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Luis Guillermo Echeverri V.* 

Sufrimos hoy y echaremos de menos siempre en nuestra memoria, la triste partida del “Maestro Harry”. Todo un referente, un hombre de aquellos irrepetibles que vivirá siempre con fuerza, en el corazón de su familia, sus hijos y nietos, de sus amigos, y de forma muy particular del pueblo y el sector empresarial antioqueño y nacional.

El Doctor Gabriel Harry, fue uno de aquellos maestros doctorados por la universidad de la vida. Tuve la suerte de conocerlo y de aprender mucho de sus historias. Fue muy amigo y trabajó con mi abuelo en Caucasia, también fue compañero de mi padre por muchos años, y por suerte no solo en las plazas de toros donde nunca faltaba, pero en lo que va corrido de este siglo, tuve el honor de conversar mucho con él y fue para mí, un mentor y un gran amigo, de quien siempre recibí con cariño, enseñanzas y acuciosos llamados de atención.

La retirada al descanso del Maestro, es una perdida inconmensurable. Se fue uno de los bastiones de nuestra raza, un caballero de aquellos que solo brotan de la tierra de vez en cuando, pues en ellos confluye lo mejor del ser humano, que sin explicaciones lógicas, por su propia naturaleza se convierten en un líder natural querido por todos aquellos que tuvimos la suerte de aprender de sus enseñanzas.

Deja a las nuevas generaciones como herencia, un carriel y unas alforjas que esconden un tesoro inconmensurable, compuesto de sabiduría callejera, de practicidad, de lógica, de un gran ejemplo de vida que solo desbordó compromiso social empapado de sentido común y de compromiso con su tierra, sus gentes y con los principios inquebrantables y las sanas costumbres que han hecho de Antioquia una patria grande.

Deja hoy la trocha del progreso paisa y nacional, uno de los últimos grandes maestros que tuvo la arriería y la antioqueñidad. Ya cansado de ver sufrir un país complejo, de dar batallas al frente de la tradición comercial paisa, de arriar la recua del comercio antioqueño y de colaborar al progreso nacional, a la industria y la sociedad, sube al infinito a disfrutar del merecido descanso con la plena satisfacción del deber cumplido.

Durante su larga vida, el Maestro Gabriel, llevó siempre alegrías y tristezas con esa misma clase y altura que lo distinguieron. Formado a si mismo por el ejemplo de otros grandes, de esos mayores que comprendieron la importancia de las diferencias entre la ruralidad y la vida citadina, que supieron interpretar las necesidades de nuestros pueblos, que tanto aportaron  a la capital, al departamento y al país entero.

El Doctor Harry para muchos fue un arcángel de los pocos que viven en la realidad terrenal. Uno de los últimos baluartes que comprendieron y ejemplarizaron los valores de la arriería, la agroindustria, la formación de sociedades y empresas comerciales y productivas; un líder gremial de “raca-mandaca”, de aquellos que pocas veces afloran de la independencia y  libertad que solo se vive al divisar la inmensidad desde las cubres de las montañas de nuestras tierras.

Era Don Gabriel Harry el mejor ejemplo del buen obrar en la vida. Un Antioqueño en toda la mejor denominación de la palabra. Caballeroso, educado, gentil, generoso, amable, un hombre grande, fornido, de semblante muy distinguido, ojos claros con una mirada transparente en la cual se reflejaba la bondad que llevaba en el alma, de palabra firme y sincera, afable, dicharachero y lleno de historias y conocimientos que siempre compartía con el brillo de la gracia, la vivaz picardía y la alegría que de su corazón afloraban después de unos aguardientes.

Todas las actuaciones del Maestro Gabriel estaban llenas de una firmeza y determinación férreas que no dejaba nunca de estar enmarcada en una sonrisa y formas finas, dotadas del encanto propio de la templanza que distingue los hombres que por su fortaleza y verraquera se forjaron a pulso convirtiéndose en grandes líderes naturales, en hombres de verdad, de esos que hoy tanto escasean en la sociedad moderna llena de muñequitos.

Sus enseñanzas siempre estuvieron acompañadas de amabilidad y prudencia, de ilustración cuando esta va vestida de determinación y de laboriosidad, de trabajo acucioso, y acompañada de consejos expresados siempre con una rara mezcla de prudencia, amabilidad y razón, que se traducía siempre en una dulce pero ineludible orden, fácil de cumplir e imposible de contradecir.

El maestro Harry, vivió cada minuto de su existencia con gran intensidad. Su vida siempre estuvo abierta a todos los menesteres de la comunidad, su obrar lleno sentido común y de compromiso personal, cívico con sus amigos, con la comunidad y con las empresas y gremios donde quedará marcada por siempre su impronta.

El maestro Gabriel Harry, era de aquellos pocos que no precisaba aula, auditorio, escuela o universidad, él enseñaba sobre la vida en la calle, en los negocios, en las juntas directivas y en todas las reuniones, y sin duda alguna  le deja a Antioquia y a los antioqueños, a las nuevas generaciones la mejor herencia que un padre puede dejar a sus hijos: educación y conocimientos.

Su partida deja a la vez un gran vacío y una larga y frondosa obra de vida, y deja viudas e inconsolables, la sociedad empresarial Antioqueña, la Cámara de Comercio de Medellín y su inseparable y gran compañera y amiga de muchas batallas la Doctora Lina Vélez Londoño, con quien siempre luchó sin descanso por el bienestar de los comerciantes, los industriales, de Medellín, del departamento y del país

Una forma de entender la grandeza de un líder, un hombre y un amigo como Gabriel, la describe la sabiduría infantil en una anécdota que la semana pasada contaba en la radio un sabio maestro antioqueño, cuando decía que: “En la Bogotá de la segunda parte del siglo XIX cuando le preguntaban a un niño que quería ser cuando grande, contestaba quería ser como un Antioqueño”.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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