Y eso me llevó a escribirles una reflexión a todos mis amigos empresarios a quienes, admiro y respeto, pues son quienes generan el empleo en este país y arriesgan los patrimonios de sus familias para que muchas otras familias tengan oportunidades de trabajo, puedan tener un ingreso y progresar, y que a final de cuentas son quienes con sus tributos mantienen al Estado.
Debo reconocer que como aprendí en el toreo, el mundo se divide en dos: los que se ponen delante y los que están detrás de la barrera; en las economías también sólo hay dos tipos de actores, los que pagan la nómina y los que están en la nómina. Por tanto, la conclusión debe ser simple y clara: el que paga pone las condiciones. Y para hacer valer esas condiciones es que existen las instituciones privadas y las asociaciones o gremios de los sectores productivos.
Son los empresarios y los trabajadores, en oposición a los burócratas gubernamentales e institucionales, los que le suman en lugar de restarle al PIB de las naciones. Es el sector privado el que produce y agrega valor, el sector público por definición sólo gasta a cuenta de los tributos de los privados y por ello debe exigírsele que sea mucho más responsable y diligente en el manejo de la cosa pública.
Pues bien, esta reflexión me obliga a preguntarle a cada uno de los empresarios del país:
¿Qué pasa si un gerente o un empelado de confianza elegido por ustedes como dueños de su negocio, los engaña en la entrevista y resulta borracho, supuestamente tiene una adicción, no cumple los compromisos, engaña clientes y proveedores, contrata ladrones, cambia los celadores para que no hablen, no oigan y no entiendan nada de lo que pasa, le paga bonos a los trabajadores que roben, hace un pacto con los pandilleros del barrio y entra a la fábrica las bandas de ladrones por la puerta de atrás, se vuela los presupuestos, altera las cuentas, insulta la junta directiva, incumple el reglamento laboral y además utiliza a sus familiares para manejos indebidos e incluso ilegales de asuntos críticos para el negocio?
Creo pues que la respuesta es unánime y clara: Lo echan de inmediato. ¿Acaso será que no?
Y ¿entonces? ¿Díganme por qué los gremios donde los empresarios que pagan los impuestos en este país están afiliados y que representan los sectores productivos, NO le piden cuentas sobre el encargo al empleado de todos, que es hoy el presidente del país?
Así lo hicieron los gremios y los empresarios patriotas en la época de Rojas Pinilla y le pidieron que se hiciera a un lado del poder y colocaron a un hombre honorable, al mejor que tenía el país de entonces, como fue Alberto Lleras Camargo, a manejar el país y a operar cambios que le permitieran a la nación dejar el camino de la confrontación y abordar el del trabajo y el progreso. Y entonces fue así como el país progresó.
¿Qué estamos esperando pues? Ya basta de cobardía, individualismos y de tanta conveniente ingenuidad.
Colombia y la clase trabajadora e indefensa nos han dado todo, es el momento de empezar a actuar responsablemente y no volver a las permisivas formas anárquicas que tanto le han costado a una democracia que demanda lealtad con el Estado de Derecho y con los valores fundacionales de nuestra nación.
Los políticos actores del partidismo enfermizo que hoy está en manos de 38 movimientos partícipes en elecciones y una justicia comprometida ideológica o materialmente, no tienen voluntad ni capacidad ética para curar las enfermedades de nuestro sistema democrático, pues no están dispuestos a sacrificar un ápice de su estatus e ignoran que éste desaparecerá en la confusión y el caos de un Estado fallido con una economía quebrada.
Esto es, los líderes políticos y gremiales, que dejaron solo a un presidente en 2021 cuando lo quisieron bajar del poder, la justicia, y los parlamentarios que tienen la responsabilidad de hacer cumplir la ley, no lo van a hacer, pues están comprometidos activa o pasivamente con un sistema totalmente corrupto.
Hoy cuando sabemos que todas las otras instancias se quedarán cortas esperando a ver qué pasa en menos de tres años, y a sabiendas de cómo se manejan bajo la mesa los procesos electorales y el bazar de la contratación estatal, le corresponde a la ciudadanía civil encabezada por los empresarios y sus gremios, exigir que el verdadero cambio sea, una renuncia y que se instaure un gobierno que respete el pacto social y la constitución y la institucionalidad, y se pueda volver a garantizar la seguridad nacional, la operatividad de la justicia y convocar a unas elecciones democráticas y limpias en los siguientes comicios presidenciales.
No dejemos para mañana lo que puede hacerse hoy. En el momento hay únicamente dos caminos para elegir: establecer de inmediato un plan de acción alrededor de una unidad o propósito nacional y actuar como lo hicieron nuestros antecesores hace 60 años o como lo hizo Perú hace poco, o seguimos permitiendo que nos apliquen la falsa cartilla democrática del socialismo del siglo XXI, con la cual consumaron el desastre venezolano.
La elección es nuestra y es ahora, de lo contrario nuestra cobardía nos la reclamarán nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.