viable en el tiempo y apalancada en los ingresos petroleros, a quedar condenada a tener que pagar más caro la energía que otras naciones produzcan.

Entendamos señores, la carnicería a la que están sometiendo al GEE, es como la torpeza de vender la vaca que todos los días produce plata para después tener que salir a comprar leche y mantequilla más cara, sin tener con qué llevar carne a la casa.

¿Seremos acaso como la iguana y el jaguar, quienes creemos en el trabajo honesto con esfuerzo y sacrificio en función del progreso de toda una sociedad, convertidos en una especie en extinción y exterminados por el falso ambientalismo con el cual se disfraza el lobo castro-chavista?

¿Comprenderá el presidente lunático y las lumbreras que lo asesoran, que ya con sus anuncios de los últimos 16 meses, serán responsables de la exterminación de nuestra laboriosa y productiva iguana, y con ella, de la transición energética que representa el jaguar, como emblemas del Grupo Empresarial Ecopetrol y las casi 100 compañías que lo componen?

La respuesta es sí, claro que sí. Petro y Maduro son plenamente conscientes de que su misión en el mundo es la exterminación de la riqueza de las naciones en favor de una nueva especie de tiranos. De eso dan cuenta millones de seres humanos que hoy piden limosna en los semáforos de nuestras ciudades o deambulan por el Darién sometidos a todo tipo de tratos inhumanas con tal de alcanzar el sueño americano.

* Expresidente de la Junta Directiva de Ecopetrol.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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